Charles Caleb Colton dijo que la imitación es ‘la forma más sincera de adulación’. Estar completamente seguros de a qué se refería con ello no es fácil. Sin embargo, si trasladamos este dicho a la industria del videojuego actual, los ejemplos a los que aplica son, cuanto menos, numerosos. Un claro ejemplo de ello es The Last Faith, el primer trabajo de Kumi Souls Games, el cual se siente como una combinación entre Bloodborne y Blasphemous. Es un metroidvania que toma prestados varios elementos de los desarrollos de FromSoftware y The Game Kitchen para dar forma a su universo. Lo mejor es que los implementa con éxito dando como resultado un videojuego que, si bien no hace nada que lo haga destacar en el género, ofrece una experiencia satisfactoria y -en cierto punto- adictiva.
En The Last Faith nos pondremos en los zapatos de Eryk, una especie de cazador de demonios cuyo objetivo es curarse de la misteriosa maldición. La historia tiene su gancho, aunque requiere que dediquemos buena parte de nuestro tiempo a descubrirla. Para ello será necesario leer descripciones de objetos e hilar crípticas conversaciones que tendremos con los diferentes NPC con las decenas de notas diseminadas por el mundo. Caso contrario, pasa a un segundo plano y podremos llegar a terminar la partida sin estar completamente seguros de que es lo que está sucediendo.
La jugabilidad marca todos los casilleros de lo que esperaríamos de un metroidvania: un mapa gigantesco e interconectado, secretos ocultos detrás de paredes falsas, jefes canónicos y opcionales, y, por supuesto, pozos llenos de pinchos. La exploración está sujeta al típico repertorio de habilidades, como por ejemplo el doble salto, con las cuales llegaremos a nuevos lugares o al inalcanzable cofre que vimos al comienzo de la aventura. Ese al que siempre intentamos llegar, aún a sabiendas de que no es posible, puesto que es la forma en la que el juego nos indica que tendremos que regresar más adelante.
Por el lado de Bloodborne (o del soulslike, si se prefiere el término) además de la ambientación, Kumi Souls Games toma prestado el sistema de progresión de personaje. Es decir, usaremos las almas de los enemigos muertos -aquí llamada Nycrux- como moneda de cambio y mejorar nuestros atributos, subir el nivel de las armas o comprar nuevo equipo. En este sentido, lo más interesante es que siendo un metroidvania, el juego ofrece la flexibilidad para ajustar la experiencia a nuestro estilo de juego. Podemos ir por la fuerza bruta típica de un guerrero, la astucia de un pícaro, la inteligencia de un mago, o dar forma a un híbrido totalmente personalizado.
Cualquiera con una mínima experiencia en cualquiera de los géneros se sentirá como en casa. Todo se siente extremadamente familiar ya que el juego no introduce ningún tipo de mecánica o capa de complejidad a una fórmula que ha dado sobradas pruebas de su funcionamiento. Esto es algo bueno, sí, pero también un factor que resta cierto valor al título. Es decir, el juego cumple lo que promete, pero nada más. Por lo que si se llega aquí con la expectativa de encontrar algo diferente, la decepción puede hacernos prisioneros de sus garras.
Entonces ¿Qué es lo que convierte a The Last Faith en una experiencia satisfactoria? La respuesta a esta incógnita es muy sencilla: la sólida base jugable sobre la que está edificado. Es un juego que funciona bien y carece de situaciones frustrantes, lo cual es genial. Los controles son muy receptivos, la variedad de hechizos y armas es sumamente amplia y la exploración no lineal que logra hacernos sentir perdidos en un fascinante mundo, se sienten realmente bien. Quizá suene extraño o incluso contradictorio decir esto, pero se siente como un metroidvania que nos mete en una suerte de zona de confort que se ve socavada por pequeñas molestias y la ausencia de desafío. Porque morir, aquí se vuelve algo anecdótico, solo relegado a peleas contra jefes muy concretos o a la falta de pulido en los segmentos de plataformeo.
Respecto de los jefes, la mayoría de ellos son bastante equilibrados, con patrones claros y legibles. Si bien requiere que dediquemos algo de tiempo de aprendizaje, ninguno de ellos nos tomará más de 3 o 4 intentos para superarlos. Sin embargo, el inconveniente es que cada jefe tiene un conjunto único y poco variado de ataques, y no son para nada agresivos. De hecho, en más de una ocasión, la estrategia para derrotarlos consiste en pararse frente a ellos y lanzar ataques sin parar, debiendo alejarse el tiempo necesario para tomar una poción curativa.
Otro problema es el exceso de enemigos voladores y los medios limitados de los que disponemos para enfrentarlos. Eryk solo puede golpear de frente, por lo que si no contamos con algún hechizo capaz de atacar hacia arriba para lidiar con ellos en determinadas áreas, puede volverse un ligero dolor de cabeza. Pero no sólo porque estaremos obligados a saltar constantemente intentando alcanzarlos, sino porque algunos ataques que realizan, especialmente los que causan daño de fuego o hielo, son devastadores.
En cuanto al plataformeo, The Last Faith adolece de los mismos inconvenientes que el primer Blasphemous. Si bien aquí las muertes por caída no son frecuentes, resulta difícil tener en claro que tan cerca hemos de estar para poder sujetarnos de una saliente. Pero lo peor en este sentido es que nunca estaremos completamente seguros de cuando un pozo es la entrada a una nueva zona o a un vacío sin fondo que nos enviará de regreso al último punto de control. Incluso el mapa que podemos ver en el menú resulta confuso porque algunas áreas parecen estar interconectadas con otras verticalmente, dando la sensación de que podríamos aterrizar en una zona segura cuando no es así.
Al final del día, dichas asperezas impactan en el título, pero sin contundencia. Durante las 25 horas que puede tomarnos terminar la aventura, rara será la vez en que nos sintamos frustrados. Tan solo bastará con prestar un poco de atención y tener a mano el equipo necesario para lidiar con cualquier amenaza. Además, la propia naturaleza de la progresión hace que sea fácil ‘romper’ la dificultad, adentrándonos en una fantasía de poder hacia mitad de la partida. Entonces, sí, el desafío se diluye pero es dicho factor el que también nos mantendrá pegados a la pantalla, disfrutando de largas sesiones de juego.
Además, The Last Faith es un deleite visual y su pixel art es absolutamente magnífico. Cada zona se siente bien diferenciadas entre sí con fondos sumamente detallados que hacen un excelente trabajo estableciendo una sensación de escala. El mundo en general se siente cohesivo, aún cuando estemos luchando en el techo de una catedral o en lo profundo de una cripta. Las animaciones son muy fluidas, aunque destaca el excelente nivel de las mismas al ejecutar a un enemigo. Se nota que desde Kumi Souls Games pusieron gran empeño aquí dotándolas no solo de mucha sangre, sino también de mucha espectacularidad.
Lo mismo puede decirse de los NPC que habitan el desolado mundo del juego. Casi todos tienen un diseño muy interesante y actuaciones de voz que les aportan mucha personalidad. De hecho, el protagonista no es el típico personaje silencioso, sino que cuenta con sus propias líneas de diálogo y una vocalización que recuerda al mismísimo Geralt De Rivia. La música también es buena, aunque no tan maravillosa como el apartado visual. Las melodías pasan de relajantes tonadas, como la que se escucha en los puntos de guardado, a segmentos orquestales cuya épica contribuyen a dar forma a la atmósfera y meternos de cabeza en el mundo.
Si bien puede entenderse a The Last Faith como un homenaje o ‘imitación’ dentro del género, ocupa su lugar como un título muy sólido. Un excelente título debut para un estudio independiente que ofrece grandes dosis de diversión. Por supuesto, los detalles están ahí, como por ejemplo la falta de desafío en las peleas contra los jefes, lo fácil que es romper la experiencia debido a la progresión o la ausencia de novedades. Aún así, es un título que vale la pena, incluso para los más experimentados. Una propuesta contundente que si bien no sorprende, tampoco decepciona en absoluto. Sin embargo, lo más interesante de todo esto es que Kumi Souls Games comenzó con buen pie sus andanzas por la industria dejándonos expectantes por ver que son capaces de hacer de cara al futuro.