Margot Richardson vuelve a su casa familiar con la desesperación de descubrir al autor del asesinato de su hermana, Evie, veinte años antes. Las consecuencias de ese atroz acto le trastocaron la psiquis por lo que estuvo mucho tiempo en psiquiátricos. Para enfrentar ese pasado y resolver su vida decide pasar la noche en el lugar donde todo ocurrió. Tras una serie de aterradores encuentros con el fantasma de Evie a las 09:09 de la noche, Margot sabe que debe luchar para conocer la verdad de una vez por todas.
Terror genérico
El cine de terror es un bálsamo. Lo ha sido desde sus comienzos, sumando voluntades ante una pantalla para, de manera catártica, externalizar las tensiones por medio de gritos y risas. Es un evento social, entre amigos o parejas y es un clásico que nunca pasa de moda.
Pero eso también determina que se estanque. Los géneros son fluidos y necesitan transmutar y mezclarse con otros géneros para estirar los límites de sus propias reglas, todo en aras de no aburrir a un público ávido de consumir pero reticente a la repetición. Pero eso no es tan simple: para llegar a un estadío de nuevo piso es necesario una visión clara y disruptiva, mientras que la fórmula y los grandes estudios prefieren ir a lo seguro.
Y aunque suene extraño, las películas más genéricas de terror de Hollywood pueden no funcionar tan bien en su país, pero generar grandes dividendos en los países de Latinoamérica. Y El demonio entre nosotros es una muestra de ello.
El director que logró un hit
El director Lawrence Fowler, con sólo 33 años es un ejemplo de este tipo de fórmulas. Realizó tres largometrajes hasta el momento: Curse of the Witch’s Doll (2018), Jack en la caja siniestra (The Jack in the Box, 2019), The Jack in the Box: El despertar (The Jack in the Box: Awakening, 2022); y fue con su segundo opus que logró configurar un nombre propio. Pero menos en su región.
Jack en la caja siniestra tuvo estreno en Argentina y varios países de la región, pero en Estados Unidos pasó sin pena ni gloria directamente a los servicios de streaming. En esta franquicia, tenemos a un muñeco desagradable y vistosamente horroroso, unas personas que serán carne de cañón y un trato que involucra muertes. El problema es que, aunque el cuento funciona, no tiene nada que lo diferencie a cientos de películas de este tipo que ya vimos. Y, sin embargo, las puertas del cine se abrieron para su exhibición.
Una casa y un secreto
El demonio entre nosotros (The Ghost Within) presenta una estructura fragmentada que va en detrimento de lo que se quiere contar. Primero parece ser la historia de una persona con problemas mentales afrontando sus miedos (haciendo un paralelismo a título simplemente narrativo, El Resplandor -1980-), luego muta a una película de casa embrujada más en línea con el J-Horror (las películas de terror japonesas con niñas de cabello largo y negro que tapan su cara) para terminar en una narrativa de expertos paranormales que buscan pruebas de la existencia de fantasmas (más en línea con El Conjuro -2013- o los personajes secundarios y Elise Reiner en La noche del demonio -2010-).
Pero para que todo eso tenga sentido, se abroquela a través del personaje principal Margot Richardson (Michaela Longden) que lamentablemente carece de carisma y pone empinado el camino a empatizar con lo que sucede. En el medio, hay un novio que engaña y manipula, absolutamente acartonado, con una escena de “erotismo” con su amante que produce mucha vergüenza ajena y, luego, el antagonista: Evie Knightly (Rebecca Phillipson).
Evie es una niña que nació con una deformidad y por eso lleva una máscara siempre consigo. La novia de su padre y las amigas de su hermana no quieren saber nada más con ella. Pero en un momento fallece y el padre se hace responsable por la muerte, terminando en prisión y muriendo en ella. Pero el fantasma le dice a su hermana que el padre no lo hizo.
Climas y propuestas
El problema con este estreno es que es fallido. Durante la primera mitad las apariciones del fantasma de Evie están sobreiluminadas, perdiendo la posibilidad de crear tensión y generar horror a goteo para un final electrizante. Todo lo que realiza el personaje cae en el lugar común, uno puede adelantarse constantemente a lo que va a suceder todo el tiempo. Y si a eso le sumamos el incesante uso del jumpscare (un sonido estridente y algo que aparece de sorpresa frente a cámara para asustar) en cada momento, tenemos un producto que conoce sus reglas pero las utiliza incorrectamente.
El demonio entre nosotros tiene la potencialidad de ser un mejor producto, pero navega en convencionalismos y mal manejo de recursos audiovisuales. Se apoya en los lugares conocidos: fantasma, casa antigua y gigante, reflejos en los espejos, personas que al dar la vuelta no están más, pero no aporta nada nuevo.
Y todo es tan simplista que la respuesta que sostiene todo el conflicto se adivina desde el primer acto, es absolutamente predecible. ¿Cómo sorprenderse entonces? La aparición de los personajes de Barton Bailey (Simon Davies) y de Charlie Bailey (Max Easton) llega tarde y naufraga en unos cambios arbitrarios que restan en lugar de sumar. Nuevamente, había algo ahí para explotar en términos de “fenómeno real o no”, pero se tomaron todas las decisiones incorrectas.
La nueva película de Lawrence Fowler tenía todos los elementos para ser una genérica pero correcta película de terror. Pero las malas decisiones la convierten en una experiencia a saltearse en tiempos de tanta oferta.