La semana pasada la Argentina fue sede de la Conferencia Mundial de la Coalición por la Igualdad de Derechos (ERC, por sus siglas en inglés). La ERC es un organismo intergubernamental fundado en 2016 con 42 Estados miembros comprometidos con la defensa de los derechos humanos de las personas LGTBTIQ+. La Argentina y el Reino Unido lideraron el organismo en los últimos tres años y acaban de traspasar el mando a México y Alemania. Esta reunión en Buenos Aires fue la primera presencial tras más de dos años de suspensiones por la pandemia. Y los abrazos estuvieron a la orden del día, así como las reuniones y los actos donde la bandera arcoiris de los derechos tiñó de color lo que aún se sabe doloroso: son 71 los países que todavía criminalizan la diversidad sexual, incluidos 9 en donde las conductas homosexuales pueden resultar en pena de muerte.
La delegación de los Países Bajos lo expuso de una manera tan vital como inquietante: la actriz y conductora Flor de la V fue la encargada de lucir en los paseos porteños más icónicos –las escalinatas de la Facultad de Derecho, Caminito o el Teatro Colón– el Amsterdam Rainbow Dress, un vestido confeccionado con las banderas nacionales de esos países donde ejercer la propia sexualidad sin restricciones todavía es un crimen, sobre las que el diseñador Arnout Van Krimpen imprime el arcoiris cada vez que dan el salto al lado de los derechos. Es un hecho artístico, y una declaración política que lleva tiempo: en seis años, sólo lograron colorear a dos.
Y la discriminación persiste incluso en lugares como Buenos Aires, una ciudad supuestamente gay friendly, en un país reconocido como pionero en materia de legislación de género. Como explicó Flor de la V: “Detrás de las estadísticas hay personas que sufren, familias destruidas. A mí me echaron de mi casa a los 17 años. Las personas trans tienen un promedio de vida de 35 años. Cuando asumimos nuestra identidad, nos echan de casa. A partir de ahí lo único que te queda es la prostitución, y cuando tenés que vender tu cuerpo para vivir es algo imposible”, dijo en una presentación para el periodismo especializado. Fue una de las referentes que le pusieron el cuerpo –y sus experiencias– al debate en la reunión de la que también participaron más de un centenar de organizaciones no gubernamentales.
Jessica Stern fue designada por Joe Biden hace un año como la enviada especial del gobierno de los Estados Unidos para la Promoción de los Derechos Humanos de las Personas LGBTIQ+ a nivel global. Es una de las cinco representantes formales de la comunidad en los organigramas de las naciones del mundo, junto al Reino Unido, Italia, Alemania y la Argentina, donde quien ocupa ese lugar es Alba Rueda, la primera mujer trans con el cargo de Representante Especial sobre Orientación Sexual e Identidad de Género del Ministerio de Relaciones Exteriores, Comercio Internacional y Culto. Rueda fue la embajadora de la Conferencia.
Para Stern, que tiene más de una década de activismo por la diversidad sexual y el género desde la OutRight Action International –la ONG por los derechos LGBTIQ+ con base en Nueva York que asesora a gobiernos y organizaciones como las Naciones Unidas–, trabajar para que las democracias del mundo incluyan y respondan a las demandas de la comunidad LGTBIQ+ es una misión de Estado desde que Biden lo puso por escrito con la firma de un memorándum por la promoción de los derechos del colectivo. En diálogo con Infobae en una entrevista en el Palacio San Martín el viernes último, dejó en claro que al final todo se reduce a la única llave mágica capaz de cambiar vidas: “la voluntad política”.
–¿Qué balance hace de estos dos días de intercambio en la ERC?
–La verdad es que nunca tenemos suficiente tiempo para hablar de los Derechos Humanos de la comunidad LGTBQI+. Y por eso estos días hemos estado extremadamente ocupados, con jornadas extremadamente largas, que es lo que tenía que pasar, porque es muy importante que los gobiernos escuchen a las personas que pertenecen a esta comunidad y a los activistas que luchan por sus derechos. Ese feedback es fundamental para darle apoyo real a una comunidad que durante tanto tiempo ha sido (y sigue siendo) discriminada y violentada.
–Esta es una reunión entre países y organizaciones que trabajan más o menos activamente por los derechos de la comunidad. ¿Cuánto suma el diálogo entre los que pensamos igual?
–En el mundo son muy pocos los gobiernos que están trabajando consistentemente en la lucha contra la violencia y la discriminación contra la comunidad LGBTIQ+. No hay un solo gobierno al que le resulte fácil luchar contra la discriminación y la violencia contra este colectivo, no hay ningún lugar que se pueda llamar a sí mismo perfecto en este sentido. Yo trabajo para el gobierno de los Estados Unidos y pude aprender mucho gracias al diálogo con representantes de otros gobiernos, porque hay otros países que tienen leyes verdaderamente innovadoras, que realmente han hecho avances muy importantes con respecto al reconocimiento sociocultural del colectivo. Es decir que hay una cosa que ayuda enormemente y es el intercambio de mejores prácticas. Por ejemplo, la Argentina incorporó la noción de tercer género como reconocimiento en documentación legal antes que los Estados Unidos. Nosotros recién este año incluimos en los pasaportes algo que se llama marcadores de género, así que los gobiernos se necesitan unos a otros para abordar este problema.
–¿Y cómo se trabaja para convencer a los que se oponen?
–La respuesta corta sería que es un work in progress, un trabajo en progreso, constantemente cambiante. Porque hay muchos estereotipos y preconceptos y prejuicios con respecto a la comunidad LGBTIQ+ y nuestra lucha desde la ERC es poder despejarlos, o ir eliminándolos. Un aspecto clave tiene que ver con impulsar esta red de igualdad de derechos y elevar nuestro trabajo en los diferentes países. Hay tantas cosas que la gente todavía dice acerca de la comunidad LGBTIQ+ que son tan deshumanizantes, tan feas, que la mejor manera que tenemos de luchar contra ese discurso de odio es a través de la transparencia. Nosotros no tenemos nada que ocultar, por lo que estamos tratando de abogar es por el reconocimiento de la igualdad ante la ley, por la libertad, porque las personas de esta comunidad estén libres de violencia y no sean objeto de actos violentos. En definitiva, nuestra pelea es porque los derechos humanos sean realmente universales.
–En los últimos años las mujeres y las diversidades logramos grandes avances en el discurso, nos movilizamos y conseguimos leyes, pero incluso en ciudades con legislación de avanzada, como Buenos Aires, todavía es frecuente que golpeen a un chico en un local de comidas rápidas o a la salida de un boliche sólo porque se supone que es homosexual. ¿De cuánto sirvió el esfuerzo en la formación en derechos de estas nuevas generaciones que pensábamos que iban a ser diferentes, si el odio continúa reproduciéndose?
–Todos soñamos con que las generaciones del futuro abran sus brazos a todes. Pero, ¿cómo vamos a lograrlo, si seguimos enseñando a nuestros jóvenes a tener prejuicios y a compartimentalizar absolutamente todo? Determinar y educar a la gente según el género es algo que ocurre desde la más tierna infancia. ¿Cómo puede sentirse segura, por ejemplo, una persona trans, si desde chicos nos están enseñando qué es un nene, qué es una nena, qué para unos es azul y para otras es rosa? Si una persona tiene que vivir y crecer en un entorno donde todo está dividido en cajitas tan bien definidas, esa persona obviamente se va a terminar sintiendo excluida, aislada, y también sujeta a la vergüenza. Pero yo realmente tengo esperanzas con respecto a las nuevas generaciones. No quiero ser ingenua, pero para mí las generaciones actuales son más tolerantes y cuestionan más los estereotipos. A muchos jóvenes ya no les importa tanto la cuestión de la identidad de género ni la orientación sexual, y yo creo que es porque la diversidad humana se está normalizando cada vez más. Eso es precisamente lo que a mí me da esperanzas. Son muchos hoy en la Argentina, por ejemplo, los que nacieron y crecieron cuando ya existía el matrimonio igualitario, ¡es algo que ha sido legal durante toda la vida de estos jóvenes! La Ley de Identidad de Género que tiene este país fue sancionada en 2012 y es una de las mejores del mundo. Entonces, la realidad es que la discriminación está muy instalada en muchos sistemas jurídicos, pero no es necesariamente así en todas partes. Siempre hay mucho más que se puede hacer, como desarrollar e introducir la Educación Sexual Integral (ESI) en todas las escuelas para que los niños sepan cómo manejar y conocer sus cuerpos; como tener una representación de la diversidad en los medios, porque se dice que uno no puede ser aquello que no ha visto; y también hay otro aspecto muy importante que es que cuando hay actos de violencia contra este colectivo, los perpetradores tienen que rendir cuentas. Y claro, para eso hay que acelerar la puesta en vigor de las leyes.
–Mencionaba la ESI, que es uno de los últimos baluartes de la reacción de los ultraconservadores. Hay una frase que repiten mucho cuando hablan de educación sexual incluso sin haber leído el contenido de la iniciativa, que es “Con mis hijos no”, como si en efecto fueran de su propiedad y pudieran negarles la educación. Pasamos en limpio la forma en que cosificamos a las mujeres, pero nunca nos planteamos en serio cuánto lo hacemos con los chicos.
–Es que hay que empezar por decir que les niñes tienen derechos, y esos derechos están codificados en documentos de las Naciones Unidas y del Sistema Interamericano; existe la Convención Internacional sobre los Derechos del Niño. Y si de todas maneras navegamos esta cuestión con cierta dificultad, la realidad es que las personas tienen más chances de vivir una vida más sana y segura cuando cuentan con información cabal sobre los temas que las afectan. Si nosotros no permitimos que nuestros hijos accedan a información inclusiva, ellos van a tener que darse cuenta y enterarse como puedan y con los recursos que se les ocurran: preguntando a sus amigos, averiguando en línea... Y la verdad es que una de las mejores maneras de apoyarlos es permitiéndoles acceder a información confiable para que puedan tomar decisiones informadas y sin prejuicios.
–¿Qué es lo más valioso que siente que se lleva en concreto de esta conferencia, más allá del intercambio?
–Me voy de esta reunión energizada, pero también enojada porque sigo siendo testigo de la enorme cantidad de injusticias que se cometen en todo el mundo contra las personas LGBTQI+. Y me voy sintiéndome mucho más informada acerca de las políticas y las iniciativas que los diferentes gobiernos están llevando adelante para apoyar al colectivo. Pude comprender mejor algunas cosas para pensar en cómo trabajar con los diferentes gobiernos, y además me voy con una lista muy interesante de contactos de activistas a los que puedo recurrir. ¿Cómo se trabaja en concreto por esta comunidad? A través de la igualdad de género; del reconocimiento de diferentes géneros desde lo legal, dando marco jurídico; a través de la lucha contra la violencia por razones de género; de dar garantías al reconocimiento de las familias diversas –y esto incluye el reconocimiento de parejas, de papás y mamás de esta comunidad y su derecho a adoptar y de acceder a la inseminación alternativa–; a través de la educación. O sea, las respuestas están ahí y las conocemos. Lo que falta para que el cambio sea real es voluntad política.
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