Diablo es una de esas franquicias que se volvió sinónimo de un género. Así como hablamos de metroidvanias, soulslikes y roguelikes, la saga de Blizzard es referente absoluto para los RPG hack & slash de perspectiva cenital. Durante las semanas previas a su lanzamiento, tuvimos acceso a un build anticipado para prensa con el que desarrollamos nuestras primeras impresiones. Hoy, con más de una semana de juego ininterrumpido en la versión final, tengo el gusto de confirmar lo que les habíamos comentado en nuestra cobertura previa: Diablo IV es una maravilla, no solo desde lo técnico, sino porque ofrece una experiencia de juego sólida y verdaderamente gigantesca.
Para quienes no estén en el tema, y no hayan leído el artículo de primeras impresiones, Diablo IV es una saga legendaria de juegos de acción con toques de RPG, sus orígenes se remontan a mediados de la década de los 90 y, desde entonces, viene marcando tendencia en el género. El año pasado, su primera entrega mobile batió récords y, desde que fue anunciada, la cuarta entrega numerada estuvo en el ojo de la tormenta por el miedo a rumores acerca de la fuerte monetización que podría llegar a presentar. La realidad es mucho menos preocupante: si bien no podemos descartar futuros micropagos polémicos, momentáneamente la tienda in-game sólo ofrece ítems cosméticos.
En cuanto a lo jugable, Diablo IV se siente más emparentado a la propuesta de Diablo II que a otras versiones. El combate se aleja de los combos vertiginosos de la entrega anterior y se apoya en dos columnas vertebrales: la progresión libre en el árbol de habilidades y los esquives en tiempo real. Lo que más se nota en esta nueva entrega es el ambiente lúgubre y opresivo de Santuario, que abandona el estilo comiquero y se vuelca al realismo. Tanto los escenarios como los enemigos, y especialmente los personajes, están realizados con lujo de detalles.
El mejor ejemplo es el creador de personajes que ahora nos permite elegir, además del sexo, un amplio abanico de rasgos personalizables, rostros, tatuajes y peinados. Lo mismo sucede con los NPC que, si bien no están tan detallados como los protagonistas, sorprenden por la calidad de sus animaciones y sus diálogos grabados. El diseño de las armas y armaduras es simplemente exquisito. Aún cuando recién comenzamos a jugar, todos son muy atractivos, fácilmente desbloqueables y personalizables desde la habitación del hostel del pueblo más cercano.
La historia de Diablo IV nos lleva al momento del regreso de Lilith, la hija de Mephisto, que acaba de salir de su exilio. Ella es considerada “La Madre de Santuario” porque fue su creadora -junto con el ángel caído Inarius- y ahora vuelve para concretar una venganza sangrienta. Este es el puntapié inicial de una narrativa coherente, divertida y atrapante que está contada a través de espectaculares cinemáticas mezcladas con escenas ejecutadas en tiempo real. A lo largo de seis actos y un prólogo, vamos a empaparnos en los detalles de una historia llena de traiciones y guiños a los juegos anteriores.
Que la historia esté bien guionada y desarrollada es un aliciente importante, pero nadie jugaría Diablo únicamente por la historia. Afortunadamente el resto del juego está a la altura de las circunstancias. Diablo IV ofrece una experiencia completa y gigantesca con contenido suficiente como para superar con creces las 100 horas de juego. De buenas a primeras, la campaña en sí tiene una extensión importante, el mapa es tan grande y tiene tantos calabozos, misiones secundarias y eventos emergentes que completarlo es una tarea realmente titánica.
Uno de los cambios estructurales que incorpora esta nueva entrega afecta el terreno de Santuario. Diablo IV deja atrás la creación procedural del mapa en pos de un enorme mapeado persistente, diseñado con lujo de detalles para que pueda hospedar a todo tipo de jugadores en simultáneo. Así consigue que cada rincón se sienta único, esconda sus propios secretos y sea compartido con el resto de la comunidad. Es normal cruzarse con jugadores, en especial en las ciudades más grandes, que nos pidan ayuda o directamente nos inviten a unirnos a su party.
El apartado social es un pieza fundamental, por eso Blizzard incorporó una rueda de emotes para facilitar la comunicación rápida que se suma al chat regular con sus filtros clásicos (All, Party, Clan y Whisper). Pero lo más importante es que todos los integrantes de un equipo pueden compartir el progreso, total o parcial, de las misiones que realizan juntos con el líder de la partida. Diablo IV nos avisa cuando hay inconsistencias entre las campañas: no podremos conservar el progreso de misiones de historia que estén más avanzadas que la propia, pero sí rejugar las que ya completamos. Lo mismo sucede con las misiones secundarias, los calabozos y los fuertes: si los completamos en equipo contará hacia el progreso individual.
Diablo IV es un juego que se disfruta mejor con amigos, pero también está perfectamente balanceado para quienes prefieran jugarlo en solitario. Cada una de las cinco clases disponibles ofrece combinaciones de habilidades para resolver todo tipo de situaciones: desde controlar oleadas de enemigos pequeños hasta concentrar el daño en un poderoso elite. La magia está en los detalles, en leer detenidamente la descripción de las habilidades al desbloquearlas, en los ítems que vamos consiguiendo y, en especial, en el equipamiento legendario. Cada habilidad depende de una estadística del personaje y, si los tenemos en cuenta a la hora de cambiar el equipamiento, podremos crear builds arrasadores sin demasiados problemas.
El mapa es sin duda uno de los más grandes y hermosos que vi en un juego de este estilo, tanto que amerita que tengamos un caballo para facilitar el desplazamiento. Para conseguirlo, primero deberemos alcanzar el cuarto acto, mientras tanto, dependeremos de los waypoints desbloqueables y del buen uso de nuestro portal de la ciudad. Por suerte, ya no tendremos que manejar pergaminos azules, con sólo presionar un botón abriremos, sin costo alguno, el portal. Y si estamos jugando en equipo, se nos dará un portal hacia la ubicación exacta de cada integrante.
Diablo IV está lleno de detalles que ayudan a mejorar la calidad de vida de los jugadores: desde la gestión de inventario por bloques sin tamaño, pasando por el alijo expandible y el transmog gratuito. Nos deja con la sensación de ser un producto pulido y cuidado, pensado no tanto para exprimir nuestra billetera con microtransacciones, sino más bien para que disfrutemos de nuestra estadía en Santuario. La idea de Blizzard es simplemente mantenernos jugando, en una primera instancia, ofreciendo una brutal cantidad de misiones y objetivos para realizar, luego en el endgame, desbloqueando dos niveles más de dificultad con drops de equipamiento exclusivo, y finalmente, con los pases de temporada que, según sus propias declaraciones expandirán la narrativa y la experiencia jugable.
La experiencia de juego está pulida y se siente balanceada. Sin embargo, en su primera semana de vida, el equipo de desarrollo ya actualizó varias veces el juego. Modificaron el ritmo de aparición de enemigos de elite en ciertas mazmorras y nivelaron algunas habilidades que, según su criterio, estaban un poco rotas. Esto significa que el estado de los servidores está constantemente monitoreado y, aún con la enorme cantidad de jugadores que está manejando, no hubo problemas ni largas filas para ingresar a las partidas. Como todo juego que requiere una conexión constante, Diablo IV no está exento de desconexiones ni problemas, pero al menos en mis casi 80 horas de juego no he tenido inconvenientes de ningún tipo.
Cuando redacté el artículo de primeras impresiones me quedé con una duda: ¿el build anticipado de prensa sería representativo de la versión final que todos íbamos a jugar? En general, la respuesta es sí. Aunque era muchísimo más fácil, porque en las primeras horas de la versión final en World Tier II he muerto más veces que en las 35 horas que pasé con el acceso anticipado. Además los enemigos se sienten más agresivos, las habilidades cuentan con otro balance y la presencia de jugadores online cambia radicalmente la experiencia. Ya no es tan fácil limpiar calabozos en solitario, ahora es cuestión de acercarse a otro jugador y tirar un emote de “necesito ayuda” para armar un grupo en cuestión de minutos. Hay millones de jugadores disfrutando de esta nueva entrega, muy predispuestos a jugar online, y se nota.
La versión final también trae una respuesta, aunque parcial, sobre la mayor incógnita del juego: ¿tiene mecánicas Pay to Win o Paywalls? Por suerte no, ninguna. Pero esto no quiere decir que no las implementen a futuro. Por ahora, la tienda está repleta de sets cosméticos, desde armaduras, pasando por armas y varias monturas. Todas son hermosas y brutalmente caras, en especial las de necromancers. Para que se den una idea, un set completo de clase cuesta 2800 monedas que a su vez equivalen a unos 4 mil pesos argentinos más impuestos (más impuestos) en la tienda de Xbox, que es la más accesible de las 3 plataformas en las que se puede jugar. También nos falta ver qué ítems vamos a desbloquear a través del pase de batalla, si habrá montos gratuitos y si los pagos traerán también únicamente cosméticos.
Sin embargo, juzgando por lo que ofrece hasta el momento y con casi 80 horas en mi haber, puedo dar fe que Diablo IV tiene contenido desbloqueable de sobra. No solo porque cuenta con más de 120 calabozos con aspectos exclusivos de clase, sino porque hay cientos de diseños de armas y armaduras para encontrar. Una vez alcanzado el nivel 50, habilitamos el Árbol de Paragón, que ofrece un sistema de progresión paralelo para que hagamos un build único y especializado. Y tras finalizar la campaña, se habilita el endgame con calabozos que nos permiten saltar al próximo nivel de dificultad, la posibilidad de participar en batallas PvP y mucho más. De hecho, hasta podemos crear un nuevo personaje y saltearnos la campaña. Blizzard quiere mantenernos jugando y, en lugar de recurrir a los viejos trucos de siempre, lo hace de la mejor manera.
Diablo IV no es un juego perfecto, pero está muy cerca de serlo. Cumple con creces desde lo técnico, lo jugable y tiene una propuesta única e inigualable. Si tuviera que destacar algo negativo serían las limitaciones en la cantidad de habilidades que podemos elegir y la imposibilidad de atacar con el arma sin una skill vinculada. Para ser un título que ofrece tanta libertad de creación, limitarnos a seis habilidades por personaje es ridículo. Y si jugamos con una clase que invoque minions, como el necromancer, debemos sacrificar un slot por cada tipo de summon. Un necro con esqueletos y gólem sólo tendrá 4 habilidades, y si quiere usar la ultimate también deberá utilizar un slot. Por otro lado, no poder atacar con el arma que tenemos equipada también me resulta extraño. Aunque tengas un arco equipado, si no contás con una habilidad vinculada a ese tipo de arma, no podés atacar a distancia. Son detalles que limitan la experiencia y que esperamos que sean resueltos en futuras actualizaciones.
Lilith volvió a Santuario y con ella trajo una nueva era. Diablo IV es un fenómeno social y, una vez más, marca un nuevo estándar en el género. Es una experiencia oscura, tenebrosa y repleta de acción. Los combates son frenéticos, fluidos y divertidos, mientras que la microgestión de recursos y el inventario se sienten mejor que nunca.
La historia es atrapante, nos lleva de la mano a completar una campaña extensa y sus misiones secundarias nos invitan a explorar un mapa masivo y espectacular. Las cinco clases ofrecen la variedad suficiente como para mantenernos jugando durante cientos de horas, farmeando mazmorras y puliendo nuestro build. Es un juego fantástico que le hace honor a la franquicia, una verdadera secuela y la plataforma ideal para lanzar nuevos contenidos durante los próximos años.
Diablo IV se lanzó el 6 de junio de 2023 en PlayStation 4, PlayStation 5, Xbox One, Xbox Series y PC. Lo jugué durante más de 80 horas en Xbox Series X.
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