Plymouth, Massachusetts, es una pequeña ciudad que se enfrenta a un gran baño de sangre: durante los inicios del Día de Acción de Gracia, en un gran supermercado, se lleva a cabo la jornada de Black Friday (traducido “Viernes Negro”) donde aparecen los descuentos más jugosos. Una turba capitalista decide ingresar como sea al establecimiento y todo acaba en muertes y derramamiento de hemoglobina. Un año después alguien busca venganza por este hecho, eliminando a cada uno de los responsables.
Un maestro del horror
Eli Roth tiene una carrera en el cine de terror. Su debut cinematográfico llegó con La cabaña sangrienta (Cabin Fever, 2002), una película de terror independiente que sigue a un grupo de amigos cuya escapada a una cabaña se convierte en una pesadilla. A eso le siguieron Hostel (2005) y Hostel II (2007) donde explotó la cruenta veta del subgénero de la tortura y dejó polémicas a su paso. En Caníbales (The Green Inferno, 2013), Roth llevó el horror a la selva amazónica, inspirado en la obra del director italiano Ruggero Deodato, Holocausto caníbal (1980) que en un principio iba a llevar el nombre de Green Inferno. Luego de esto, tuvo un hiato de diez años en los que no volvió al género que lo vio nacer.
Mientras tanto, Roth se dedicó a producir y actuar, y a dirigir grandes tanques en aras de conseguir prestigio. Pero como él bien dijo en una entrevista exclusiva “estaba esperando el momento para tener el guión perfecto para mí, cuando llegó Viernes Negro nos pusimos a trabajar”.
En su regreso, todo es lo que se espera y más. Eli Roth parece haber estado armando escenarios mentales de cuál era la mejor manera de encarar su regreso al horror, Viernes Negro cumple al ritual toda la eucaristía del subgénero slasher (ese donde un asesino enmascarado va dejando un tendal de asesinados a su paso), con personajes interesantes, muertes creativas y mucho oficio para que además se cuelen críticas al mundo capitalista y el uso de las redes sociales.
Un poco de historia
Lo interesante además, de Viernes Negro, es que el asesino serial que lleva adelante todas las matanzas está representado por un hombre con una máscara de un personaje histórico importante de Plymouth: John Carver, uno de los líderes de los peregrinos de Mayflower y el primer gobernador de esa colonia. ¿Quiénes fueron los peregrinos? Un grupo de separatistas que fundaron una de las primeras colonias creadas por los ingleses en Norteamérica y el primer asentamiento permanente en la región de Nueva Inglaterra. De ellos nace el mito del Día de Acción de Gracias, con sus vestimentas y signos religiosos.
Quiere decir que en este caso el mal está encarnado por el mismo centro de la historia americana, como mirarse en un espejo oscuro donde todos pueden ser el asesino y, a la vez, el arquetipo está definido por la misma sociedad y su historia fundacional. Un hallazgo de parte del director.
Saber mezclar los elementos en la receta
Como siempre comentamos, el cine de terror tiene reglas bastante reconocidas y añejas, lo que lleva a que vaya mutando al adherirse a otros géneros en aras de no agotar(se); sin embargo no todos los directores tienen la capacidad de usar esos elementos y mezclarlos con precisión -incluso en un escenario donde son absolutamente predecibles-, y menos logran sumarle algo disruptivo que levante al terror y le aporte una nueva visión. Eli Roth lo consiguió con Viernes Negro.
Los personajes son arquetípicos, pero a la vez son distinguibles y hasta pueden llegar a preocuparte como espectador; la fotografía potencia las imágenes en todos los estados de ánimo que atraviesa la cinta; las muertes son intensas y extremas, logrando el complejo equilibrio de querer quitar la vista del asco pero a la vez no poder dejar de observarlas. Roth parece haber encontrado el Santo Grial de los grandes directores: conocer los elementos, su potencialidad y su finitud para aprovechar al máximo lo disponible y lograr historias que queden en la memoria.
La historia va avanzando con consistencia, evitando algunos lugares comunes del género y logrando un poco de incomodidad en ese proceso (¿cómo que nadie hace nada?), mostrando al final la razón de que esto no sucediera. Cada información va completando el rompecabezas hacia un final lógico pero que deja un poco de sabor agridulce al pensar en otras posibilidades. Porque Scream, Viernes 13, Halloween, y varios clásicos más, están presentes de manera diegética y extradiegética en la narrativa, lo que te lleva a haber imaginado un final similar al de la genialidad de Wes Craven.
La fiesta del regreso
El aporte que está realizando Roth es la confirmación que el cine también puede ser divertido y sangriento, como nos mostró la última iteración de Scream o El juego del miedo. El terror sofisticado, esa vanguardia subgenérica que mezcla al horror con el drama, había funcionado a nivel taquilla en algunas oportunidades pero había terminado por narcotizar al aporte más duro del terror, que estaba algo confuso este último lustro.
Viernes Negro ya tiene confirmada su segunda parte y puede ser el bastión de proa del regreso del slasher: de las muertes sin temor a la censura, de la incorrección como manera de divertimento, de los jóvenes gritando en conjunto ante una sorpresa o una muerte muy sangrienta, de lo que durante años y años significó el miedo en las salas oscuras del cine.
Un asesino serial imparable, un pueblo lleno de secretos, adolescentes hormonales, muertes sangrientas y creativas, sorpresas y tensión… Viernes Negro es la mejor manera de cerrar el año audiovisual del horror de la mano de un director ya mítico: Eli Roth.