Estamos en un momento histórico de los videojuegos, donde la reversión de viejos títulos es moneda corriente. Muchos optan por hacerlos de vuelta ya que las capacidades para hacer videojuegos hace 20 años eran muy diferentes a las actuales; otros deciden traer a la obra original tal y como nació con un renovado apartado artístico; y hay apuestas más arriesgadas que deciden reimaginar un concepto y hacer prácticamente un videojuego nuevo. Nintendo hace todo al mismo tiempo.
Paper Mario: The Thousand-Year Door salió para Nintendo GameCube en 2004, una consola con un catálogo espectacular lleno de propuestas ambiciosas de los de Kioto pero que nunca tuvo una reivindicación masiva ya que su lanzamiento se vio completamente opacado por un fenómeno llamado PlayStation. Es por eso que Nintendo decidió traer esta joya a Nintendo Switch bajo varios estandartes: preservación histórica, accesibilidad a un título que ya era muy difícil de jugar y, por supuesto, la búsqueda de nuevo público. Estas motivaciones no definen la calidad de la obra ni su reversión, pero sí habla mucho del amor de Nintendo hacia exponentes que ni siquiera fueron éxitos descomunales pero sí con grandes críticas como ya han hecho con Metroid Prime Remastered o Skyward Sword HD. Pero ahora sí, vamos a hablar de Paper Mario.
Paper Mario: The Thousand-Year Door transcurre después del primer (y único hasta el momento) Paper Mario de Nintendo 64. En esta ocasión, la Princesa Peach se encontraba de vacaciones cuando es secuestrada y, como es costumbre, tendremos que ir a rescatarla. Para este fin tendremos que abrir la Puerta Milenaria, una suerte de puerta mágica que solo se abre juntando siete cristales estelares dispersos por diferentes zonas.
Este videojuego es considerado como el mejor de su franquicia y creo yo, revisitándolo en este 2024, que dicha mención recae en ser la conjunción entre experiencia y posibilidades. Gran parte del equipo que trabajó en la creación de este juego ya había participado en Super Mario RPG (Square Enix/Nintendo) y, posteriormente, en Paper Mario. A su vez, ese equipo que llevaba bastante desarrollo sobre sus hombros, tenía a favor las capacidades de la GameCube que sobrepasaba por primera vez las necesidades del videojuego y ofrecían un eslabón que antes no estaba: el desarrollo sin límites.
Este Paper Mario es el mejor de su franquicia porque, lisa y llanamente, es la primera vez que vemos un videojuego sin fronteras: no hay interrupciones en las cinemáticas, no hay momentos de transición, no hay necesidad de movernos por el mapa para cargar ciertas texturas. Todo funciona como una gran y perfecta película jugable, con una narración espectacular y personajes sumamente carismáticos.
En lo que respecta a la jugabilidad, nos encontramos con unas mecánicas que resultan ser bien clásicas de los juegos RPG de la época, presentando un combate por turnos en el que podemos usar habilidades básicas (en el caso de Mario siempre son el salto y el martillo), objetos y habilidades especiales. Todo está trabajado para ser sumamente dinámico para el nuevo usuario: los puntos de magia y de vida no llegan a las tres cifras, la interfaz de usuario siempre está en pantalla. Es un RPG espectacular para introducir a alguien al género.
Sumando a esta sensación de libertad y tratando de desestructurar un combate que en esa época era muy reglamentario para el género, tenemos la posibilidad de hacer acciones con los botones para lograr que nuestros ataques y defensas funcionen mejor. Si apretamos A en el momento justo del golpe cuando defendemos, perdemos menos puntos de vida. Si hacemos lo mismo cuando saltamos, atacamos por mayor puntos. Y así se van sumando otras variables: en el caso del martillo, por ejemplo, tenemos que mantener la palanca (como si fuera un martillo, mientras el joycon vibra por el “peso”) para hacer que el golpe sea más pesado.
A su vez, a lo largo de la experiencia vamos desbloqueando movimientos estelares que son una suerte de “habilidades definitivas” muy entretenidas de usar. Primero porque son muy espectaculares y segundo porque The Thousand-Year Door introdujo un elemento que después se repetiría en la franquicia: el escenario. Todos nuestros combates son una obra de teatro donde varios personajes nos están mirando y en cada acierto que tenemos nos aplauden, y esa gratificación nos va llenando una barra de puntos y es lo que nos permite usar las habilidades estelares con nuestros compañeros.
Menciono a los compañeros porque como en toda esta sub-saga de Mario, tendremos varios personajes que nos acompañarán en la aventura. Son de distintas especies como Goomba o Koopas y cada uno tiene habilidades especiales que suelen ser necesarias en diferentes ocasiones, lo que hace que haya un pequeño “meta” en la forma de pelear y nos ofrece la posibilidad de que cada uno pueda decidir cómo quiere afrontar cada combate.
A su vez, estos compañeros tienen una habilidad que nos sirve para los momentos de exploración resolviendo diferentes puzzles. Si bien esto ya estaba en el primer Paper Mario, considero que allí los desafíos son muy básicos y sirven para “justificar” que tu compañero esté acompañándote. En esta experiencia, es necesario razonar en base a la habilidad para poder destrabar ciertos acertijos que son muy divertidos y entretenidos.
Si hablamos puntualmente de esta nueva versión, la decisión fue respetar la obra a rajatabla. Todo está exactamente igual y, lo que se suma, es para ampliar y mejorar cosas con la finalidad de que se vean más actualizadas. Hay un trabajo muy fino para lograr que un videojuego de 20 años se vea como un desarrollo completamente nuevo dentro de la franquicia pero que, a su vez, quien haya jugado el original sienta que no tocaron nada que no había tocar.
Todos los pequeños agregados con los que cuenta esta experiencia, suman. Y es difícil sumar en una obra que ya de por sí es cuasi impoluta. ¿La interfaz en las peleas? La mejora. ¿Los planos? Le agregan elementos que antes no estaban y los hacen más narrativos. ¿Los diálogos? Corregidos. Pareciera que el equipo de trabajo agarró el título original y, con mucho respeto, decidió que el trabajo tenía que ser pulir y actualizar todo, en lugar de intentar hacer algo nuevo y, en este caso en particular, es la mejor decisión que pudieron haber tomado.
¿Qué se puede decir que no se haya dicho ya? Paper Mario: The Thousand-Year Door es una obra impecable. La música, las visuales, la jugabilidad, la narrativa. Es uno de los mejores videojuegos que se hicieron sobre el personaje más importante en la historia de los videojuegos. Lo era en su época y lo es ahora, con una reversión que no sólo le hace honor a su entrega original sino que nos regala, bajo todo punto de vista, una versión definitiva para disfrutar de un producto que conceptualmente tiene 20 años y se juega como el primer día.
Si bien creo que hay momentos donde la propia Nintendo no logra alcanzar su propia vara (Mario vs. Donkey Kong me parece un ejemplo cercano), traer a la actualidad -y de esta manera- propuestas que fueron tan importantes como Metroid Prime Remastered y Paper Mario: The Thousand Year-Door me parece un ejemplo de cara a la industria de cómo preservar históricamente una obra dentro de la industria de los videojuegos y, a su vez, acercarse a nuevas audiencias. Ojalá este formato de reversiones (remakes, remaster, como quieran llamarlo) no dejen de hacerse realidad.