REVIEW | Sex Education - Temporada 4: un final que concreta todas las fantasías y golpea con las realidades

La escuela del sexo cerró. Moordale High School no pudo resistir el embate del conservadurismo y en el final de la tercera temporada dejó a Otis, Eric, Aimee y compañía sin un lugar seguro donde terminar su educación y explorar sus inquietudes. Sin embargo, lo hizo justo en el momento en que todos los integrantes de este variopinto elenco -o, al menos, la mayoría- habían alcanzado la madurez suficiente como para conocer y reconocer sus propias identidades, deseos y fantasías.

Ahora es el momento de enfrentarse a su último año, inmersos en una realidad que por poco los sobrepasa: la existencia de una escuela tan progresista que los hace quedar como el grupito poco deconstruido. Esta genial premisa desafía todo lo que creíamos saber hasta ahora sobre estos personajes y los enfrenta con un nuevo abanico de identidades tan diversas como se puede esperar de esta serie. Tocando temas que aún faltaban abordar en la currícula de educación sexual con tanta gracia y respeto como siempre, la última temporada vuelve a demostrar por qué esta serie se consagró como una de las mejores -lejos- del catálogo de Netflix.

Lo que en otra serie podría ser un rejunte de lugares comunes, inclusión sin perspectiva y chistes fáciles que no hacen reír a nadie, en Sex Education encuentra la manera de narrarse con delicadeza y conocimiento de causa, sin perder nunca de vista el tono perfectamente balanceado entre lo ácido y lo inocente. Aunque quizás es la más formulera de las cuatro temporadas hasta ahora, encuentra el ritmo y la forma de atraparnos e interesarnos como siempre por estos personajes, sin perder de vista su esencia a pesar de encontrarse en un contexto radicalmente distinto.

La vida de los dos protagonistas y su conflicto amoroso cambió por completo desde que los conocimos. Otis (Asa Butterfield) tiene una hermana bebé, una madre que se enfrenta a sus propios problemas de salud mental y un nuevo miembro de la familia que aparecerá para alterar -ya sea para mejor o para peor- aún más las dinámicas convivenciales. Su consultorio sexual para estudiantes no solo ya no existe en la misma forma en que lo conocimos, sino que ahora además deberá enfrentarse a una inesperada rival, que invade cada aspecto de su vida y lo hace cuestionarse un montón de cosas sobre sí mismo.

Maeve (Emma Mackey), por su parte, consiguió la beca de sus sueños en Estados Unidos y trata de encontrar su lugar del otro lado del Atlántico, entre compañeros mucho más favorecidos que ella. Los privilegios de clase vuelven a ser una parte importante de su arco, y esta vez deberá enfrentarse a una de las realidades más duras que podría atravesar un estudiante. Sin embargo, el deseo sigue presente y se explora en principio a través del sexting, sorteando -no sin altibajos- las dificultades de una relación a larga distancia. Maeve es un personaje trágico que vuelve a brindar una interpretación conmovedora y llena de matices.

Por otro lado, Eric (Ncuti Gatwa) es uno de los que mejor se adapta a este nuevo contexto, con la libertad suficiente para vivir a pleno su juventud y explorar a fondo sus aspiraciones, mientras encuentra un nuevo estatus en la escuela y un nuevo propósito en su comunidad. Los nuevos personajes que lo acompañan se hacen querer en apenas una temporada, adaptándose tan bien a la dinámica de la serie como si siempre hubieran estado ahí. Además, articulan sus conflictos con los de algunos estudiantes que ya conocimos en temporadas anteriores, como Cal (Dua Saleh) y Isaac (George Robinson), solidarizándose con sus respectivas causas.

Los personajes adultos están un poco más desdibujados que en temporadas anteriores, sin embargo, se cierran los arcos de los padres de Adam (Connor Swindells) y se exploran nuevos conflictos en la vida personal y laboral de la Dra. Jean Milburn (Gillian Anderson). Los profesores son prácticamente invisibles en la nueva y evolucionada escuela, pero Maeve se encontrará con un nuevo mentor (interpretado por Dan Levy) en su estadía en los Estados Unidos. Como siempre, la serie evita muy hábilmente las referencias locales y temporales para construir una historia más bien universal, con la que todos puedan sentirse identificados.

Aimee (Aimee Gibbs) y Adam -quizás los dos personajes más adorables y con mayor crecimiento de la serie- retoman sus conflictos de temporadas anteriores para terminar de sanar sus traumas y encontrar su camino y vocación. Mientras que Viv (Chinenye Ezeudu), Ruby (Mimi Keene) y Jackson (Kedar Williams-Stirling) atraviesan nuevos desafíos y encuentran el desarrollo personal en su relación con nuevos personajes -que sirven únicamente como dispositivos de la trama para hacerlos crecer. Lily (Tanya Reynolds) y Ola (Patricia Allison) son algunos de los viejos personajes que no vuelven esta temporada, al igual que Olivia (Simone Ashley), que ahora es una “chica Bridgerton”.

Identidades trans, capacidades diferentes, conflictos de vocación, potenciales enfermedades y hasta duelos personales son algunos de los temas que trata la cuarta y última temporada de Sex Education, con el mismo virtuosismo de siempre. Quizás en esta temporada hay algunas cuestiones menores de tono, tramas que se sientan ya desgastadas y otras tan prometedoras que incluso resultan inconclusas, pero es una buena decisión terminar la serie en este punto y no alargarla innecesariamente. Nadie quiere ver actores de treinta años haciendo de adolescentes y muchos de ellos ya trascendieron sus papeles y obtuvieron importantes roles en cine y televisión.

8

El clímax finalCon su cuarta y última temporada, Sex Education pasa a la historia de las producciones originales de Netflix como una de las más innovadoras, ingeniosas y bien ejecutadas de la era del streaming. Y además, semillero de estrellas.

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Netflix