La franquicia de El Conjuro sigue avanzando a paso firme en el mundo cinematográfico, la fuerza de la familia Warren permitió crear una saga que ya tiene casi diez películas en su haber. Claro que el hecho de ser una historia basada en casos reales y con contenido religioso pueda tener en gran parte responsabilidad de ese éxito.
Existen tres clásicos del terror religioso que pasaron penurias, accidentes y muertes, que se convirtieron en referencia del género y que aún hoy siguen siendo estremecedores.
El Exorcista (The Exorcist, 1973) está basada en una historia real: una que conoció William Peter Blatty (el escritor del libro y guionista) sobre un joven estudiante de la Universidad de Georgetown que fue poseído y exorcizado por un sacerdote local, en el guión final se modificó el género de la protagonista. Meterse con el diablo y sus planes puede ser fatídico: se contabilizaron nueve muertes confirmadas directa e indirectamente (las primeras tres sucedieron al inicio del rodaje, casi al mismo tiempo), se incendiaron los estudios (dejando inmaculadamente a salvo sólo la habitación de la protagonista poseída) y tuvieron que recurrir a la bendición del rodaje por parte Thomas V. Bermingham, un sacerdote.
Cada una de las situaciones vividas por el elenco y su círculo cercano llevaron a considerar a El Exorcista como una de las películas malditas más potentes del cine de terror, con esquirlas de consecuencias fatídicas mucho tiempo después del estreno. Pero en esa misma década se estrenó otro clásico del horror que también se metía con el diablo, estamos hablando de La Profecía (The Omen, 1976).
La película, dirigida por Richard Donner (el mismo que dos años después dirigiría Superman, y luego Los Goonies y Arma Mortal, entre otras) y protagonizada por Gregory Peck (protagonista de la clásica Matar a un ruiseñor -1962- y la Cabo de Miedo original, ese mismo año), narra la llegada del Anticristo bajo la forma de un niño llamado Damian. Lo que nadie imaginaba era lo que sucedió luego: varios responsables fueron perseguidos por rayos (que sabemos que no caen nunca en el mismo lugar, pero pueden perseguir a gente de la misma película), familiares directos fallecidos al arrancar el rodaje, una bomba estallando en el hotel donde paraban el director y el productor (un atentado de IRA), y muchos accidentes con automóviles y aviones.
Incluso existieron situaciones con animales que enloquecieron y mutilaron a sus cuidadores, y un hecho que ya tiene visos de leyenda: John Richardson, el supervisor de efectos visuales tuvo un accidente donde su asistente fue decapitada, al bajarse del automóvil se topó con un letrero que indicaba una distancia de 66.6 kilómetros hasta la localidad más cercana. Creer o reventar.
Pero antes de estas dos películas apareció otra que modificó el cine de terror y lo convirtió en lo que hoy conocemos: El bebé de Rosemary (Rosemary’s Baby, 1968). La película satanista definitiva, dirigida por Roman Polanski, donde un joven actor necesitado de éxito (John Cassavetes) hace un pacto con el mismísimo Diablo para que su mujer, encarnada por Mia Farrow, lleve en su vientre ese vástago demoníaco. Basada en la novela homónima de Ira Levin, tiene al día de hoy datos escalofriantes.
Dakota, el hotel donde se grabó tiene su propia leyenda negra por haber hospedado al brujo Aleister Crowley, y también por ser el escenario del asesinato del músico John Lennon años después. En el largometraje se mostraban rituales que eran secretos, escenas que revelaban aspectos privados sobre el satanismo que no tenían por qué darse a conocer. Esto llevó a uno de los hechos más conocidos del mundo del cine: el asesinato de Sharon Tate (esposa de Roman Polanski) por parte del clan Manson.
El grupo llamado “La familia”, con Charles Manson a la cabeza, decidió vengarse de Polanski por su atrevimiento al revelar aspectos prohibidos del satanismo en su película asesinando a su mujer (que fue descartada como protagonista en pos de elegir a Mia Farrow) y al hijo que llevaba en el vientre. La casa donde sucedieron los hechos nunca pudo ser vendida o alquilada.
El diablo y el cine son elementos que no deberían mezclarse tanto, veremos si el exorcismo de Irene (Taissa Farmiga) nos puede salvar en el estreno de La Monja 2.