El lanzamiento de Baldur’s Gate 3 no deja indiferente a nadie. Es el regreso de un juego de rol milenario como Dungeons & Dragons (Calabozos y Dragones) a los videojuegos, con un título que es la tercera entrega de una saga que marcó precedentes en el sistema de parties y en llevar el rol a los videojuegos. También es cierto que Baldur’s Gate 3 hace semanas está en boca de todos por una controvertida, y divertidísima, escena de sexo con un oso (sí, leyeron bien).
Vamos a decirlo: estamos en 2023 y los videojuegos todavía no resolvieron cómo ser adultos a la hora del sexo. Me refiero, claro, a juegos de grandes empresas y títulos AAA. En la escena independiente encontramos de todo, incluso títulos que tratan la sexualidad desde un foco adulto. Pero no es fácil ver esto en grandes producciones.
Si tengo que elegir un ejemplo reciente, Cyberpunk 2077 es uno de los que más se me viene a la mente porque tiene grandes personajes para romancear, pero las escenas de sexo son sumamente chocantes, al punto de la vergüenza ajena. Fueron motivo de burla en el lanzamiento y no puede ser de otra forma: tener a nuestro personaje en primer plano haciendo movimientos sexis y gemidos es, cuando menos, incómodo y roza el uncanny valley.
Y es una pena, porque desde el diálogo el amor funciona en Cyberpunk 2077. Es muy fácil enamorarse de Judy Álvarez, quien solo busca su lugar en ese mundo decadente como pocos. Lo mismo sucede con Panam Palmer: resulta natural empatizar con su vida de mercenaria nómade y es imposible que su rudeza no engatuse.
Pero esto no es algo nuevo. El sexo y los videojuegos tienen una relación complicada hace años. Si nos remontamos a los videojuegos de Bioware, como la trilogía de Mass Effect, a varios de los Assassin’s Creed o incluso vamos más lejos y llegamos hasta los primeros God of War, notamos un patrón. Las escenas candentes y el romance siempre fueron vistos como un premio para el héroe o heroína de turno, que se ganaba una acostada con algún personaje mientras salvaba al mundo (o a la galaxia). Y, para colmo, en muchos de estos casos, están encaradas desde un ángulo de mal gusto, como si fuese el de una película de madrugada en The Film Zone.
Pocos títulos en los últimos años consiguieron retratar la calidez y la experiencia más humana de la sexualidad. Uno de ellos es Life is Strange 2, que en una de las tantas opciones de su historia nos deja experimentar la primera vez de su protagonista Sean. Como en la vida real, todo pasa muy rápido, con un poco de vergüenza y timidez y la escena resulta sumamente tierna, pero lo más importante: es realista y creíble.
Volviendo a Baldur’s Gate 3, la escena de sexo con Halsin, el druida que se convierte en oso, generó un revuelo tal que elevó el juego en los rankings de Steam y consiguió que Larian Studios, el equipo detrás del desarrollo, termine con un ban en TiktTok. Durante su etapa de Early Access en Steam, el título ya había generado interés por las opciones de romance que ofrece, con un sistema que entrelaza las decisiones narrativas que tomamos durante la campaña con las opiniones de los NPC que podemos romancear. Todo lo que hagamos tiene un impacto narrativo en Baldur’s Gate 3 y, por ende, en quienes nos acompañan y el grado de intimidad al que podemos llegar con ellos.
No hace falta que diga que el sexo vende. Tampoco hace falta que explique que los videojuegos destinados a ser megaventas todavía se ubican en una posición cultural que los relacionan con los niños y adolescentes, lo que dificulta tratar la sexualidad en formas adultas. Muchos caen en lo incómodo y lo ridículo por esto. Baldur’s Gate 3 lo hace, claro, pero a conciencia. La diferencia es importante porque se nota que Larian Studios quiere mostrarnos, con las opciones de diálogo previas a la escena de sexo en sí, que estamos ante un momento tierno y consensuado entre dos adultos. Es divertido y ridículo, sí, pero por otras razones. El foco no está puesto en mostrarnos la desnudez y lo erótico (de hecho, las escenas de sexo en Baldur’s Gate 3 funden a negro). Tampoco se busca que el sexo sea un premio que nuestro personaje se gana como en los juegos de Bioware. Está más cerca de la escena de Life is Strange 2 porque se siente íntima y sumamente humana.
En Baldur’s Gate 3 la sexualidad se vive como una opción más de conexión entre personajes. Tener intimidad con un oso tiene un factor meme y viral muy elevado, pero es también el retrato más fiel de las ridiculeces que suelen surgir en las partidas de Dungeons & Dragons cuando se juega con amigos. La mejor fantasía es heroica e increíble, pero también es mundana y deja lugar para la empatía. Lo mismo podemos decir de esta escena. No vamos a tener sexo con un druida en la vida real, pero sí podemos conectar con los conceptos de nerviosismo, consenso y ternura. Y ahí es cuando nos queda claro que Larian Studios lo entendió todo.
Seguir leyendo