Desde la primera vez que vimos Another Crab’s Treasure en aquél Nintendo Direct de 2023 supimos que estábamos ante una experiencia diferente. El género souls, nacido de la obra de From Software y la cabeza de Hidetaka Miyazaki, supo cimentar sus pilares en mundos desolados donde la esperanza ya no es una opción y la oscuridad predomina ante cualquier otra sensación.
Es por eso que un videojuego donde un cangrejo tiene que recuperar su caparazón robado en un mundo lleno de colores que bien podría ser el escenario de Under the Sea (canción de La Sirenita), no parecía la puesta en escena adecuada para la ocasión. La obra del estudio Aggro Crab viene a demostrarnos que se puede hacer un juego de este estilo con mucho humor y de una manera completamente diferente a la que estamos acostumbrados.
Ni bien damos al botón de comenzar, vamos a darnos cuenta de lo que hace único y diferente a esta propuesta. Una propaganda educativa sobre el planeta tierra y sus ecosistemas nos pone en tono de lo que vamos a vivir, y raudamente empieza la aventura. Estamos ante un videojuego con muchas cinemáticas, actuaciones de voz y personajes carismáticos, algo que genera uno de los puntos más complejos en este género: la narrativa.
La estructura narrativa -entonces- es quizás el factor más distintivo e importante de Another Crab’s Treasure. Es lo que lo diferencia de cualquier otro videojuego similar y lo que hace que la experiencia sea completamente innovadora. No solo por los elementos antes mencionados y la posibilidad de tener una historia mucho más literal, sino también por el marcado tono humorístico que tiene y la decisión de hacer que actores y actrices sean parte fundamental de nuestra experiencia de juego.
Vamos primero a hablar de la jugabilidad. Estamos hablando de una mezcla balanceada entre la franquicia Dark Souls en general y el juego Sekiro: Shadows Die Twice (2019) puntualmente. Krill, nuestro protagonista, debe recuperar su caparazón y para eso utilizará dos elementos que nos acompañarán toda la aventura: un tenedor, que oficia de arma, y un caparazón, que hace lo suyo como escudo y se puede ir cambiando a medida que avanzamos en el juego.
Por supuesto que como todo título de este estilo, una de las principales características será su dificultad. Los combates responden a todos los estándares de estos tropos: ataque, defensa y encontrar el ritmo ante cada rival para hacer estas dos acciones básicas. Tenemos la posibilidad de bloquear ataques con el caparazón pero tiene cierta resistencia hasta romperse, y entran en juego las mecánicas habituales de este tipo de combates: ataques que solo podemos esquivar, ataques que solo podemos contrarrestar, hacer un timing perfecto para poder hacer parry, o quebrar la defensa del rival para poder tenerlo debilitado.
El condimento más RPG de esta aventura, que habitualmente suele ser un pack completo entre armadura, escudo, espada, y un gran etcétera, suele reducirse al caparazón. Se presentan como objetos de la superficie que Krill puede utilizar para defenderse, como podría ser una pelota de tenis o un cubo Rubik. Cada uno lleva sus propias stats de defensa y, además, contienen una habilidad única. A su vez, podemos cargar una cierta cantidad de polizones que son objetos que mejoran nuestros stats de cierta manera.
Uno de los elementos que convierte a este título en un juego más cercano al de acción y aventuras recae en los movimientos Unami. Una suerte de habilidades especiales que desbloqueamos después de los enfrentamientos con los grandes villanos del juego y que sirven tanto para que tengamos ataques potentes como para poder abrir nuevas secciones del mapa y atajos a lo metroidvania. Es de lo mejor del juego, y al poder llevar solo dos de estos, el balance entre caparazón/habilidades/unami/polizones termina siendo crucial para poder superar ciertas secciones del juego.
Los enemigos del videojuego en general no cambian mucho y responden siempre ante los mismos 3 o 4 arquetipos: el cuerpo a cuerpo, el que ataca a distancia, el tanque y alguno que otro más. También estéticamente no hay mucha variedad, lo que hace que tengamos al principio la sensación de que hay una gran variedad de rivales pero que después se va normalizando y se empiezan a repetir mucho. Algo similar pasa con los jefes y minijefes, que no varían entre sí ni en mecánicas ni en estética, aunque sí es cierto que hay algunos que se destacan sobre otros. Hay referencias a Elden Ring, a Bloodborne y la secuencia final es memorable.
El mapa en general me sorprendió gratamente y me hizo recordar mucho al primer Dark Souls. En ese juego, el diseño de niveles resulta ser tan lógico y complejo que se sentía como una experiencia pasillera en un mundo hiperconectado. Si bien esa sensación no se emula del todo acá ya que hay muchísimas pantallas de carga, me recuerda a la enorme variedad de zonas que podemos conocer y la fineza para seleccionar escenarios que vuelven destacable a cada locación.
Relacionado a la exploración, lo que sí se termina haciendo un poco monótono (a largo plazo) es que el camino se divide siempre entre dos secuencias: enfrentar a varios enemigos en una parte muy difícil, y después tener que atravesar un desafío de plataformas en 3D. Si bien todo el tiempo están apareciendo nuevos elementos para intentar que sea lo más dinámico posible, suele haber en este tipo de videojuegos una emulación de “libertad” y “mundo abierto” que acá no sucede y no termina de encontrar un buen ritmo. Otra cosa que me llamó la atención es la enorme cantidad de desperfectos visuales que suceden cuando pasamos cada zona, al punto de que muchas veces el juego se trabó por varios segundos. No sé si es algo que sucederá en todas las versiones, pero sucedió varias veces en PlayStation 5 y, en muchos momentos, morí a causa de esto.
Para complementar, en cierto punto de la experiencia se nos desbloquea un árbol de habilidades que me recordó mucho al que podemos utilizar en la saga de Star Wars Jedi. Más que nada sirve para desbloquear nuevos ataques o movimientos que nos servirán para facilitarnos la vida en los momentos de plataformas. Este árbol se desbloquea con una moneda especial que encontramos en ciertos minerales dentro del mapa, o nos la otorgan cada vez que vencemos a un jefe.
Me resulta muy entretenido entender a Another Crab’s Treasure como una puerta de entrada fantástica a los souls en general. No es lo suficientemente fácil como para que, valga la redundancia, sea sencillo completarlo. Pero sí dicen presente todos los elementos que hacen que quieras destruir un joystick en este género: jefes diferentes que tenemos que aprender como vencer, partes del mapa que están diseñadas para que te caigas o mueras, secuencias muy difíciles de enemigos que hay que vencer en orden, etc. Todo parecería ser un gran tutorial para acostumbrarte a este estilo de juego, sin dejar de ser un buen condimento para los que ya tengan sus experiencias previas.
Una mención especial a la enorme cantidad de opciones de accesibilidad que hay, lo cual influye ampliamente también en la dificultad. Siendo un videojuego que tiene un alto componente narrativo, se nos da incluso la opción de jugar en modo historia para no recibir desafío en absoluto. También hay una opción que me generó una amplia sonrisa donde podemos darle una pistola a Krill que al disparar vence a cualquier enemigo de un sólo disparo. Sí, inclusive a los jefes.
Otro de los grandes aciertos del cangrejo es el enorme compromiso que hay con la ambientación y el juego de roles. En este mundo, el tiempo no se mide en horas o días, sino que se mide en mareas. Acá la basura no es basura, sino regalos caídos del cielo. Todo está pensado a través de una misma lógica para que cada segundo en el videojuego sea una experiencia sumamente inmersiva.
Todo este sacrificio en pos del tono tiene que ver también con la cantidad de mensajes y entrelíneas que se encuentran detrás de Another’s Crab Treasure. Más allá de la lógica referencia a la contaminación y el mal que el ser humano le hace a su propio planeta, hay también mensajes en contra del racismo o la corrupción que se ven fuertemente implicados en el desarrollo de la trama.
Another Crab’s Treasure no es el mesías de los souls ni viene a desafiar la obra de From Software, pero sí que agarra los elementos básicos que supo crear ese estudio para llevarlos a su zona de confort y generar una experiencia única, narrativa, con mucho humor y que es una excelente puerta de entrada para nuevos usuarios a este género.
Es cierto que no logra el mismo nivel de dinamismo durante toda la experiencia y por momentos la falta de variedad de enemigos, de estética y de sonidos termina abrumando un poco, pero quienes ya conozcan de estas experiencias se sentirán en casa y no les costará mucho adentrarse en este mundo submarino que, a fuerza de grandes momentos y un paquete de buenas ideas, sin duda alguna genera más sonrisas que agobios.
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