Para quienes vieron la primera temporada de The Bear, decir que la segunda es aún mejor que su antecesora es dejar la vara altísima. Es que la serie sobre un chef que vuelve a su ciudad natal para regentar el restaurante de su difunto hermano fue una de las grandes sorpresas del año pasado y cosechó todas las buenas críticas, premios y recomendaciones que merecía. Para quien recién está descubriendo The Bear ahora, será un festín de veinte episodios deliciosos, que pueden consumirse uno detrás de otro, pero -como un buen plato- se disfrutan más si se saborean de a poco.
Cuando Carmy Berzatto volvió a Chicago tras la muerte de su hermano Michael y se hizo cargo de la sanguchería familiar, no imaginamos todo lo que había detrás, ni mucho menos todo lo que pasaba por dentro. Incluso daba la impresión, por el formato de sus capítulos y su naturaleza autoconclusiva, que podía tratarse de una miniserie y que no habría necesidad de una segunda temporada. Pero el arte no es estrictamente necesario para la supervivencia y, sin embargo, le da valor y nos permite procesar emociones y conectar con los procesos de otros a través del tiempo y el espacio.
El proceso del protagonista es un largo camino de introspección que esconde muchísimo más de lo que se puede apreciar a primera vista o incluso en su primera temporada. Esos diez episodios iniciales con nombres poco sugerentes de platos o sustantivos comunes son simplemente el puntapié para adentrarnos en la etapa más significativa en la vida de Carmy y quienes lo rodean. Todos unidos y atravesados por la muerte de Michael de tantas maneras que solo muy de a poco lo iremos descubriendo. Porque ese es el verdadero punto de inflexión en la vida de sus personajes y la llegada de su hermano al restaurante es solo la excusa para comenzar a contarlo.
En esta segunda temporada, veremos el crecimiento de cada uno de ellos, mirando para adentro como lo hizo Carmen en la primera y explorando sus propias motivaciones y obstáculos, para evolucionar en consecuencia. Personajes como Sydney, Marcus, Tina y Richie tienen sus episodios individuales y es, precisamente, en estos episodios donde encuentran una razón para quedarse en el restaurante y seguir creciendo. Además cada uno de ellos tiene invitados especiales con actores de lujo como Olivia Colman y Will Pouter, que interpretan papeles inolvidables.
Además, tendremos un vistazo revelador al pasado de esta familia y sus dinámicas en un maravilloso episodio especial en clave de flashback que nos transporta a una cena de navidad frenética y tan estresante como la misma cocina del restaurante. Allí podemos ver a Michael vivo interactuando con Carmen y el resto del clan Berzatto. Fishes es, sin dudas, uno de los mejores episodios de televisión de los últimos años y cuenta con invitados especiales de la talla de Jamie Lee Curtis, Bob Odenkirk, Sarah Paulson, John Mulaney y Gillian Jacobs, todos encantados de participar en una serie tan bien escrita como esta.
Es curioso -pero para nada casual- que mientras conocemos más sobre las motivaciones de cada uno de los personajes principales, su relación con el rubro culinario y sus desafíos personales en sus propios episodios, el que está dedicado más específicamente a Carmy y su relación con su familia mire hacia atrás y no hacia adelante.
Es quizás el momento y lugar en el que su cabeza se encuentra atascada, reviviendo una y otra vez los sucesos que llevaron a la muerte de Michael y las señales de alarma que nadie pudo ver. Nuestro nexo con este pasado es la reconexión de Carmen con su vieja compañera de escuela, Claire, uno de los nuevos personajes de esta temporada.
Con un final de la temporada anterior que nos dejó con la esperanzadora promesa de un futuro para el restaurante de Michael, ahora Carmy se hace realmente cargo de su propio sueño con Sydney y Natalie como socias y el patrocinio del tío Jimmy. De a poco, The Beef se va transformando en The Bear y el reloj marca la cuenta regresiva para la apertura a tiempo del establecimiento. El sentido de urgencia está todavía más presente que en la primera temporada, pero la responsabilidad ya no recae exclusivamente sobre Carmen y el equipo empieza a funcionar -precisamente- como un equipo.
Episodios como Forks y Honeydew, filmados en Copenhagen, ofrecen un vistazo a la formación culinaria de Carmen y su “sistema”, tantas veces referenciada en la temporada anterior, sin necesidad de que él aparezca para entender de dónde vienen sus costumbres y su meticulosa forma de trabajo. Es como estar viendo un flashback, pero en presente y con otro personaje. Técnicas narrativas como esta son las que hacen que The Bear se destaque sobre otras series, no solo por la especificidad de su historia y la profundidad de sus personajes, sino por la originalidad de su propuesta.
Sumado por supuesto a las excelentes actuaciones, las decisiones estéticas como la particular forma de encuadre de las tomas, la edición frenética y hasta la selección de la música. Es una serie que te puede hacer emocionar con la canción más pop de Taylor Swift o la más metalera de AC/DC, sin necesidad de recurrir a lugares comunes y melodías melancólicas y efectistas. La apuesta por algo distinto, único y con un claro sello autoral es uno de los aspectos más destacables de la serie, dentro de un mar de ofertas de producciones de streaming que pasan sin pena ni gloria.
Casi como si compensara una primera temporada opresiva y extenuante, la segunda le da un poco más de aire a sus personajes, los pone en situaciones y ambientes bastante más amigables y eventualmente los vuelve a enfrentar con el estrés del rubro y sus propios demonios internos, para ver cuánto aprendieron y cómo se adaptan. Hay un sentido de camaradería familiar, una fraternidad que refleja la relación que la vieja guardia tenía con Michael y que los nuevos logran tener con Carmy, mientras inauguran una nueva etapa en sus vidas. Atrás quedó The Beef y el noveno episodio de la segunda temporada es el final del comienzo, para dar lugar al décimo y el principio de algo nuevo: The Bear.
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