Cualquiera puede volver de un fracaso pero solo un genio puede volver de un éxito. Una frase que se le atribuye a distintos autores pero, más allá de su origen, esconde una verdad velada: vivir a la altura de las expectativas es más difícil que recuperarse después de un intento fallido. Y esto fue precisamente lo que le pasó a la brillante dupla Phil Lord-Chris Miller.
Después de ganar el Oscar a la mejor película animada del año, Spider-Man: Into the Spider-Verse (2018) se convirtió en el primer largometraje de superhéroes en poder ostentar ese título, tras décadas de intentos por parte de Marvel Studios y DC. Fueron tantos los esfuerzos que hasta la Academia amagó con implementar una categoría a Mejor película popular para poder darle el premio a uno de los tanques que año tras año vienen rompiendo la taquilla y cambiando las reglas de la industria.
Pero fueron los estudios Sony, y más precisamente su división de animación, los que lograron la hazaña no solo de elevar el “cine de superhéroes” a un nuevo nivel de prestigio, sino también de ganarles a titanes de la animación como Disney, Pixar y Miyazaki que competían en la misma categoría ese año. ¿Y ahora qué sigue?, se preguntaron los fans. Pero las mentes detrás de este proyecto ya tenían la respuesta.
Spider-Man: Across the Spider-Verse (2023) es mucho más que una simple secuela. Es una gran película que se sostiene en su propia premisa y responde a un plan narrativo bien pensado y ejecutado con muchísimo tiempo, recursos y talento detrás. Algo que podríamos pensar que debería ser el estándar pero está muy lejos de serlo en el estado actual de una industria que no para de producir películas calcadas una de otra.
Miles Morales vuelve a ser el protagonista de esta historia, un Spider-Man involuntario con los problemas típicos de cualquier adolescente no solo para atravesar sus propios problemas y crecimiento, sino para aceptar convertirse en un superhéroe mientras lucha por encontrar su propia identidad. La primera película fue una coming of age con todas las letras, una película de crecimiento que sentaba las bases de este adorable personaje y sus relaciones personales.
Ahora Miles se enfrenta a un dilema filosófico y moral que pone en juego no solo su existencia, sino la de todo el multiverso. Y los personajes que fueron clave en su concepción del mundo como lo conoce ahora vuelven a aparecer para desafiar todas esas creencias y aprendizaje. Gwen Stacy será una parte clave de este conflicto y la nueva protagonista de su propio conflicto de crecimiento e identidad. Pero también se incorporan personajes nuevos que completan este concepto de multiverso con sus infinitas variables.
En este sentido, la saga del Spider-Verse (que ahora se convierte en una trilogía) es el mejor exponente de un concepto comiquero que el cine de superhéroes -y otros géneros también- viene explorando hasta el hartazgo con resultados muy desparejos. Y que en la mayoría de los casos suena bastante más grandilocuente de lo que en realidad son capaces de plasmar en la pantalla, ya sea por falta de voluntad o de tiempo (pero nunca de recursos, eso es seguro).
Spider-Man: Across the Spider-Verse, al igual que su antecesora, le brinda a sus diferentes universos y personajes una complejidad que realmente nos hace creer que estamos frente a cientos de versiones alternativas de la misma realidad. Y no solo lo hace desde su aspecto narrativo, sino también -y especialmente- desde su despliegue visual. Es en este punto que la animación juega un rol clave en la construcción de un multiverso que sería prácticamente imposible de replicar en cualquier otro medio.
Cada escenario, cada personaje y cada acción tiene su propio estilo artístico, distintivo y característico de la corriente en la que ese elemento se inscribe. En la primera película, la influencia era principalmente que el formato comiquero y el arte callejero remitían al origen del personaje, sus incontables representaciones en pantalla y el diferencial de Miles Morales con respecto al legendario Peter Parker.
Ahora que ya conocemos y amamos a su protagonista, la secuela se encarga de presentar a los personajes que lo acompañarán en esta nueva aventura con un nivel de detalle exquisito que se refleja tanto en su diseño particular como en sus interacciones con los demás. Y a su vez, haciendo comentarios meta sobre el arte, la animación y las diferentes disciplinas que le infunden vida y personalidad a esta historia.
Un villano que va cobrando un poder tan caótico que se refleja en su diseño y evolución a lo largo de la película. Un antagonista que remite al dibujo técnico con sus líneas filosas y definidas. Un interés romántico que atraviesa su propia crisis de identidad reflejada en su paleta de colores y estilo acuarelado. Una mentora de líneas súper definidas que representan un modelo estricto, mientras otro mentor (te amamos Peter Parker) luce un diseño suave y fluido como sus enseñanzas.
Y varios aliados que responden a las cientos de reinvenciones del personaje de Spider-Man a través de su historia, desde su etnia hasta su género e incluso sus convicciones ideológicas. Además del Spider-Man indio y el alucinante diseño de Mumbattan, el que sin duda se lleva todo como fan-favorite es Spider-Punk, un personaje tan consistente con su propia inconsistencia que va cambiando de estilo a medida que avanza la trama, respetando siempre los materiales del movimiento punk pero en continua transformación.
Esta secuela es, al igual que su antecesora, una película para ver mil veces y fascinarse con cada detalle en su creación. Desde los más obvios a simple vista hasta los guiños y referencias escondidas a la historia del personaje y a la de sus propios creadores. Una segunda parte que pone en juego todo lo que creímos saber en la primera y que desafía a sus personajes a seguir evolucionando y prepararse para lo que viene: un final que promete ser tan amenazador y lleno de riesgos como entretenido y disfrutable.
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