Dentro de los grandes géneros de la narrativa en el cine, siempre hubo subgéneros que nos ayudan a clasificar y entender mejor las opciones disponibles a la hora de elegir una película. Y dentro de esos subgéneros, a menudo surge la sobreexplotación de un concepto que funciona en determinado momento, dando lugar a una especie de fenómeno mamushka de la industria, que parece ponerse de acuerdo colectivamente ante la falta de ideas (o la sobra de una misma idea).
Podríamos enmarcar el subgénero de tiburones dentro del cine de terror o incluso dentro del llamado cine catástrofe, pero a esta altura es seguro afirmar que el sharksploitation ya se ganó su lugar por derecho propio como un subgénero del cine clase B. Con la proliferación de películas como las de la saga Sharknado y todo un culto alrededor del cine de tiburones, las producciones de bajo presupuesto aprovecharon esta sharkmanía para explotar el concepto al máximo, aun cuando parecía que no daba para más.
Pero no siempre fue así y, de hecho, el género nació con una de las mejores películas de la historia del cine moderno. Tiburón (Jaws, 1975) de Steven Spielberg fue la que inventó el concepto del tanque de verano (el famoso blockbuster) con las salas explotadas. No es exagerado decir que redefinió el cine moderno y plantó la semilla para el éxito de Star Wars: Episodio IV - Una nueva esperanza (1977) y el cine de entretenimiento como lo conocemos hoy, con sus innumerables franquicias y sus planes a largo plazo de universos cinematográficos entrelazados.
En ese momento, Spielberg era un joven y prometedor cineasta que solo había dirigido episodios de series y un par de películas para televisión, incluyendo la excelente Duel (1971), también conocida como Reto a muerte en Latinoamérica y El diablo sobre ruedas en España. Pero con Tiburón cambió la historia del cine para siempre, gracias a su ingenio para solucionar limitaciones de presupuesto con excelentes recursos narrativos y su intuición innata a la hora de filmar.
Ya sin Spielberg al frente, la saga continuó explotando el éxito de la primera entrega con secuelas de cada vez más dudosa calidad, hasta convertirse en la fotocopia de la fotocopia de lo que alguna vez fue y cayendo en el olvido. La tercera parte, estrenada en 1983, llegó a incursionar en el 3D, que por esa época se vendía como la última innovación tecnológica del cine (y por supuesto hoy es un adefesio inmirable).
Pasaron muchos años sin que nadie volviera a demostrar un interés considerable en el género que ya se había vuelto infame al punto de condenarlo al ostracismo. Pero a fines del milenio pasado, a raíz del interés personal de un guionista australiano que había sufrido una traumática experiencia personal con tiburones, los estudios Warner se interesaron en la temática de vuelta. Sin embargo, esta vez hicieron todo lo posible por no repetir la fórmula de Spielberg y entregar una producción más acorde a los tiempos que corrían.
Así, tomaron influencias de Alien (1979) para concebir la trama de Deep Blue Sea (1999) y elegir a los personajes de la película, tratando de que fuera lo menos predecible posible para las audiencias ya entrenadas en los clichés del género. Y según declaraciones de su director Renny Harlin (Duro de matar 2, Riesgo total), se basaron en grandes exponentes del terror más “prestigioso” para crear los climas, con resultados muy respetables. Conocida en Latinoamérica como Alerta en lo profundo, fue un éxito de taquilla y revivió el interés de Hollywood y del público por las películas de tiburones.
Como la historia se repite, la explotación del género volvió con más fuerza que nunca y se hicieron ¡más de cien! películas con esta temática en el nuevo milenio. La mayoría de ellas directo para video o televisión, incluyendo tiburones de varias cabezas, tiburones robots, tiburones de arena y hasta tiburones fantasmas, entre muchas otras ideas tan descabelladas como brillantes que se alimentan de la creciente tendencia del consumo irónico.
Sin embargo, en esta nueva tanda también se destacan algunos exponentes que se toman el tema un poco más en serio con resultados muy decentes, aunque son los menos. Entre ellos, la película de terror australiana Pesadilla en mar abierto (The Reef, 2010) o la de suspenso americana Infierno azul (The Shallows, 2016) con Blake Lively, también filmada en las bellísimas costas de Australia.
Pero del otro lado del género, el epítome de esta nueva ola de películas sobre tiburones terminó siendo sin dudas la bizarra y divertidísima Sharknado, que es exactamente lo que su nombre sugiere: una producción satírica de clase B sobre un tornado de tiburones. La infame saga de films para televisión hecha por SyFy alcanzó tal nivel de popularidad que incluso han salido desprendimientos como videojuegos y cómics. Sharknado ya tiene seis títulos y tres spin off en su haber y no parece dispuesta a detenerse.
Con semejante fenómeno en las ligas menores, Hollywood no podía quedarse atrás y decidió invertir sus millones de dólares en una superproducción que busca repetir la fórmula de otro gran clásico de Steven Spielberg como Jurassic Park (1993). Aunque termina más cerca del espíritu de la saga de Rápidos y Furiosos, la primera parte de Megalodón (The Meg, 2018) fue lo suficientemente atractiva, divertida y exitosa como para ganarse su secuela en la pantalla grande.
Dirigida por Jon Turtletaub (La leyenda del tesoro perdido, El aprendiz de brujo) y protagonizada por Jason Statham (El transportador, Rápidos y Furiosos), la primera parte de Megalodón es una coproducción entre China y Estados Unidos, basada en una popular novela de terror de 1997. La historia sigue la misión de rescate de un submarino atrapado en la fosa más profunda del océano Pacífico, embestido por un tiburón gigante de veintidós metros de longitud que se consideraba extinto desde hace millones de años.
A pesar de su recepción mixta con la crítica, la película recaudó más del triple de su presupuesto de $150 millones de dólares, casi lo mismo que una película promedio de superhéroes. Con semejante éxito de público, la secuela estaba asegurada y ahora llega a los cines Megalodón 2: El gran abismo, que estrena el 3 de agosto en simultáneo en todo el mundo. Protagonizada nuevamente por Jason Statham y basada en la segunda parte de la novela original, este nuevo tanque de tiburones redobla la apuesta de un género que se sigue reinventando.
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