REVIEW | Fading Afternoon: Duro como la vida misma

Tal como decía Pablo Milanés en su canción Años: “El tiempo pasa, nos vamos volviendo viejos”. Pocas cosas pueden llegar a afectar tanto a un ser vivo como la edad. Las articulaciones comienzan a doler, el cuerpo no responde de la misma forma y la melancolía de que el pasado fue mejor se apodera de los pensamientos. No existe en la Tierra un alma tan hábil que pueda escapar del dulce abrazo de la muerte cuando esta decide venir a golpear la puerta. Yeo, es un desarrollador que impregna sus títulos de estos temas y Fading Afternoon, su nuevo trabajo, no es la excepción. No obstante, detrás de su capa de existencialismo, se esconde un videojuego realmente muy bueno e inmersivo. Uno que si bien no es para todo el mundo, sorprende por presentar una narrativa tan impactante como la del Dragón de Dojima.

Contrario a lo que se podría esperar, Yeo no es japonés. Es un desarrollador ruso que, en colaboración con su padre, ha logrado dar vida a una serie de obras que captan a la perfección la cultura y tradiciones propias del país del sol naciente. Estos elementos, ya habían sido plasmados con maestría en The Friends of Ringo Ishikawa y ahora vuelven a hacer gala en Fading Afternoon.

Se trata de un videojuego muy especial, que nos da la libertad de transitar diferentes caminos que se ramifican para concluir en diferentes finales. Una obra de autor, críptica cuando quiere, que te suelta la mano ni bien se comienza una nueva partida.

El título nos pone en el papel de Seiji Maruyama -también conocido como ‘Gozuki’-, un yakuza de mediana edad que acaba de salir de prisión, tras unos largos años sin ver el sol. Por fortuna, su jefe Azuma está esperándolo para darle la bienvenida, pero también para ponerlo al día de todo lo que ha pasado mientras el tiempo pareciera haberse detenido para él. Es entonces que nuestro protagonista se ve arrojado a una realidad muy distinta a la que imaginaba. Una donde la familia de la que forma parte ya no tiene el poder y el respeto de antaño. Y es, justamente, por el honor, por su compromiso y por el deseo de volver a tiempos mejores, que decide poner manos a la obra para intentar que todo sea como antes.

Lo que nadie sabe y que como jugadores descubrimos a los cinco minutos de comenzar a jugar, es que los años han pasado para Maruyama. En todo sentido. Su cuerpo ya no es el que era; está lleno de cicatrices y padece una enfermedad que lo consume poco a poco. Con esta información en nuestro poder, es posible tomar dos caminos: optar por una vida criminal, donde puñetazos y patadas son el pan de cada día, o permitir al viejo yakuza terminar sus días de forma pacífica, mientras espera que la muerte venga a buscarlo.

En Fading Afternoon no hay caminos correctos o equivocados y su jugabilidad se divide entre exploración y combate. Somos libres de hacer lo que queramos debido a que la ciudad en que transcurre la aventura ofrece una amplia variedad de actividades para realizar. Podemos pescar, comer en un restaurante, ahogar las penas en alcohol en la barra de un viejo bar, jugar al billar o tener citas. Eso sí, quizá el camino del pacifismo no reporte muchas ganancias y es probable que no pase mucho tiempo hasta que Maruyama termine durmiendo a la intemperie, en el duro banco de cemento de un parque.

Por otra parte, si decidimos tomar cartas en el asunto e involucrarnos nuevamente con nuestra familia y el deber como yakuza, la violencia es la respuesta que buscamos. La ciudad se divide en diferentes sectores que a su vez están controlados por cuatro diferentes familias que responden a los designios del Oyabun. Sin embargo, eso no quiere decir que, en su afán por conseguir más dinero y poder, las guerras entre facciones estén prohibidas. Por el contrario, están permitidas pero con la condición de no atentar contra la vida de los jefes. Teniendo esto en cuenta, podemos ir a cualquier territorio y, de un puñetazo, hincharle la cara a cualquier matón de poca monta que nos mire mal. Cualquier excusa es válida si el objetivo es agenciarse el sector.

El sistema de combate es el típico que podríamos esperar de cualquier beat ‘em up y muy similar al de The Friends of Ringo Ishikawa. De hecho, muchas animaciones son similares y, el motivo de esto, es que fueron realizadas por Nikolay, el padre de Yeo y uno de los primeros karatekas Kyokushin soviéticos. Dejando de lado el dato de color, el control es simple y durante las peleas solo se usan dos botones: uno para los puños y otro para patear. No obstante, dependerá mucho de cómo movamos el direccional, ya que los movimientos variarán considerablemente. Por ejemplo, podemos realizar patadas giratorias, descendentes, barridas, o incluso bloquear, contraatacar y romper el brazo del pobre incauto que ose intentar tocarnos.

También hay agarres (con movimientos de wrestling incluidos), la posibilidad de luchar con espadas, cuchillos y hasta con pistolas. La reputación de Maruyama no es inventada y a la hora de pelear, pese a los años que tiene encima, se desenvuelve con mucha soltura. Incluso hasta tiene los reflejos suficientes para quitar cualquier arma de las manos de sus enemigos. Y lo mejor es que todo está muy bien animado, con fluidez y cuidado.

El problema con el combate es que por momentos se vuelve caótico y a veces simple, debido a que spamear un ataque lo resuelve todo. O al menos así lo percibí en mi experiencia. Pero también hay circunstancias en las que es injusto. La salud de nuestro protagonista es muy difícil de recuperar y lo entiendo, porque hay un sentido narrativo detrás de ello. Pero cuando un enemigo arroja un botellazo que, por cuestiones de diseño tanto del control como del escenario, se hace imposible de esquivar, esos treinta o cuarenta puntos de vida perdidos duelen en el alma. Es muy fácil recibir golpes y difícil esquivarlos porque para ello hay que tener presionado el botón de golpear, lo cual no resulta especialmente cómodo. Estoy seguro de que una mecánica de esquiva más ágil hubiera mitigado esta sensación.

Ahora, si la única penalización al ser apaleados fuera terminar en un hospital, no pasa nada. Sin embargo, Fading Afternoon tiene muchas cosas que no te explica y que se descubren por el empírico método del ensayo y error. No voy a profundizar en este aspecto, puesto que considero que la línea que divide el límite del spoiler es delgada. Además, creo firmemente que, parte de la experiencia de juego, pasa por esa sensación de descubrir justamente cómo funciona. Solo diré que ser derribado en una pelea, puede traer consecuencias muy graves porque, como ya he destacado previamente, el paso del tiempo no espera a nadie.

La parte buena de repartir bofetadas a diestra y siniestra es que obtendremos dinero. Mucho, he de decir. Y al igual que en la realidad, el vil metal es la solución a varios de los problemas de la vida. Además de pagarles a los yakuza de bajo nivel para que cuiden de los territorios conquistados, también podremos comprar una casa donde dormir a gusto y un coche para movernos más rápido o nueva vestimenta. Todos estos objetos materiales son sinónimos de estatus y poder. O dicho de otro modo, son cosas que nos hacen dignos de admiración por parte de nuestros súbditos, que no dudaran en inclinarse en señal de respeto al vernos llegar.

Los detalles son una de las características más destacadas en los trabajos de Yeo. Hay cosas que podemos hacer que no tienen un sentido narrativo o lúdico, pero están ahí para contribuir a la inmersión. Por ejemplo, podemos hacer que Maruyama fume, se peine, se recorte la barba, camine con su chaqueta colgando del hombro, se siente o se quede apoyado contra una pared contemplando el horizonte. Como digo, esto no sirve absolutamente para nada si lo trasladamos al plano jugable, pero logra meternos en la piel del protagonista. A través de estas acciones se construye un lazo muy fuerte y cuidamos de él como si de nosotros mismos se tratara.

Fading Afternoon es un videojuego que no nos subestima, sino que espera que seamos nosotros quienes entendamos cómo funciona. Pero, una de sus mayores virtudes por momentos se convierte en un contratiempo. Cuando hice mención a que no es para todo el mundo, me refería a que no solo te suelta de la mano rápidamente, sino que puede llegar a ser muy confuso saber qué hacer, cuándo y dónde. No hay recordatorios, inventario o interfaz donde se pueda consultar el objetivo a seguir. Si te olvidaste de algo, ya no hay vuelta atrás. Y ese algo, puede tener implicaciones considerables que pueden enviarnos a los créditos finales sin escalas. Lo digo por experiencia. Aún así, no considero que sea un problema como tal. Quizá una barrera de entrada que puede llegar a espantar a quien llegue aquí pensando que solo es un beat ‘em up.

Para terminar, solo resta mencionar que el título presenta un apartado artístico que, si bien no es lo que se diga atractivo, es extremadamente expresivo. Es increíble como mediante un conjunto de píxeles gordos y coloridos, la ciudad se siente viva y podemos darnos cuenta cuando un personaje habla, si está enojado o triste. Además, todo está impregnado de un maravilloso aire old school. Por su parte, la música no solo es variada, sino que es espectacular. Cada pieza suena mejor a la anterior, contribuyendo a generar una atmósfera única. Y otra perlita que no puedo dejar de mencionar es que muchas de estas melodías fueron compuestas por el padre de Yeo.

Fading Afternoon es una propuesta con una historia muy interesante, que toca temas existenciales que pueden llegarnos a golpear tan duro como la vida misma. Para bien o para mal, nos recuerda que el tiempo pasa para todos, que las decisiones tomadas no tienen vuelta atrás y sus consecuencias son irreversibles. Pero por sobre todo, que -lamentablemente- a diferencia del juego, no tendremos la chance de comenzar una nueva partida. También es una obra que nos muestra la vida del yakuza de una forma que no siempre vemos, con un protagonista llegando al final de una era y los inevitables choques generacionales que eso conlleva. Diría que es único en su especie, aunque lo que le confiere esta característica es Yeo, su autor. Sea como sea, es una experiencia muy disfrutable, rejugable, con mucho que ver y hacer, siempre y cuando estemos dispuestos a afrontar sus puntos menos agradables.

8

Una experiencia de autorFading Afternoon es un videojuego muy diferente a lo que estamos acostumbrados. Un título que bajo una fachada pixel art cuenta una historia de índole existencial, enriquecida por la inmersión, su banda sonora y un sistema de combate que, pese a sus asperezas, funciona bien.

Revisado en PC

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