Elly Conway (Bryce Dallas Howard), una escritora introvertida dedicada a las tramas de espionaje, se ve arrastrada al mundo del espionaje cuando las historias de sus libros se acercan demasiado a las actividades de un siniestro sindicato clandestino. Aidan (Sam Rockwell), un espía real, aparece para salvarla de ser secuestrada o asesinada. Elly, junto a su querido gato Alfie, se sumergen en un mundo encubierto donde nada ni nadie es lo que parece.
L’enfant terrible
Matthew Vaughn es una suerte de entelequia rara de Hollywood. No es muy prolífico y sin embargo siempre aparece presente con sus películas; mantiene un status de “director joven” y ya pasó los cincuenta años y, aunque parece que hace mucho arrancó en la industria, lo cierto es que hace 17 años estrenó su primer blockbuster.
Stardust (2007), basado en un texto de Neil Gaiman, fue la segunda muestra como director de este artista luego de la película de acción No todo es lo que parece (Layer Cake, 2004). En Stardust conocería a Henry Cavill, cerrando un bonito círculo virtuoso. Luego continuó con Kick-Ass (2010) -también basado en un cómic-, X-Men: Primera generación (X: First Class, 2011) -basado en una historieta- y la saga de Kingsman: El servicio secreto (The Secret Service, 2014) que… ¡sorpresa! también se basa en un cómic.
La capacidad del director de tener elementos de su coetáneo Edgar Wright y una impronta “punk” (con todos los límites que impone el sistema occidental de Hollywood, claro está), lo convierten en una persona sumamente visual y rítmica en su forma de ver el cine. Su impronta de “no me importa nada”, que lo llevó a realizar una de las secuencias más sangrientas del cine occidental moderno, lo coloca en un lugar de sano y pasteurizado anarquismo, muy necesario en tiempos de franquicias sin alma.
Espionaje con un pequeño giro
En Argylle, Agente Secreto, Vaughn repite varios de los tropos que llevó adelante en la saga de Kingsman pero se sienten más efectivos. Parece haber afinado y refinado la búsqueda apoyado en un guion inteligente, autoconsciente y con varias sorpresas. Claramente, si sos amante del género de los espías, es posible que nada te agarre de manera desprevenida. Sin embargo, las cuatro grandes vueltas de tuerca de la historia están bien posicionadas y ordenan con ritmo el relato.
Pero nada sería posible sin los cuerpos. Bryce Dallas Howard -como Elly- y Sam Rockwell -como Aidan- proporcionan todo el combustible para que el disparatado guion y la precisa realización lleguen a buen puerto. Son carismáticos, ofrecen escenas de acción al nivel de las grandes estrellas del género y entienden que nada debe tomarse en serio. Alfie, el gato, es otro de los grandes protagonistas. Un dato importante: Alfie es interpretado por Chip, felino adoptado por Claudia Schiffer (esposa del director).
Elly es miedosa, neurótica pero aventurera. Su mirada contiene un fuego fatuo que pide a gritos salir a luchar. La dinámica con Aidan, que interpreta a un espía “real”, alejado del lujo con el que cuenta sus historias Elly, conforman los momentos más graciosos del primer acto. ¿Y qué papel juega el musculoso Henry Cavill?
Bueno, él es Argylle, el protagonista de las novelas que escribe Elly. Una suerte de James Bond carismático y gigantesco que es secundado por su compañero Wyatt (John Cena). El ida y vuelta entre estos dos actores también es un hallazgo, con perfiles muy similares logran una suerte de “incomodidad” en sus intentos de ser carismáticos, algo que los vuelve sumamente queribles.
Rompiendo la cuarta pared
El relato durante la primera mitad va a ir yendo y viniendo entre lo que ve Elly y lo que es la realidad. Un acierto total a nivel realizativo son los cortes, cuando ella cierra los ojos y cambia entre Rockwell y Cavill. No solo es gracioso sino que es visualmente ostentoso y, además, define las características que diferencian una “idealización” de lo que debe ser un espía y lo que sería un hombre “real” en esas circunstancias.
Elly comienza a ser perseguida, ya que sus novelas funcionan como una suerte de predicción y, desde allí, comienza la historia. Sin embargo, las sorpresas no se van a hacer esperar. El conocimiento del género por parte del guionista Jason Fuchs (que también escribió Wonder Woman) hace que caigamos todo el tiempo en los lugares comunes para luego darles un giro. Se mofa de situaciones donde aparecen elementos convenientemente puestos para ayudar en la trama, para que eso luego tenga una explicación en el relato. Esa autoconciencia nos permite relajarnos y dejarnos llevar por la historia.
Una historia que no deja de ser algo que ya vimos, donde los límites entre lo bueno y lo malo son bastante difusos. Pero la calidad interpretativa, la inteligencia del guion (con que poco nos conformamos ya…) y un ritmo que nunca se detiene, configuran un entretenimiento potente y efectivo que deja una sonrisa en el rostro cuando bajan los créditos. Esa autoconciencia funciona incluso en la escena postcréditos.
Argylle, Agente Secreto es una divertida película de espías, bien realizada, con buenas actuaciones y varias búsquedas disruptivas en la puesta y el guion. No se detiene nunca, y nos hace partícipes como espectadores, guiñándonos un ojo de vez en cuando, como hace el espía Argylle con todo su carisma, mientras salva el mundo.