Todo cambió luego que unos maleantes rusos robaran el auto de una persona depresiva en proceso de luto y cometieran la peor atrocidad posible en un producto cultural: asesinar a su perrito. Ahí descubrimos que este hombre taciturno, circunspecto y algo meditabundo era en realidad un asesino retirado. Uno muy bueno.
Un mundo de asesinos
Esa idea ya es suficientemente fuerte como para realizar una historia divertida y llena de acción pero su director Chad Stahelski (que venía de ser el responsable de los dobles de riesgo y sus acrobacias) le sumó dos factores que fueron relevantes para convertir a John Wick en uno de los hitos cinematográficos de los últimos años: convocar a Keanu Reeves para el protagónico y plantear reglas en este universo que se desprenden del día a día de una persona “normal”.
Lo más llamativo de John Wick no son sus personajes y capacidades, sino el mundo que los rodea, protege y atañe. Estos asesinos tienen un corpus de reglas que cumplen a rajatabla (salvo Keanu, pero es el del póster) y espacios diseminados por todo el globo con una estructura lúdica muy parecida a los videojuegos. Mientras que la primera película se basaba más en el tema de la venganza, el resto de las secuelas ayudarían al crecimiento de este nuevo verosímil.
El verosímil y su construcción
En cualquier producto de comunicación narrativa no existe una “verdad” o “la realidad”, existe un verosímil. Este concepto que para la RAE tiene una fácil comprensión (que parece verdadero o creíble) para la construcción narrativa reviste un poco más de detalle.
Aristóteles, uno de los grandes referentes en narrativa occidental, plantea que el verosímil es “todo aquello que entra en lo que los hombres aceptan como probable y, entre esas cosas, puede haber algunas que sean imposibles en el mundo real. Frente a esta idea, lo ilógico o irracional es imposible”.
Que Superman pueda volar es una construcción dentro de la diégesis de esa narrativa: se plantean razones (que viene del espacio, que se alimenta del sol de la Tierra, que eso afecta su relación con la gravedad) pero se van construyendo en el tiempo también. Al principio solo podía saltar muy alto, luego sus poderes fueron creciendo y se volvieron incontrolables, por lo que a nivel narrativo comenzaron a crearle controles.
Que una piedra verde lo pueda matar no tiene mucho sentido, pero en la construcción del verosímil esa roca es parte de su planeta Krypton y cuando el material se mezcla con el sol amarillo logran un efecto en él que etc, etc, etc. Si de repente apareciese Batman (que sabemos que es humano), le pega un golpe y lo noquea habría algo raro en el verosímil. Y ya dejamos de pensar en ellos como personajes ficticios.
Ese verosímil se construye con reglas, y esas reglas deben mantenerse coherentes y constantes salvo que haya que cambiar algo de cajón, allí se inventan nuevas reglas y todo vuelve a cambiar.
Un mundo con sentido
Las cuatro películas de John Wick cumplieron a la perfección con esa construcción, cada película fue metiéndose más de lleno en este universo que vive bajo nuestras narices pero nunca pudimos ver.
Las monedas de oro como economía, los pases, las marcaciones a fuego, las promesas con sangre, la estructura de la Mesa Alta, el grupo de tatuadas que ofrecen las misiones, los curanderos, los hoteles Continental como suelo sagrado… cada uno de los estamentos de John Wick no solo contaban la historia de su protagonista, sino también del mundo que lo rodeaba.
Y eso funciona muy bien a nivel narrativo, pero también financiero.
Las posibilidades de crear una franquicia con este universo estaban todas a mano y no era algo que irían a dejar pasar mucho tiempo. En 2024 llega Ballerina, con el protagonismo de Ana de Armas y basado en la familia rusa de la que era parte Keanu y que estaba dirigida por el personaje de Anjelica Huston.
Precisamente en la tercera película de John Wick veíamos más de este mundo, con bailarinas de ballet en un teatro que eran en realidad mujeres siendo entrenadas para ser las mejores asesinas del mundo. El verosímil permite que creamos en un universo muy parecido al nuestro pero diferente.
Un hogar entre cuatro paredes (y muchos pisos)
Pero una sola película no es suficiente, lo que nos lleva a una nueva miniserie de tres partes con episodios de noventa minutos aproximadamente. La serie El Continental - Del mundo de John Wick es un experimento extraño: en lugar de contar historias entre las películas, viaja varios años en el pasado para contar la génesis del control sobre el hotel de Nueva York que tanto conocemos.
Protagonizada por Colin Woodell (que personifica a Winston Scott, papel que antes inmortalizó Ian McShane), tiene entre sus coprotagonistas a Ayomide Adegun (como Charon, papel que realizó Lance Reddick) y a Mel Gibson como Cormac O’Connor, el actual dueño del hotel.
Estamos en la década del setenta y todo está en desarrollo: los asesinos y la Mesa Alta están instalándose en el sistema, a pesar que algunas personas en la policía todavía no los respetan. Winston Scott vive plácidamente cuando es secuestrado por Cormac, que lo fuerza a encontrar a su hermano Michael que robó algo muy importante para la Mesa.
Todo esto pone en movimiento situaciones que llevarán a introducirnos en el sistema embrionario de lo que ya conocemos de este universo. Las monedas, ciertas reglas y el apetito por la destrucción son algunos elementos conocidos que podemos encontrar; sin embargo, todo parece sonar algo disonante… bastante diferente para sentirlo similar.
El futuro llegó, hace rato
Con un episodio estrenado (los próximos estarán en la plataforma el viernes 29 de septiembre y 6 de octubre) no queda tan claro hacia donde apunta la historia. Imaginamos que será el derrocamiento de O´Connor y el establecimiento de Scott en el Continental de Nueva York, pero tampoco eso queda tan claro ya que descubrimos algunas facciones separatistas, y todo el primer arco es sobre Michael (hermano de Winston).
Se cumple la regla de tener un casting diverso con personajes de distintas etnias, pero todos expertos en el arte del combate.
Las escenas de acción están muy bien realizadas, pero la serie carece de algo que las películas fueron encontrando a medida que avanzaban: una estética visual. Cada rincón del universo de John Wick tiene colores saturados que despegan los visos de “realidad” que la historia puede tener. En el primer episodio de la miniserie todo se ve “igual”, algo amarronado y apagado. ¿Perjudica las peleas? No, pero les corta las alas para el vuelo que tiene su papá cinematográfico.
El Continental: Del mundo de John Wick es un intento más de la maquinaria de Hollywood para hacer crecer una franquicia sin su protagonista. En sagas como Star Wars, Star Trek o El Señor de los Anillos aprendimos que los resultados suelen ser irregulares, veremos qué nos depara esta miniserie una vez que finalice.