La industria del gaming es relativamente joven, en especial si la comparamos con otros medios de entretenimiento audiovisual, y su historia aún está fresca en la memoria de los que llegamos a vivirla. En los últimos quince años se produjo un cambio de paradigma que está terminando de erradicar la idea de propiedad en los jugadores para reemplazarla por un permiso para jugar a cambio de una módica suma. Esto no solo implica abandonar el formato físico, una tarea que inició tímidamente hacia el final de la séptima generación de consolas y se afianzó durante la octava, sino la realización de que los juegos no están desarrollados para durar. Es un concepto hermanado con la infame “obsolescencia programada” que lamentablemente hemos aprendido a aceptar, los juegos, las consolas y todos los servicios que adquirimos tienen una fecha de vencimiento no declarada: la letra chica del contrato le permite a las editoras terminar los servicios cuando quieren.
El pasado 9 de abril Nintendo terminó los servicios online para la familia de consolas Nintendo 3DS y Nintendo Wii U. Esta fue la última estocada en una serie de decisiones comerciales que comenzó en marzo de 2023 cuando cerraron la tienda, eliminando la posibilidad de adquirir juegos y cualquier tipo de contenido digital y casi por completo el soporte para el hardware. Lo bueno es que, en un arranque de generosidad, el gigante japonés le sigue permitiendo a los usuarios seguir descargando los juegos previamente comprados desde la lista de descargas ¿Lo malo? No está obligado a perpetuar el acceso a nuestros “propios” juegos, así que un día nos podemos desayunar que a partir de cierta fecha se cierran del todo los servidores y perdemos todo lo que no tengamos instalado en la consola. No sería una decisión descabellada desde el punto de vista comercial, pero ¿cómo aceptaríamos la pérdida de los juegos que nos acompañaron tantos años aún cuando nuestra consola sigue funcionando a la perfección y quizás tenemos ganas de jugar por décima vez Super Mario 3D Land o nuestro Professor Layton favorito?
No es que Nintendo tenga mala predisposición, de hecho Sony y Microsoft siempre están coqueteando con la idea y han llegado al punto de anunciar el cierre de sus servicios para luego retractarse debido a la reacción negativa de la comunidad en redes sociales. Pero el destino es inevitable, son “gastos innecesarios” difíciles de justificar a la hora de hacer el balance anual. La gran diferencia es que, hasta hace tres generaciones atrás, cuando una consola era oficialmente abandonada podíamos seguir jugando cualquier juego mientras conservemos todo en buenas condiciones. Hoy en día, la última generación que tiene ese privilegio es la sexta y la mayor parte de la séptima, aunque deberíamos descartar casi todos los modos que tenían conectividad online. Para algunos títulos significa remover un apartado completo, para otros directamente perder funciones que un momento formaron la identidad de la propuesta.
Y si nos parece preocupante todo lo que respecta a PlayStation 3, Nintendo Wii U, Nintendo 3DS, PlayStation Vita y Xbox 360, esperen a ver qué pasa con la generación pasada que fue una de las primeras en ofrecer su catálogo completo de forma digital. En el caso particular de Xbox, la presidenta actual ya formó un equipo dedicado a preservar sus juegos para adelantarse a los futuros cambios de paradigma. Además, la marca es conocida por su énfasis en ofrecer versiones mejoradas de sus títulos antiguos a través de la retrocompatibilidad, sin cargo para quienes puedan demostrar una compra anterior y a un precio económico para el resto de la audiencia. Gracias a esta política aún podemos disfrutar ciertos títulos de todas las consolas de Microsoft. Sin embargo, la política de incluir todos los lanzamientos originales en Game Pass da a pensar que el futuro de Xbox está en mantener a los usuarios suscriptos y desalentar la compra de sus propios juegos ¿Para qué? Es simple, menos “dueños” de licencias significa menos reclamos más o menos válidos a la hora de aplicar la letra chica con todo el rigor de la ley.
Sony ha tenido que ponerse al mismo nivel que Microsoft en este apartado, al menos en lo que refiere a la retrocompatibilidad entre PlayStation 5 y PlayStation 4, sumando algunos clásicos de PlayStation y PlayStation 2 para los suscriptores del servicio premium de PlayStation Plus. Pero a la vez fue removiendo la mayor parte de los clásicos de sus tiendas digitales, aún los retrocompatibles, destruyendo a la fuerza una de las mejores funciones de la fantástica y abandonada PlayStation Vita. Obsolescencia programada o a la fuerza, PlayStation no quiere que sigamos usando sus consolas viejas, prefiere que compremos una PlayStation 5 y si para conseguirlo hace falta terminar servicios, cerrar tiendas y quitar funciones a sus generaciones anteriores, sin duda no le tiembla el pulso. Nintendo está en esa misma vereda, el cierre definitivo de las tiendas y servidores de la generación anterior indica que ese lugar va a ser ocupado por Nintendo Switch en un par de años, cuando su sucesora sea la plataforma en la que salen los nuevos exclusivos de la marca.
Pasa en las consolas y también en los juegos. No tiene que ver con la antigüedad, sino con una decisión comercial. A veces, hay que dejar morir un juego para que su reemplazo sea más atractivo, es la fórmula que siguen casi todas las franquicias que ofrecen entregas anuales. Las deportivas dejan de actualizar las plantillas de los equipos, cierran del todo ciertos modos de juego (los más concurridos) y las de acción ofrecen pases de batalla solo para la entrega más reciente. Ambos juegan con la ventaja de tener un público cautivo que abraza el miedo a quedarse afuera (FOMO, por su sigla en inglés) y la certeza de que el juego nuevo encuentra partidas en cuestión de segundos debido a la gran cantidad de usuarios conectados en todo momento. La idea de que las secuelas vienen a mejorar el título anterior, ofreciendo nuevas mecánicas que antes no habían podido implementar, pertenece a la época en la que no existían los parches y actualizaciones constantes. Hoy en día se utilizan para justificar secuelas innecesarias, se nota aún más en los títulos deportivos que parecen prometer año tras año lo mismo: “Esta vez sí tenemos la tecnología para que la física de la pelota se comporte como en un partido real”; o la clásica: “La IA permite adaptarse en tiempo real al estilo de juego del oponente, la defensa realmente va a funcionar”.
Duele más cuando se trata de un cierre que destruye la esencia de un juego, como sucedió con todos los LittleBigPlanet. Miles de jugadores perdieron acceso a los niveles que habían creado y a los de toda la comunidad, dejando solo el esqueleto vacío que era la campaña. Peor aún es cuando el cierre del servidor implica la inhabilitación para jugar, como en el caso The Crew de Ubisoft que desde el 31 de marzo ya no se puede utilizar. Ya había pasado antes con Driveclub, mantener los servidores solo por un puñado de jugadores nostálgicos no rinde a fin del año fiscal y ni los títulos más recientes están fuera de peligro. Rocket Arena, el original hero shooter de Final Strike Games dejó de funcionar el 24 de marzo debido a que la cantidad de jugadores no era suficiente para justificar el gasto. La letra chica del contrato aplica en especial cuando el lanzamiento no cumple las metas comerciales o de crítica, como sucedió con Babylon’s Fall. El RPG de acción de Platinum Games fue un fracaso en todos los frentes y, a pesar de haber anunciado que tenían un plan para revertir la situación, Square Enix le bajó el pulgar a todos sus servicios a menos de un año de su lanzamiento. ¿Todos los usuarios que habían comprado el juego? Bien, gracias. Por eso, si nos gusta un juego online, el mejor momento para jugar es hoy. Uno nunca sabe cuándo una decisión burocrática o comercial puede transformarlo en un lindo recuerdo, a veces inclusive sin un mísero aviso previo.