Para la mayoría de las personas un cumpleaños suele ser un momento feliz, acompañado del cariño de la familia. Este no fue el caso de Daniel, un hombre mexicano de 39 años que debido a un acto de homofobia ha decidido renunciar a los apellidos de su padre y madre.
Daniel señala que este acto que algunos han calificado como “extremo” o “radical”, es en realidad una forma de autoprotección y de procurarse amor propio, pues ha sido violentado en múltiples ocasiones debido a su orientación sexual desde muy joven. Su cumpleaños simplemente fue el momento en el que dijo “ya no más”.
Daniel compartió su historia en la red social Twitter, en la que adjuntó una captura de pantalla en la que muestra una felicitación por parte de su padre.
En esta felicitación, que si bien de primera instancia puede leerse como “cariñosa”, también contiene un trasfondo de rechazo a su orientación debido a cuestiones religiosas.
Daniel reaccionó ante esto compartiendo la captura de pantalla acompañada de un contundente mensaje: “la peor felicitación de cumpleaños de toda mi vida. La homofobia es algo horrible y más cuando viene de la propia familia, deja heridas muy difíciles de sanar”.
El tuit tuvo un gran alcance y en una charla con Infobae, Daniel nos contó las continuas situaciones de homofobia que ha vivido al interior de su familia y que hoy lo han llevado a renunciar a sus apellidos y a tomar distancia definitiva de quienes lo han violentado en repetidas ocasiones.
Una infancia difícil debido a un contexto religioso
Cuando le preguntamos a Daniel acerca de si esto ocurrido en su cumpleaños es un hecho de homofobia aislada, lo niega rotundamente.
Fue, de hecho, el acto final de una serie de situaciones que se remontan a su niñez. Aún antes de saberse gay, Daniel ya recibía cuestionamientos a su masculinidad e incluso agresiones físicas y psicológicas. Esto Daniel lo atribuye sobre todo a que su familia materna está muy apegada a la religión.
“Quien escribió la felicitación que compartí en Twitter fue mi padre biológico. No hemos tenido una buena relación porque ni a él ni a mi mamá les interesó querer a un niño LGBT, prefiriendo “un hijo asesino antes que un hijo gay” (palabras textuales de mi madre). Mi padre tuvo más participación pasiva en los actos de homofobia en mi contra. Quien realmente me atacó gravemente —incluso con golpizas y amenazas de muerte— fue mi mamá. Todo el entorno familiar general fue muy hostil debido a que toda la familia materna es de religión cristiana radical. El escuchar comentarios de odio hacia mí y hacia mi comunidad LGBT eran diarios y constantes”, refiere Daniel.
En particular él recuerda un acto de homofobia que lo marcó cuando ni siquiera había llegado a la adolescencia ni se había asumido como gay, pero cuando ya se sabía distinto.
“Tenía 10 años y mis papás me habían metido a clases de shotokan. A mis papás se les ocurrió la idea de meterme a esas clases para hacerme “más hombre”. Un día el sensei me vio con desánimo y me dio un golpe en el diafragma. Caí sofocado al suelo y tardé en volver en mí. Después de eso solo me fui a los vestidores y agarré mis cosas para irme corriendo. Solo me fui aterrado a donde estaba mi papá, sin poder decir bien qué pasó. Más tarde llegó mi mamá y mi padre le contó la situación. Lejos de defenderme, su reacción fue gritarme y reclamarme acerca de mi “falta de hombría”. Yo solo tenía 10 años, era un niño, no un hombre”, recuerda Daniel.
Su paso por las “terapias de conversión”, violencia y estafa en el nombre de Dios
Con el tiempo las cosas no mejoraron. Por el contrario, se recrudecieron. Las experiencias de violencia fueron tantas, que a Daniel incluso se le dificulta escoger una sola. “No quiero parecer una víctima, pero fueron muchísimos, escoger uno sería como agarrar un caramelo en un jarrón de dulces”, rememora. Y sin embargo, a pesar de todo, supo llevar una adolescencia y una juventud con resiliencia.
Llegó entonces el momento de su inserción al mundo laboral, y fue cuando conoció la terrible realidad de las llamadas “terapias de conversión”. Estas terapias —llamadas técnicamente ECOSIG— prometen “curar” a las personas LGBT+, como si estuviesen enfermas.
“Me mudé a Guadalajara, invitado a trabajar a una agencia de diseño grafico. Como parte de este proceso fui “invitado” a un retiro espiritual previo a mi contratación. Dentro de ese retiro conocí a la gente que fue mi equipo de trabajo en el tiempo que estuve allí. Muy a pesar de quería mostrar masculinidad y rudeza, no se puede engañar a la mayoría de la gente y pues ellos son los que me dijeron que había esas terapias. Era de un grupo de psicológicos cristianos que se llama Venser. Allí conocí al fundador, que lleva por nombre Everardo”.
Respecto al grupo Venser y a este líder del que fue víctima Daniel, existen ya varias denuncias, muchas de ellas recogidas por el equipo de Infobae.
Aunque el grupo se sitúa físicamente en Guadalajara, en el estado mexicano de Jalisco, también imparte “webinars”, por los que que, por supuesto, cobran. En el caso de Daniel, él recuerda haber pagado 250 pesos por sesión para “curarlo” de la homosexualidad. Asistió a más de 10 sesiones que salían de su propio bolsillo. Esto ocurrió en el año 2009.
“Me dijeron que allí me iban a “arreglar”. Tanta fue mi desesperación por ser aceptado por mi familia y hacerlos felices que me sometí a eso. Las sesiones se trataban de “empoderar mi lado masculino y mi hombría” por medio de la biblia. Me hacían echarme la culpa por no tener la capacidad de gustarme las mujeres. Claro que yo sin ser psicólogo sabía que eso no estaba bien, pero aun así lo quería intentar para poder tener aprobación de toda mi familia”, recuerda.
Ahora, poniéndolo en perspectiva, sabe que se trató de una práctica abusiva y que además de que la orientación sexual no se puede ni debe “curar”, someterse a esas prácticas por aprobación es algo que nadie debería hacer.
El descubrimiento de una nueva familia: su comunidad
El hecho de hacer pública su decisión de separarse de la familia que lo ha rechazado desde su infancia, trajo consigo un efecto colateral que Daniel no esperaba: el cariño de la comunidad LGBT+, quienes le han externado que a pesar de haber pasado tantos momentos amargos, ahora tiene una familia nueva: una comunidad que lo apoya y que lo quiere tal cual es. Esta familia de elección le ha dado razones para sonreír.
Al día siguiente de publicar el tuit que expuso la violencia homofóbica de su familia, Daniel retomó las redes para escribir: “ya pasó mi cumpleaños y sigo recibiendo muestras de amor de mi bella comunidad. ¡Los amo!”.
Respecto a esta respuesta inesperada, él nos comentó en entrevista: “Fue algo muy bonito; las muestras de apoyo y amor me han hecho pasar un 1 de agosto memorable. Jamás había tenido tanta atención y apoyo, realmente fue algo hermoso”.
Finalmente exhorta, sobre todo a los más jóvenes que no tienen apoyo en sus familias, que hagan redes con otras personas LGBT+ y que trabajen para fortalecer su amor propio.
“Somos comunidad; en la medida de lo posible, busquen un espacio para escuchar y leer a personas que lo necesiten, apoyémonos de forma mutua. Jamás nieguen quienes son. Les invito a que busquen a gente que sume; que tengamos la cultura del amor propio y de la empatía. No todo van a ser sencillo, pero siempre va a haber palabras para construir, no para destruir”.
Aunque Daniel ya se ha documentado acerca de si puede hacer legal su decisión de separarse de sus apellidos, no piensa hacerlo por esta vía al menos en los próximos meses.
“Como tenemos pensando —refiriéndose a su esposo— mudarnos a otro país a mediano plazo, no sería lo más prudente. Desafortunadamente hay que ser realistas si queremos cumplir nuestros sueños. Pero ya en el otro país puedo quedarme con mi apellido de casado y creo que será lo más adecuado”, finaliza.
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