Hace poco hablamos en un video de la diferencia entre sexualidad e identidad de género.
Resumiéndolo, definimos que la identidad tiene que ver con el género que cada une autopercibe y la sexualidad con el o los géneros hacia los que une siente, o no siente, atracción. Pero a la hora de profundizar podemos encontrar que existen orientaciones sexuales que, para algunes, también constituyen una identidad.
Tal vez esto tenga algo que ver con que la gente confunda estos dos términos. O puede ser que las personas que asumen su sexualidad o identidad de género por fuera de lo cis o heterosexual tienen algo en común: se tienen que correr de la norma.
Un ejemplo claro para entender que esta diferencia pueda volverse difusa es el caso de las lesbianas.
Si bien se cree comúnmente que la palabra hace referencia a una mujer que se siente sexual, emocional o románticamente atraída a otras mujeres, en algunos casos ser lesbiana va mucho más allá que una orientación sexual. Incluso hay dentro del colectivo, personas que no se consideran mujeres. Y ahí aparece el lesbianismo como identidad.
Sí entendemos a la heterosexualidad como un mandato del patriarcado y que ser varón o mujer no es algo que se da naturalmente, sino una construcción social, es lógico pensar que haya lesbianas que no se consideren mujeres. Porque no encajan en lo que socialmente se entiende como ser mujer.
Una de las principales propulsoras de esta teoría fue Monique Wittig, filósofa y teórica feminista francesa. Su influencia en los movimientos queers y feministas abrió la puerta para que otres pensadores retomen estos conceptos y los amplíen. Como en el caso del libro Las lesbianas (no) somos mujeres, donde seis teóricas desarrollan trabajos relacionados al legado de Wittig.
La pensadora falleció en 2003 en Estados Unidos, pero su legado de pensar e impugnar la cultura machista continúa más vivo que nunca.
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