El detective Danny Rourke (Ben Affleck) se ve inmerso en un laberinto de especulaciones y control mental, mientras investiga una serie de asaltos a diferentes bancos donde nadie roba dinero. Con un pasado doloroso por el secuestro de su hija, recurrirá a la ayuda de Diana Cruz (Alice Braga), una psíquica superdotada, para entender a quién persigue… ¿o es perseguido?
Rebelde con causa -fílmica-
Robert Rodriguez siempre fue un rebelde, se dio a conocer en el sistema de estudios a través de la mejor manera: realizando la película que -hasta ese momento- era la más barata de la que se tenía registro: El Mariachi (1992), que luego reformuló al “estilo Hollywood” en lo que fue Pistolero (1995) con Antonio Banderas.
En su carrera probó varios géneros y logró un estatus poco común: se lo considera un autor, a pesar de trabajar siempre dentro de los límites más conocidos y con propuestas comerciales. Pero su “registro de autor” se da en el modelo de producción: es tanto director como guionista, editor, músico y coordinador de dobles de riesgo. Robert Rodriguez es un todo terreno que aglutina varias funciones técnicas y define mejor su visión, con altos y bajos.
Su unión y amistad con Quentin Tarantino (con quien realizó Grindhouse y Cuatro Habitaciones) y su tendencia a innovar en universos de fantasía sin el presupuesto necesario, lo vuelven un encantador de serpientes para el público y sus repartos, Robert tiene actores y actrices fetiches que siempre están dispuestos a volver a trabajar con él.
El hombre detrás de la máscara, sin máscara
Para Hipnosis: Arma Invisible (Hypnotic) el elegido para tener todo el peso narrativo es Ben Affleck, un actor más que reconocido y que ha sabido ejercer correctamente el trabajo detrás de cámaras como director y guionista, un maridaje de personalidad con Robert Rodriguez que los convierten en pareja ideal.
Luego de varios traspiés a propósito de algunos consumos problemáticos, su separación marital sobreexpuesta en los medios y todo el affaire con su versión de Batman y lo sucedido entre Zack Snyder y Warner podría haber desestabilizado a cualquiera, pero Affleck logró sortear la tormenta con diferentes propuestas como el thriller erótico Aguas Profundas (donde vivió un amorío con Ana de Armas), el regreso al universo de Kevin Smith con Clerks III, la historia de Jordan en las zapatillas con Air, la historia detrás del logo, y su ¿despedida? como el Murciélago en The Flash. Cosas diferentes que le permitieron mostrar cierto carácter camaleónico.
Para esta película era necesario un actor como Affleck: algo adusto, que impone respeto y distancia, pero que a la vez contenga sentimientos que pueda hacer aflorar a gotas ante situaciones específicas. Y saber manejar poderes psicokinéticos.
Una de mutantes, pero no tanto
Porque Hipnosis: Arma Invisible es básicamente una película de gente con poderes. A través de la palabra, ciertos personajes pueden alterar la realidad de quien escucha y controlarlo a consciencia. Pueden hacerte ver cosas que no existen o hacerte tomar decisiones que no querías tomar.
Pero todo enmarcado en un thriller policial, porque Robert Rodriguez va instalando el elemento de fantasía de a poco. Al principio hace pensar que estamos ante un villano capaz de controlar a la gente a voluntad, luego descubrimos que hay una guerra oculta entre dos facciones, pero en el medio estamos ante la historia de un padre que busca a su hija. Y el director logra ese equilibrio.
Y eso se debe a que hace veinte años que está con este proyecto a cuestas. En un proyecto que buscaba evocar gemas hitchcokianas como Vértigo (1958), en las palabras de su director: “Hipnosis: arma invisible siempre ha sido mi historia original favorita desde que empecé a escribir. Simplemente, capturó mi imaginación y alimentó muchísimas ideas, porque hace lo que intentamos hacer como cineastas. Metes al público en una habitación oscura y tratas de hacerle creer que lo que está viendo es absolutamente real, al menos lo suficientemente real como para que se implique emocionalmente. Creas una construcción hipnótica con imágenes, sonido y música, para hacerles creer y sentir de una determinada manera. Y de eso se trata esta película. Eso es lo que les pasa a los personajes, que no saben distinguir lo que es real de lo que no lo es. Ese juego constante con los personajes es lo que hacemos los cineastas con el público... esta toma eso, pisa el acelerador y llega hasta el final”.
De más a menos
Lo común al contar historias es ir de menos a más, construyendo las reglas que irán delimitando el camino hacia la resolución del conflicto, que para que se sienta grandioso tiene que ser explosivo y gigante. Robert Rodriguez toma decisiones bastante disruptivas, ya que al llegar al tercer acto cambia completamente el eje de lo que se cuenta y se muestran los hilos. Algunos hilos que hacen recordar mucho su amor por el cine y los estudios de grabación.
El universo que propone Hipnosis: Arma Invisible es gigante, pero lo que vemos es solo un recorte, las implicancias de vivir en un mundo con gente capaz de controlarnos solo con la voz pueden ser aterradoras y fascinantes para contar relatos; pero la decisión es volver al centro y nudo de la cuestión: el amor de un padre por su hija, su deseo a cuidarla y la entrega ante la adversidad.
Y allí radica el punto más problemático: una vez que se resuelve el misterio, durante el final del segundo acto, el tercer acto se nota cansino y falto de motivación. Como si todas las energías hubiesen sido puestas en la primera parte y una vez que se ve al mago detrás de la cortina, nada vuelve a sorprender. Sin embargo, no deja de ser un entretenido thriller policial con poderes, algo poco común en la industria, algo que solo personas como Robert Rodriguez pueden vender.