El cine de terror es uno de los géneros más consumidos popularmente. Ya sea por la capacidad de unir generaciones a través del espanto o por conectar con los temores más primitivos en todas las regiones.
Acostumbrados a consumir monstruos, asesinos o narrativas de Estados Unidos, cuando llega alguna película desde el viejo continente europeo todo se vuelve más opaco y pavoroso. Esto, producto de mucho más años construyendo mitos, a diferencia de nuestra cultura occidental un poco más joven.
Esta semana se estrenó en cines Poderes Ocultos, película noruega de niños con poderes especiales, que tiene muchos puntos en común con la literatura de Stephen King e interpela desde una crudeza que resiste cualquier tipo de pasteurización. Dirigida por Eskil Vogt, aprovecha los espacios con antiguos condominios desaturados y un bosque eterno para seguir la vida de cuatro niños, aprendiendo a controlar sus poderes sin el monitoreo de un adulto.
Con momentos de tensión y violencia explícita, Poderes Ocultos escapa al convencionalismo del cine de superhéroes en aras de construir un verosímil propio que potencia al máximo su conflicto.
Repasemos otras películas europeas que movilizaron fuertemente el género.
Nosferatu (Nosferatu, eine Symphonie des Grauens; 1922)
Primera adaptación al mito vampírico de Bram Stoker, sin tener los derechos de utilizar a Drácula, nacida en tierras alemanas. Su director Friedrich Wilhelm Murnau logró transformar los elementos presentes en la novela en imágenes potentes y pesadillescas.
Aún se discute si es la primera impresión en un fotograma cinematográfico de la figura de un vampiro, pero sin lugar a dudas es la que más recordamos. Max Schreck recrea a un conde Graf Orlock inquietante, tanto que muchas leyendas hablan que realmente se creía un esbirro de las sombras.
La historia es similar a la novela, con Thomas Hutter como un agente inmobiliario que va a Transilvania a hacer negocios con el conde. Orlock se enamora de Ellen, la esposa de Thomas, y todo el resto es historia conocida.
Por las demandas de los herederos de Bram Stoker, pidieron eliminar de la faz de la tierra todas las copias de esta producción de Prana Film. Como muchas copias habían salido hacia diversos países del mundo para su proyección, se escondieron hasta que perimió el conflicto legal. Gracias a esto, cien años después podemos seguir disfrutando de esas sombras al costado del fotograma, donde en cualquier momento puede aparecer el monstruo de dientes gigantes.
[REC] (2007)
“¡No toque la cámara! ¡Ni se te ocurra tocar la cámara! Tenemos que informar de lo que está pasando aquí” es hoy una frase icónica del cine de terror. Viene desde España y de las mentes oscuras de los directores Jaume Balagueró y Paco Plaza.
[REC] tiene en su haber varios hitos: por un lado reformular el cine de zombies de habla hispana, utilizar el recurso estilístico de “found footage” (se denomina así cuando lo que se muestra es como si hubiese sido encontrado por una grabación casera). Finalmente, se convirtió en una franquicia que tuvo diversas secuelas, remakes internacionales y contenido transmedia.
Ángela Vidal (Manuela Velasco) y el camarógrafo Pablo (Pablo Rosso) son cronistas en un programa matutino en Barcelona llamado: “Mientras usted duerme”. Por esas cuestiones del destino, terminan siguiendo las actividades de un grupo de bomberos que entra a un edificio por denuncias de gritos y violencia. Van a grabarlo todo.
Lo que primero parece ser un ataque de “rabia humana”, termina siendo parte de una mitología gigantesca que involucra a la Niña Medeiros, interpretada por Javier Botet (que hace muy poco se puso en la piel del vampiro de Drácula: Mar de Sangre).
Gritos, zombies, llantos, corridas… un pandemonium de una hora y veinte exasperante, no apto para corazones débiles, que revivió para toda la región iberoamericana un modo de contar historias con estos seres.
Exterminio (28 Days Later, 2002)
Pero el concepto del zombie en modo rabia que corre alocadamente, en contraposición al zombie de George Romero que avanzaba lentamente hacia su objetivo, nació en tierras británicas de la mano del director Danny Boyle (el mismo de Trainspotting -1996-, La Playa -2000- o ¿Quién quiere ser millonario? -2008-).
Boyle es un camaleón capaz de saltar de género en género sumándole elementos que quedan para siempre impregnados en la cultura popular. En el caso de Exterminio apuesta por una estructura simple: en un mundo devastado por un virus que nace de unos chimpancés con rabia, un grupo de gente debe encontrar su camino para unirse y sobrevivir en un mundo hostil.
El protagonista es Jim (Cillian Murphy), quien despierta de un coma y descubre que la ciudad fue vaciada de seres humanos. Cualquier semejanza con el primer número de The Walking Dead es pura coincidencia. ¿Qué fue primero? En una entrevista al medio EW en 2010, Robert Kirkman (el creador del cómic insignia del género zombies) respondió la pregunta:
“Fue una completa coincidencia. Vi Exterminio poco antes de que se publicara el primer número de Walking Dead. Ese primer número salió en octubre de 2003 y la película llegó a Estados Unidos en junio de 2003. Así que estábamos trabajando en nuestro segundo número cuando lo vi. Iba a ser cuestión de intentar reescribir el inicio del primer número… Tomé una decisión, de la cual me arrepiento bastante en este momento: dije: ´¿Sabes qué? Es tan diferente (a partir de allí) que probablemente nunca escuche nada sobre esto´. Y me equivoqué”.
Con un estilo fresco y mucho ritmo, hordas de zombies corriendo con sed de sangre hacia las víctimas y una Londres vacía que se adelantó al virus COVID-19, Exterminio es un clásico que modificó para siempre el género con nuevas reglas y oportunidades horrorosas.
Alta tensión (Haute tension, 2003)
A comienzos del año 2000, se instauró un movimiento cinematográfico llamado “Nuevo extremismo francés”. Agrupaba a un variopinto grupo de directores y directoras de ese país (entre los que se encontraban François Ozon, Gaspar Noé, Catherine Breillat, Bruno Dumont, entre otros) en pos de un cine visceral y catártico que escapaba de los grises y se dedicaba a poner la cámara en primer plano de la violencia y el sexo.
En 2003, un muy joven Alexandre Aja -que en 2006 realizaría la muy correcta remake de Las colinas tienen ojos, que llevó a Daniel Radcliffe a un lugar muy oscuro en Cuernos ( 2013) o que nos sumergió en el medio de una tormenta con unos cocodrilos asesinos en Infierno en la tormenta (2019)- decidió aportar su granito de arena en una cinta por demás violenta.
Con elementos que la emparentan al subgénero estadounidense de exploitation de los setenta de “violación y venganza” -como por ejemplo La última casa a la izquierda (1972)-, Alta tensión no es un trago muy amable. La violencia, las escenas de asesinato, los cortes, la sangre… todo deja de lado la cuestión más lúdica del dispositivo cinematográfico para volverse al límite de lo documental.
Y además, una sorpresa hacia el final que ganó adeptos y odiadores por igual medida, y la convirtió en un clásico de culto que engendró otras criaturas como Al interior (À l’intérieur, 2007), Frontière(s) (2007) o Mártires (Martyrs, 2008). Ninguna de ellas para estómagos débiles.
El más allá (...E tu vivrai nel terrore! L’aldilà, 1981)
El giallo es un género fácilmente reconocible: a nivel estructura tenemos un asesinato (casi siempre una damisela), un asesino enmascarado, algunos elementos sobrenaturales y una puesta en escena barroca con preponderancia de planos extrañísimos y colores sobresaturados.
Se desarrolló entre los sesenta y ochenta y tuvo entre sus guerreros principales a Dario Argento, Mario Bava y Lucio Fulci. Este último tiene en su haber una historia de vida repleta de humor negro, cambios significativos -comenzó estudiando medicina para dedicarse luego al cine- y un final amargo. Fue un precursor en el hermoso arte de agarrar una franquicia y crear secuelas profanas (como en el caso de Zombi 2, de 1979; una continuación al clásico de George Romero que no tiene nada que ver con esa saga). Sobre todas las cosas fue un incomprendido, un hombre fuera de su tiempo.
En 1981 estrena El más allá, una película que en su momento no tuvo un recibimiento alegre de parte de la crítica y el público, pero que se fue enraizando a la historia del celuloide para configurarse como un clásico del cine europeo de terror en general.
Es la segunda parte de una trilogía, que arranca con Las puertas del infierno (Paura nella città dei morti viventi, 1980), continúa con esta película y finaliza con La casa cercana al cementerio (Quella villa accanto al cimitero, 1981). Tres grandes experimentos en menos de dos años… un distinto Lucio.
Aquí nos presentan a Liza Merrill (Catriona MacColl), quien heredó un antiguo hotel sin saber que en el sótano se encuentra una de las siete puertas del Infierno. Con escenas absolutamente pesadillescas que desafían al límite la cuestión sobre qué es real o no (incluso en el uso de algunos efectos visuales prácticos), bebe mucho del horror en clave cósmica que lo emparenta a autores como H.P. Lovecraft. Una experiencia que difícilmente pase desapercibida, más aún en su versión en alta definición.