El cine es un espacio de comunión con la sociedad, a través de sus imágenes y sonidos -y con el hilo conductor de la cultura- une, replica, discute, transforma.
A su vez es un producto de su época, aunque se imprime en el inconsciente colectivo como relatos eternos (hasta que exista algún rastro del material) es esclavo de su tiempo histórico. En esta fórmula la coyuntura marca el tono.
¿Qué mejor entonces que nuevas generaciones conozcan antiguos relatos, pero en vistoso 4K? ¿Qué mundos podrían chocar? Esto es lo que plantea el reestreno de la versión remasterizada de Terror en la Ópera de Dario Argento.
Ópera sangrienta
Terror en la Ópera (1987) es la décima película como director del italiano Dario Argento. Este romano (hijo de Salvatore Argento, un reconocido productor de antaño) había vivido ya quince años de configuración de un subgénero cinematográfico (el Giallo) y había revolucionado el cine de horror para siempre.
El pájaro con las alas de cristal (1970), El gato de nueve colas (1971), Rojo Profundo (1975), Suspiria (1977) e Inferno (1980) eran una muestra de la contundencia como autor de culto de Argento y una suerte de permanencia que solo tienen este tipo de celebridades de nicho.
En el caso de Terror en la Ópera va a lo seguro con una historia ya conocida: al sufrir un accidente la cantante principal, le ofrecen una oportunidad a Betty -una joven cantante de ópera- para debutar como protagonista en el Macbeth de Verdi. La obra tiene fama de maldita y, de hecho, empiezan a producirse, en torno a Betty, una serie de extrañas muertes que vendrían a confirmar tal superstición. Muchos personajes, un asesino enmascarado, muertes imaginativas y otros elementos que son comunes en la cinematografía de Argento. Esas pequeñas cosas que configuran al Giallo.
Un subgénero con peso propio
Muchos piensan que el Giallo es un subgénero nacido específicamente desde Italia para el cine en este momento histórico. Lo cierto es que comenzó en la literatura algunos años antes de la aparición de Dario Argento con iguales bases: crimen, hemoglobina, erotismo, misterio, detectives y hasta elementos sobrenaturales. El nombre Giallo viene de amarillo, que eran el color de las páginas de los libros antiguos de misterio.
En el momento que Argento comienza a beber del género original para aportar su visión, el Giallo se fue transformando en un subgénero potente con una especificidad narrativa y visual.
Este tipo de películas se caracterizan por un misterio y/o asesinato que mezcla lo detectivesco con sangre y horror; una puesta de cámara barroca con sonidos y fondos musicales discordantes que se aderezan con una paleta de colores saturados que escapan de cualquier viso de realidad. Siempre hay un asesino con guantes que acecha y mata, incluso a veces se mezcla el elemento sobrenatural.
Más parodiado que celebrado, el Giallo sigue vivo en sus elementos por separado: es común, cuando aparecen planos con luces de colores variados iluminando de manera no realista a un personaje, encontrar el comentario: “es como en el Giallo”. Por eso, se celebra el reestreno y remasterización de Terror en la Ópera.
Devolviendo la vida, un fotograma a la vez
¿Pero qué significa remasterizar? ¿Cómo puede ser que hoy redescubramos que las escenas de la película son mucho más coloridas? Ahora es normal hablar de películas digitales, pero ¿cuándo comenzó esto?
En 1995 todo era rupturista: Pixar estrenaba Toy Story, mientras que un movimiento artístico llamado Dogma 95 buscaba cambiar los paradigmas del cine. El punto en común entre ambos fue la irrupción de lo digital. Se comenzaba el proceso desde una PC o desde una cámara de video.
Antes de esto, todo era fílmico, con una estandarización en el 35mm como formato; cintas que lograban un tamaño del fotograma ideal entre tamaño, carga y costos. Por ejemplo el IMAX usa fotogramas de 70mm, que es mucho más caro y difícil de maniobrar. Amén que se suma el proceso de revelado, ausente en lo digital.
En fílmico siempre hablamos de una cinta real, una emulsión que reacciona frente a la luz y cambia su composición haciéndose más densa y con texturas. Esta propiedad le permite tener mucha capacidad para revelarse en diferentes calidades, llegando a picos del doble de lo que hoy es 4K.
Como contraparte, el digital es una interpretación binaria. Imita la densidad de la emulsión pero a través de ceros y unos haciendo que haya un límite para eso. El tamaño que se graba es el que es. Por eso si buscas llevar tus videos grabados en una cámara VHS hace 20 años, a un televisor 4K no van a lograrse reproducir en alta calidad.
Ahora… regresar a los materiales en fílmico originales, y reprocesarlos en digital -con los cuidados necesarios- permite encontrar cosas que quizás no vimos.
El regreso de los muertos vivos
Remasterizar clásicos es volver a visitarlos como si fuera la primera vez. Películas estrenadas entre los setenta y ochenta seguramente la hayamos visto en VHS o en la TV; en una calidad muy baja o en cines con películas ya gastadas de reproducir (y malos cuidados).
Verlas siendo “reveladas” por primera vez para 4K es encontrar cuestiones de imágenes que seguramente hayamos perdido entre malas calidades. Pero no es solamente eso, es la oportunidad de revelar viejos miedos a una generación más joven acostumbrada a otro tipo de terror.
En el caso de Dario Argento, vamos a tomar algunas consideraciones suyas sobre el terror. Estas citas salen de su autobiografía Paura, co-editada entre Lucio Ferrante y Santiago Fernández Subiela para Letra Sudaca Ediciones, en el 2020.
“... podía solo mirar. Pero lo más extraño es que no tenía terror de lo que sucedía en la pantalla. El público a mi alrededor gritaba, se agitaba, se tapaba los ojos con las manos.
Finalmente había accedido a aquel lugar misterioso e inquietante del cual todos callaban como si fuese algo sucio: en familia no se hablaba del tema, en la escuela tampoco, en los libros nunca se había afrontado esta otra dimensión. Solo en la pantalla y en algunos cuentos de Poe se relataba esta diversidad.
Yo estaba como hipnotizado.
Es algo que los jóvenes de distintas edades sienten frente a las historias de terror o de lo desconocido, y que muchas veces los espectadores más jóvenes de mis películas me confiesan sentir. El gran Howard Phillips Lovecraft escribió que la emoción más antigua del alma humana es el miedo y que el miedo más fuerte es a lo desconocido.”
Volver a revisar esas historias en otra dimensión, encontrarles una nueva profundidad, nos reconectan con ese terror primigenio. Para una generación acostumbrada a producciones más “lavadas” (producto de la coyuntura, como hablaba al principio), encontrar por primera vez estos antiguos arcanos del horror cinematográfico puede generar nuevas pesadillas -que no sabían, podían tener-, y hasta quizás sea la semilla de un nuevo tipo de terror.
Sucedió con la remasterización de El bebé de Rosemary (1968), La Profecía (1976) o el caso extremo de El Exorcista (1973): relatos del horror más puro, fuera de la censura y la pasteurización de hoy, hicieron que una generación saliera horrorizada; para los más jóvenes ver a una Regan no-CGI dando vuelta su cabeza y vomitando litros verdes fue lo más parecido a acceder al material del que se construyen las pesadillas.
Y eso se festeja. Porque como dijo Dario Argento el año pasado en el festival de Sitges: “El cine de terror es como el oleaje del mar, sube y baja, va cambiando con el espíritu del mundo”.
Así que disfruten de estos reestrenos; que nunca dejen de existir estos universos para que podamos canalizar esos miedos y seguir viviendo la vida en algo más que 4K.
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