Después de la trágica muerte de sus padres, Alicia Achiman se va a vivir con su tía Beth Crimisy a Wonderland (País de las maravillas), a la palaciega mansión familiar. Allí será testigo de eventos cada vez más perversos y comenzará a ver figuras extrañas que la conducirán hacia un lugar oscuro habitado por pesadillas y criaturas terroríficas.
Otro cuento oscuro
El cine de terror permite no solo el factor liberador de sentir terror sino que anida en su pecho una cuestión lúdica que le da libertad para usar personajes o narrativas de otros géneros y parodiarlos. Se han realizado películas dentro del horror con todos los personajes posibles, legales o fuera del copyright. Y lo mismo ocurre con las historias clásicas.
Alicia en el país de las maravillas, la obra maestra de Lewis Carroll, ha cautivado a generaciones con su narrativa surrealista y personajes inolvidables. Publicada por primera vez en 1865, la historia sigue a Alicia, una joven curiosa que cae por una madriguera de conejo y se sumerge en un mundo fantástico lleno de criaturas peculiares y eventos absurdos. La trama, aparentemente infantil, esconde capas de significado y críticas sociales, ofreciendo a lectores de todas las edades una experiencia literaria única y diferente según el momento de su consumo.
Aunque es de corte infantil, el libro de Carroll arrastra consigo un ADN absolutamente aterrador que consigue esconder bajo el prisma de lo absurdo, que logra capitalizar la atención dejando el resto para el subtexto. Claro que, expandiendo esa morbosidad implícita, hay un diamante en bruto para contar historias oscuras.
Alicia Achiman no es Babydoll
Alicia en el País de las Pesadillas (Alice in Terrorland) es la nueva apuesta de Richard John Taylor, un director inglés muy prolífico que tiene en su haber la titánica tarea de estrenar casi una película por año. La franquicia de The Krays, con The Krays: Dead Man Walking (2018) y The Krays: Gangsters Behind Bars (2021), Vengeance (2020) o The Huntress of Auschwitz (2022) son muestras de su capacidad creadora.
Todas sus historias dan vuelta alrededor de personajes oscuros, de gangsters a neonazis, lo que explica la elección del material original de Carroll para llevarlo a una esfera bastante más aterradora.
Alicia Achiman (Lizzy Willis) queda fuera del sistema luego de perder a sus padres. Todo parece indicar que terminará en algún lugar de paso hasta alcanzar la mayoría de edad y se plantan indicios que hay posibilidad de algunos problemas psiquiátricos. De esta espiral de tristeza la salva Beth Crimisy (Rula Lenska) una tía que habita una casona lindera con un bosque a la que llama País de las maravillas. Beth explica que el nombre de la casa deriva de la supuesta estancia de Lewis Carroll allí en el siglo XIX, lo que lo inspiró a escribir la obra homónima “Las aventuras de Alicia en el país de las maravillas”.
Mayúscula es la sorpresa de la señora mayor cuando se entera que Alicia (que lleva el nombre por el personaje del libro) no lo ha leído nunca. Así que comienza a leerlo mientras la joven pierde el límite entre la realidad y el mundo de fantasía. ¿Es una alucinación producto de una bebida prohibida o es un mensaje que esconde una razón bastante más oscura?
Escapando a través del agujero de un árbol
Alicia en el País de las Pesadillas es algo confusa por motivos conscientes e inconscientes. La narrativa está construída para marearnos y que perdamos la noción de si estamos en “la realidad” o en “la fantasía”, mientras que los enormes problemas de fotografía nos hacen sentir una molestia visual ante la falta de claridad en las imágenes y las texturas.
La información se va constituyendo como una suerte de rompecabezas que nos va ofreciendo pedazos de rumores o confirmaciones que nos llevan a la obvia respuesta. Todos sabemos quién gana o quién pierde, pero lo interesante es el camino. Las adaptaciones de los personajes son lo más loable de esta adaptación: el conejo blanco, Tallulah y Tara, el Sombrerero Loco o la Reina Roja en sus versiones de fantasía son lo más cercano a un cosplay terrorífico que alguna vez podríamos tener.
El problema es que todo se siente bastante teatral y obvio. Si algún personaje aparece, es para acercar más a la protagonista a la respuesta que es por demás obvia. Y lo hace siguiendo de manual el camino entre la realidad y la fantasía, de manera algo fordista y desapasionada, se vuelve más interesante cuando no sabemos en qué instancia de su situación estamos, cuando nos zambullimos con la protagonista en ese país de maravillas absurdo y lúgubre.
Alicia en el País de las Pesadillas es una película independiente que aprovecha los recursos: la casa y el bosque, los personajes, los vestuarios y la historia original de Lewis Carroll para hilar su propia narrativa. Por momentos, se vuelve demasiado enunciativa y deja de lado el absurdo, quitándole el valor lúdico que podría haber alcanzado de jugarse más.