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Cate Randa, May Olowe-Hewitt, Kentaro Randa y Lee Shaw deben sobrevivir en lo alto de una montaña nevada con un MUTO (acrónimo de Organismo Terrestre Masivo No Identificado en sus siglas en inglés), capaz de detectar el calor, que inicia una cacería voraz. Sin posibilidades de supervivencia, el grupo se separa y Kentaro finalmente logrará enfrentar el presente luchando contra su pasado.
Personajes, no víctimas desconocidas
Las series televisivas permiten bucear más fuertemente en historias y personajes, que si se restringe a los noventa minutos de un largometraje quedan afuera. Es un dispositivo que permite un involucramiento más potente por parte del público a propósito de los elementos que componen la historia, que muchas veces se diversifica de concentrarse meramente en la acción para focalizar en lo que motiva a los personajes a realizar esa acción.
Esto, además, responde a un paradigma económico-financiero: las series en la actualidad (salvo honrosas excepciones) no cuentan con un presupuesto holgado, lo que lleva a situaciones más “mundanas” que se utilizan para darle tridimensionalidad a los personajes, pero sobre todas las cosas: ahorrar varios millones.
Monarch: el legado de los monstruos hasta ahora se había concentrado en un esquema más cinematográfico, llevando en los tres primeros episodios una montaña rusa de emociones que recorría el globo y la historia, avanzando y retrocediendo en el tiempo, pero sin bajar nunca el pie del acelerador. Esto hacía que sea un poco confusa la narración y, por sobre todas las cosas, no nos permitía empatizar con los personajes… salvo Kurt Russell por su carisma innato.
El legado de J. J. Abrams
La serie Lost fue uno de los mascarones de proa del cambio de hábito y posicionamiento de las historias catódicas en el gran público. Nacida en el seno de la masividad de internet y la posibilidad de conectarse desde el hogar, se convirtió en una de las primeras muestras de cómo se genera comunidad y se discuten las narrativas.
Además, por los misterios que proponía, permitía y convocaba a tejer teorías y conspiraciones en los blogs y chats que terminaron explotando en una grieta fatal hacia el final de la serie de quienes estaban a favor del final contado por sus realizadores, o el que se imaginaron en todos los años de debates.
Sin embargo, hubo una estrategia muy inteligente por parte de Lost en la manera de contar la historia y estamos hablando de los flashbacks. Pequeños trozos de narrativas en el pasado que terminaban justificando y explicando cosas en el presente, y que definían una subtrama que iba dotando de carnadura a los personajes y cimentándolos a lo que se iba contando. En esta mítica serie, muchas veces era más interesante lo que sucedía en el pasado que en la isla, algo que de primera mano parece imposible conociendo lo disruptivo de la historia. Este instrumento narrativo comienza a utilizarse en Monarch a partir del cuarto episodio.
El orden y la potencialidad
La serie, desde el comienzo, decidió contar la historia de la corporación antes que la de los personajes. Monarch: el legado de los monstruos, a pesar de nacer de la relación descubierta de ambos protagonistas como hermanastros y de la desaparición de su padre, siempre se construyó alrededor de los monstruos y la búsqueda de la verdad. No se sentía muy necesario indagar en el pasado, sobre todo teniendo en cuenta la cantidad de puntos narrativos a resolver.
Sí, es cierto que el constante avance delimitado por idas y vueltas en el tiempo, sin la cocción necesaria para degustar a los protagonistas, convertía el viaje en algo un poco confuso. No obstante, la potencia de lo que se contaba más la utilización de buenos efectos especiales nos alejaba de hacernos las preguntas a propósito de los personajes. Teniendo en cuenta que son diez episodios en total, es momento de bajar el pie del acelerador y ordenar el tablero.
Kentaro Randa (Ren Watabe) era del trío protagonista el menos interesante. Quizás por su actitud más pasiva y el poco aporte a la resolución de misterios que plantea, este cuarto episodio se dedica a trabajar en su pasado reciente para darnos una mejor idea de quién es y por qué es importante. Y sigue sin funcionar. Nos metemos de lleno en su intento de convertirse en artista respetado, con privilegios y una manera algo cínica de ver el mundo. Necesita fervientemente el amor de su padre, mientras se apalanca en su madre para saber que nada malo le va a pasar.
Y allí conoce a May Olowe-Hewitt (Kiersey Clemons), una mujer de mucha personalidad y con un pasado misterioso que solo con dos o tres planos ya se configura en más interesante que el hijo Randa. Lo que tenía la potencialidad de ser la forma de enaltecer a los personajes y que nos importe más su futuro, desnuda lo poco importantes e interesantes que son para la trama. Se siente como la víctima adolescente en cualquier película del subgénero slasher que se precie de tal.
El episodio se desarrolla solo entre 2015 y 2014, siguiendo la aventura de este cuarteto, intentando sobrevivir el frío atroz y a un Titan nevado del que querríamos saber más. El pasado de Kentaro lo enfrenta al fantasma de su padre y las pequeñas pistas que fue dejando para su búsqueda, en un paso en falso de una aventura que hasta este episodio no se detenía y que de repente colocó el freno de mano. Veremos si para los próximos capítulos siguen esta estructura o fue una prueba narrativa.