Uno de los nombres que tiene el diablo a la hora de presentarse es Legión, porque es muchos. Una construcción que desde lo sintáctico es equivocada, pero que desde lo simbólico cuenta mucho: el mal es más simple de extenderse; es más sencillo ser villano que héroe, ser maligno que bondadoso.
Los elementos oscuros del alma humana son más fáciles de calar, ser héroe siempre cuesta más.
La sociedad de asesinos
Con el segundo episodio ya estrenado en Amazon Prime (y el último por estrenarse el viernes que viene), la serie logra acomodarse mejor en su unicidad. Mientras que en la primera parte de la miniserie “obligaba” a compararla con el material original, esta segunda ya se siente más establecida.
El engaño estaba puesto en la falta de un protagonismo claro: Wilson Scott (Colin Woodell) parecía ser el héroe y Cormac O’Connor (Mel Gibson) el villano, pero la acción se centraba exclusivamente en el hermano del que debería ser el protagonista y dejaba bastante relegado el papel villanesco de Mel, parecía ser malvado porque así lo pedía el guión.
Cómo estamos frente a un grupo de personas algo “polémico”, entendemos que la fuerza la hace la unidad: el grupo de los asesinos deja de ser Wilson y varios más, para ser una fuerza de choque cohesionada, con especificidades y un objetivo único (aunque sabemos que cada uno tiene su propia agenda), ahora son Legión.
Esto permite re-categorizar la serie para llevarla más al sub-género “Heist”, esas historias donde un grupo tiene que realizar un atraco y se juntan a personajes con cualidades específicas y personalidades en conflicto, en pos de vengarse de alguien. Ver a varios asesinos unirse para enfrentar al encargado del Hotel El Continental de Nueva York es más divertido que copiar una fórmula.
La justificación torpe de la violencia
Cómo si fuese matemática pura, el establecimiento de un protagonista más claro y con un objetivo más preciso reverbera y potencia al antagonista. Cormac parecía simplemente un nombre a temer, un susurro de poder que se comentaba entre colegas pero se sentía algo injustificado.
Secuestrar a Scott para llevarlo de Inglaterra a Nueva York no parecía infundir el respeto que todos decían tenerle. Incluso, con la aparición de uno de los brazos ejecutores de la Mesa Alta se ponía el clavo final en un ataúd eunuco que le quitaba a Gibson visos de potencia y maldad.
Pero como en un perfecto sistema equilibrado, Cormac gana peso. Porque el peligro de la Mesa Alta lo obliga a crear una fuerza de choque, además descubrimos cómo el pasado de Winston se cruzó con este ser y luego ante la posibilidad de perder a Charón (Ayomide Adegun) vemos el nivel de sadismo y la malevolencia de un Mel Gibson finalmente desatado… algo que estábamos esperando.
¿Pero es suficiente esto? ¿Cómo se puede justificar la violencia por la violencia misma? ¿No es un poco torpe? La serie tiene la posibilidad de demostrar sus cartas en la última etapa.
“Existe un grupo de gente capaz de solucionar problemas, puedo presentártelos”
La primera parte del episodio (que con casi 90 minutos de duración se siente como una película) tiene la pata divertida al unir y presentar a la gente que formará parte del equipo de Winston; pero también aprovecha el metraje para despedir a su hermano, para terminar de vestirlo por medio de un flashback y sobre todo para ayudar a calar la relación entre los personajes.
Frankie Scott (Ben Robson), aquel que parecía el protagonista de la primera parte, deja de estar presente en cuerpo pero sigue siendo el elemento aglutinador que sirve de nexo entre el resto de los personajes. Sus decisiones definieron a varios de los personajes que recorren a este grupo, y ese sentimiento de fidelidad es el que solidifica el accionar. Si fuese un equipo sin convicciones, no empatizaríamos.
Miles (Hubert Point-Du Jour) y Lou (Jessica Allain) logran destacar, el primero en su rol de facilitador, y la segunda siendo una heroína de acción a la antigua, con códigos morales que recuerdan a personajes como Batman; la secuencia en donde arregla las diferencias con el nuevo jefe de la banda de su barrio es un buen ejemplo.
Luego conocemos a otros personajes que formarán parte (como el francotirador con problemas de vista), pero el comodín parece ser Yen (Nhung Kate) a la que vemos en el pasado y su origen, pero también la acompañamos en su proceso de duelo. Su actitud, su escasez de demostraciones de humanidad y su efectividad la convierten en un personaje con mucho potencial.
Un mundo nuevo y peligroso
El tercer elemento es el de la policía, el escándalo llevado a cabo por Frankie coloca al Continental en un lugar en disputa: una detective comienza a hacer las preguntas correctas, a medida que nos damos cuenta que el poder de la Mesa Alta en la década de los setenta no es tan potente como en los tiempos de Keanu.
Puede ser algo interesante para seguir investigando, por suerte la historia no se detiene sólo allí. El elemento que el hermano Scott robó sigue perdido, pero no importa tanto: Winston y Yen quieren venganza, el primero tiene mucho dinero y la segunda mucha bronca acumulada. Ahora tienen un equipo y comienzan a pergeñar un plan.
En el medio de todo esto encontramos a Charón, que tendrá un lugar de relevancia en el futuro de Winston Scott y que ahora parece ser el elemento final que logrará terminar con el reinado de Cormac.
Un segundo episodio más equilibrado y preciso que el primero. Con tres fuerzas en pugna: los que buscan venganza, Cormac y la Mesa Alta preparando los motores para un final que promete un asalto al corazón de El Continental de Nueva York similar al que vimos en John Wick 3: Parabellum… deseamos que esté a la altura.