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Luego de sobrevivir al ataque del MUTO (acrónimo de Organismo Terrestre Masivo No Identificado en sus siglas en inglés) en Alaska, Cate Randa, May Olowe-Hewitt, Kentaro Randa y Lee Shaw son interrogados por Monarch para descubrir qué conocen de la organización y las tareas del Doctor Randa padre. Con Shaw aún en custodia, los tres protagonistas deciden volver a San Francisco y continuar completando el rompecabezas de esta corporación.
Siempre es Godzilla
Monarch: el legado de los monstruos decide volver a las fuentes, donde todo sucedió. En este universo, como conocimos a través de las películas y estas series, los MUTO existen desde el inicio de los tiempos y el gobierno de Estados Unidos sabe de ellos desde la década del setenta. Pero la falta de investigación y el secretismo hizo que fuera una caja de Pandora que abrió sus alas e hizo llover fuego recién en 2014 con los hechos que se relataron en la primera película de Godzilla.
En este universo, “la gente común” se enteró de la existencia de monstruos prehistóricos con el ataque a San Francisco, una suerte de despertar a la realidad con un cachetazo que significó el fin de la inocencia para toda la humanidad. Es por este desastre que se comenzaron a crear los protocolos de emergencia, las redes comenzaron a mirar más allá, y la vida de quienes de una manera u otra están atravesados por Monarch, cambió. Y ese es el caso más extremo de una de las protagonistas de esta serie, Cate Randa (Anna Sawai).
Sin monstruos, salvo los demonios internos
Mientras que en el anterior episodio se dejaba de lado el festival de monstruos que habíamos visto en los primeros tres episodios para comenzar a completar los vacíos a partir del pasado de los personajes protagonistas, en este quinto episodio directamente no aparece ninguno.
El único plano monstruoso es uno que ya vimos de Cate observando a un Godzilla enojado en el puente de San Francisco. Y eso, obviamente, baja el nivel de involucramiento con la serie.
Pero a diferencia de lo que sucedía en el capítulo anterior con Kentaro Randa (Ren Watabe), aquí el pasado de Cate se completa a partir de los recuerdos del año anterior a la diégesis que estamos explorando (recuerden que los hechos de la serie se llevan a cabo en el año 2015 y lo de San Francisco sucedió en 2014) y eso sirve para accionar elementos del presente y no dejar tan colgado el flashback. Ahora bien, eso no quita que sigan siendo personajes sin demasiado peso específico y que sus historias son por demás genéricas. Esto nos hace pensar por qué no se quedan con Lee Shaw y nos dejan disfrutar de la familia Russell durante lo que queda de la serie.
Cate demuestra que no es “buena” y la serie lo acentúa desde el lugar más obvio y simplista: ella tiene una pareja mujer y la engaña al día siguiente que esta le ofrece vivir juntas. Al día siguiente de su engaño, su pareja -que siente la distancia- muere en el colectivo que vimos sobre el puente en los primeros episodios. Eso convierte a la protagonista y la lleva por la senda oscura que conocemos hoy.
Los restos de un mundo cambiado
Aunque la falta de monstruos (en un verosímil que nos habían construido de una manera más espectacular y épica en los primeros tres episodios) es un elemento que puede alejar a la audiencia de la pantalla, hay varios momentos y secuencias que nos ayudan a establecernos en este nuevo mundo.
Primero, finalmente podemos ver qué sucede con la madre de Cate al enterarse que su marido tenía una familia paralela. El paralelismo (valga la redundancia) con la madre de Kentaro es una buena muestra de cómo la edad te prepara para enfrentar las situaciones extremas de una manera diferente a cuando sos más joven.
Luego, ante la posibilidad que Randa padre haya dejado más información sobre Monarch y su paradero, los tres protagonistas deciden ir al epicentro del ataque de Godzilla en la ciudad de San Francisco para encontrar la oficina que (obviamente) está en un edificio destruido en la zona cero.
La manera de infiltrarse en este espacio (que recuerda situaciones de las primeras dos películas de Godzilla) y la forma de mostrar lo que quedó, una absoluta zona de guerra, le dan carnadura a este universo que fue cimentando su camino a medida que presentaba nuevos monstruos y no se detenía a ver qué sucedía con las ciudades y personas que dejaba a su paso el tendal de ataques.
Una ciudad similar a cosas como la serie postapocalíptica The Last of Us, con soldados adiestrados para disparar ante el primer atisbo de “carroñeros”, gente que vive bajo tierra y que no está dispuesta a abandonar su lugar y un museo visual en las calles de lo que significa una guerra es un pequeño destello ante tanto aburrimiento.
Un episodio sin sorpresas, transicional, sin aparición de MUTO, que utiliza los efectos especiales para dibujar una ciudad destrozada, y que pone el punto nodal en la próxima parada del equipo: África. Además prepara todo para una posible traición.