Es la primera atleta trans en ganar una carrera en Argentina: “El problema empieza cuando ganás, no cuando competís”

Anna Scappini consiguió el primer lugar en una reciente competencia en Buenos Aires. Habló con Infobae sobre la discriminación que ha sufrido en el deporte por no ser una mujer biológica y por qué decidió mudarse de su Paraguay natal para instalarse en Argentina.

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Anna Scappini, de 33 años, llegó a la Argentina del Paraguay atraída por la Ley de Identidad de Género, y correr es uno de sus hobbies.
Anna Scappini, de 33 años, llegó a la Argentina del Paraguay atraída por la Ley de Identidad de Género, y correr es uno de sus hobbies.

Antes de cruzar la meta como ganadora, la atleta trans Anna Scappini casi se deja adelantar por la siguiente corredora de la categoría femenina. Era el tramo final por los 9 kilómetros de la quinta edición de la Independencia, una competencia de pedestrismo realizada en Buenos Aires el pasado 9 de Julio, Día de la Independencia de Argentina.

“Escucho muy seguido que yo estoy robándole el puesto a una mujer”, explica Anna que pensó. Entonces consideró quedar de segunda “para darle el gusto a la gente”, pero enseguida cambió de parecer: “Entreno duro todas las semanas. Esta es mi oportunidad de visibilizar mi realidad y la de otras que vendrán detrás mío”, se dijo. Así que aceleró hasta ganar.

Anna ocupó el puesto 16 global y el número 1 en su categoría, convirtiéndose en la primera atleta trans en ganar una carrera de este tipo en Argentina. En la competencia participaron alrededor de 4500 personas, entre ellas casi 1900 mujeres. La deportista paraguaya se impuso en la meta con un marcador de 34 minutos y 11 segundos, a una velocidad de 3 minutos y 48 segundos por kilómetro.

No es la primera vez que Anna, de 33 años, vence en una carrera, pero sí la primera que se sube al podio o le permiten hacerlo.

Momento en que cruzó la meta tras correr la competencia de 9 kilómetros el pasado 9 de julio.
Momento en que cruzó la meta tras correr la competencia de 9 kilómetros el pasado 9 de julio.

El caso de la deportista federada por el club porteño FCmax es único. La primera atleta trans de la historia de Argentina no siempre ha sido premiada, aunque gane. En las competencias de pista oficiales, homologadas por la World Athletic, la regla se aplica distinto en personas como ella, por no cumplir con el número de nanomoles en sangre exigidos por la organización internacional.

“Me dicen: tenés que tener 5 nanomoles, pero yo tengo 8 o algo así, no tengo los números claros, pero no tengo lo que me pide la organización”, explica. Para dar con el número exigido, que le permitiría aspirar a competiciones nacionales, Scapini tendría que tomar 100 miligramos de un bloqueador de testosterona; pero toma 50, como viene haciendo desde que empezó su transición de hombre a mujer, hace 8 años. Esa cantidad es la que su cuerpo “tolera” y le aconseja su endocrinóloga. “Es un medicamento invasivo, le hace mal a mi salud”.

Ana aclara: “No es que sean injustos los organizadores en Argentina, que solo siguen las exigencias de la World Athletic y por eso no me premian. Si quedo de primera, la segunda pasa a mi lugar. Supuestamente porque estoy robando un puesto debido a mis testosteronas altas”.

En 2021, ganó una carrera organizada por la Federación Atlética Metropolitana en la pista del Parque Olímpico, en una prueba realizada a propósito de otra fecha conmemorativa: el Día de la Mujer. Fue la primera vez que una persona trans participaba de una prueba oficial de atletismo en el país. “Si bien gran parte de la carrera ocupó el tercer lugar, en los últimos 150 metros arremetió con un sprint que impactó a todos y se quedó con el primer lugar”, narró Olé acerca de la competencia de 3.000 metros.

Pese a haber ganado varias veces, Anna ha subido al podio como primera una sola vez, en una competencia de calle que no está regida por la normativa de la World Athletics.
Pese a haber ganado varias veces, Anna ha subido al podio como primera una sola vez, en una competencia de calle que no está regida por la normativa de la World Athletics.

Cabe aclarar que en aquella prueba corrió en calidad de “invitada” por no estar federada todavía en ningún club, y debido a que no tenía registros previos no corrió al lado de las más experimentadas. Anna, que empezó en el atletismo en 2019, sostiene que ha obtenido primeros puestos otras tres o cuatro veces, y ha tenido que ceder su lugar debido a las imposiciones de la World Athletics. E incluso ya siendo federada, ha debido participar como invitada.

Ella compara su caso con el de Lia Thomas, la nadadora trans estadounidense que pasó de un equipo masculino a uno femenino luego de hacer su transición. A raíz de casos como el suyo, la Federación Internacional de Natación dijo en junio que no permitirá que atletas trans participen en competencias femeninas de élite.

Lia Thomas, nadadora trans de Estados Unidos. (Brett Davis-USA TODAY Sports)
Lia Thomas, nadadora trans de Estados Unidos. (Brett Davis-USA TODAY Sports)

Otro caso célebre, el de la atleta sudafricana Caster Semenya, tres veces campeona mundial y dos campeona olímpica, ha puesto a reconsiderar los estatutos deportivos. Nacida mujer, Semenya posee niveles de testosterona más altos de lo normal, por lo que la Federación Internacional de Atletismo le dejó dos caminos: medicarse para reducir su testosterona o abandonar las competencias de 400, 800 y 1.500 metros, en las que solía correr y ganar. Optó por lo segundo, pero hace unas semanas participó sin ninguna gloria en una carrera (de 5.000 metros) que ya se daba por perdida en el Mundial de Atletismo de Eugene. “Entonces, de acuerdo con World Athletics y sus miembros, ¡soy un hombre cuando se trata de correr 400, 800, 1500 y 1600 metros! Pero soy una mujer en los 100m, 200m y en las carreras de larga distancia”, tuitió Semenya en marzo.

“Ella sufre hiperandrogenismo y genera más testosterona que una mujer normal. Su caso es parecido al mío porque produce testosterona”, dice Anna, que está la espera de un posible veredicto que la World Athletic dará a finales de año respecto a las personas transgénero.

“El problema es ganar, no competir”

En las competencias de calle, como la de la Independencia, la realidad es diferente. No hay World Athletic que las rija y son otros los organizadores, empresas o entidades que producen los eventos. En estas carreras Anna se inscribe como mujer, tal como aparece en su documento legal. “Si gano aquí, sí o sí me tienen que premiar porque en Argentina hay una Ley de Identidad de género. Se rigen por la norma nacional”.

Anna empezó en el atletismo motivada por bajar de peso; hoy quiere ayudar a visibilizar a las personas trans en el deporte.
Anna empezó en el atletismo motivada por bajar de peso; hoy quiere ayudar a visibilizar a las personas trans en el deporte.

Por esa ley, Anna llegó a Argentina en el 2016, poco después de haber hecho su tránsición en Paraguay, donde no podía tener una identificación. Eso le impedía estudiar y trabajar como lo hace en Argentina. “En Paraguay, sin la Ley de Identidad, si vos sos hombre, por poner un ejemplo, tenés que llamarte Carlos y parecer Carlos. Si tu nombre dice Carlos y sos femenina, automáticamente hay un bloqueo y la gente empieza a enloquecer, socialmente no está bien visto salir de ese esquema”, afirma.

Anna estudia comercio internacional en la Universidad de Quilmes y ejerce su profesión de administradora como parte de una organización. A la par, entrena cada día de la semana, salvo uno, que escoge para descansar. Corre en la pista atlética que tiene enfrente de su casa, o en el Centro Nacional de Alto Rendimiento Deportivo, cerca de su lugar de trabajo.

“Yo no voy a poder representar a la Argentina en ningún momento”, declara. “Tiene que aparecer otra chica trans que pueda someterse a ese tratamiento invasivo para poder competir como mujer”. Agrega que está “muy lejos” de romper un récord nacional. “Pero estoy haciendo visibilidad para que haya oportunidad para otras personas trans”, dice.

“El problema es cuando ganás, no cuando competís”, recalca en varias ocasiones. A Anna no le han negado competir por ser trans, de hecho, celebra el apoyo que recibe dentro de compañeras atletas y el “espíritu inclusivo” del mundo deportivo. “Acá nadie discrimina a nadie. Cuando llegás a la meta y sos la primera, empieza el problema”, sostiene.

En 2016 llegó a Argentina, donde estudia y trabaja.
En 2016 llegó a Argentina, donde estudia y trabaja.

Al ganar su última competencia, vio en la red social de un medio que compartió la noticia los comentarios de odio instándole a dejar de participar e incluso suicidarse. “Y yo decía: sólo estoy corriendo, no estoy haciendo daño a nadie”, comenta.

Anna advierte que hoy en día hay muchas deportistas trans, algunas en equipos oficiales, pero no están “metiendo goles a lo loco” o “rompiendo récords” y por eso, cree, no las han puesto en el centro de atención.

Cuando empezó a correr, a Anna la motivaba poder bajar su peso. No lo hacía pensando en que era “la primera chica trans” en el atletismo de su país. Pero hoy, dice, lo hace para “visibilizar” y “molestar” a los “retrógrados”, a los que “por muchos años negaron” que personas trans formaran parte del deporte. Lo hace también para “liberar endorfinas” y porque le resulta “adictivo”. Y corre, además, en comunidad: “Cuando voy corriendo, no lo hago sola; corro con todo un arcoiris”.

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