En el modernismo, pocos fenómenos culturales lograron tener un nivel de impacto y trascendencia similar al que tuvieron los Beatles en la segunda mitad del siglo pasado. No solo fue por lo revolucionario de su movimiento sino también por la fina tarea de lograr hacer una música compleja pero con estructuras sumamente pop, haciendo que sea muy accesible para todo el mundo.
Por este y muchos otros motivos, esta banda trasciende a su propia música. Trasciende todo en realidad, si me permiten exagerar; pero, si nos reducimos a un análisis musical, sobrepasa su forma de expresión y se convierte en un fenómeno analizable desde muchos puntos de vista. Uno de ellos es el histórico: ¿quiénes eran los Beatles? Todos tenemos una percepción de la realidad propia que puede responder esta pregunta, pero Let It Be es la película que viene a darnos un punto de vista más certero al respecto.
Let It Be es, ante todo, una experiencia íntima. Un pantallazo puertas adentro de lo que significa estar en el día a día de la banda más importante del momento y cómo hacían para trabajar. Pero el foco ni siquiera está puesto en cómo componían las canciones, sino más precisamente en el día a día de sus grabaciones: qué hacían al llegar al estudio, donde ocupaban sus tiempos muertos, de qué hablaban fuera de las canciones.
Más específicamente, el documental se centra en la grabación del disco homónimo. Un disco particular ya que no fue el último en ser creado pero sí fue el último que el mundo escuchó, ya que por un problema legal terminó saliendo más tarde que Abbey Road; la última obra real de The Beatles. La película contempla desde las charlas sobre qué canciones iban a incluir en este álbum hasta el icónico concierto en la terraza (sí, las imágenes famosas que conoces vienen de esta película).
La película de Disney+ arranca con lo único que se diferencia de la versión clásica: una nueva introducción que plasma una charla entre Peter Jackson, director que trabajó con el material extendido de la película para hacer Get Back, y Michael Lindsay-Hogg, el director de la original. Sin profundizar (ni spoilear) nada al respecto, es un buen agregado que resulta dinámico, introduce perfecto al contenido y le suma bastante a la versión original.
Después de esa introducción, el contenido de la película es exactamente igual. No estamos ante una remasterización ni una versión con más contenido: es exactamente la misma película. De hecho, la relación de aspecto es 4:3 para mantener la esencia y la estética de aquella época.
No quiero expandirme mucho en el contenido porque realmente, si te gusta la música, creo que es una película esencial para disfrutar. Sin embargo, voy a destacar alguno de los puntos fuertes. El primero es, sin ningún tipo de duda, la humanización absoluta de los Beatles. Verlos compartir escena con sus hijos, sus parejas, hacer chistes o simplemente trabajar es conmovedor y nos acerca a las mentes de cuatro personas cuya influencia sigue vigente al día de hoy.
Otro de los puntos importantes es la enorme primavera creativa en la que se encontraban. Una época muy conflictuada, sí, y muy premonitoria del final de la banda. Pero en la película podemos ver como empezaban a trabajar en canciones como Octopus Garden o Maxwell’s Silver Hammer que estarían incluídas recién en el disco siguiente. Por supuesto que también hay un repaso por cada una de las canciones de Let It Be.
Sin embargo, lo que más me apasiona de ver esta película es cómo expone totalmente las diferencias que los Beatles tenían en ese momento y que inevitablemente terminaron en su disolución. “Si quieres que toque, toco; y si no quieres que toque, me voy y listo” le dice George Harrison a Paul McCartney en una conversación muy áspera que se eleva ante cámaras y seguramente se elevó más fuera de ellas.
La búsqueda es sincera y no persigue el morbo de “ah, con razón se separaron”. Es una demostración de que ellos, como todos los grupos de trabajo, tenían problemas. Y también se permiten retratar el otro lado, porque hay peleas que terminan con zapadas entre risas y chistes entre unos amigos que ya habían vivido todo lo que una estrella puede vivir en este mundo para ese momento de su carrera.
La frutilla del postre es la representación del recital en la terraza, última vez que se pudo ver a la banda en vivo. Recomiendo ampliamente ver el ya mencionado Get Back si les llama más la atención esta parte de la película, pero no deja de ser interesante poniéndola en contexto con el resto del proceso que significó este álbum en particular.
Me cuesta ponerme en la piel de aquella persona que no puede disfrutar de The Beatles (ojalá que en algún momento encuentres el punto de conexión porque es un camino de ida), pero si en algún momento te interesó aunque sea un poco, a nivel musical, histórico, cómo fenómeno o lo que sea, Let It Be es una obra que no podés dejar pasar.