A mediados del siglo pasado, la Fundación Eva Perón entregó máquinas de coser Singer a miles de mujeres. Esas máquinas de coser son uno de los símbolos de la iconografía peronista y hoy, a setenta años de esos hechos, una cooperativa textil integrada por mujeres trans toma el nombre de quien fuera el modisto de aquella mujer, Paco Jamandreu. Esa es una de las tantas conexiones entre el pasado y el presente, esa es una de las tantas conexiones entre Evita y Paquito.
“Quienes mejor han entendido la yunta histórica de amor y muerte (de la vida y pasión de Evita) son los homosexuales”, escribió Tomás Eloy Martínez en su novela Santa Evita, que acaba de ser adaptada, con gran repercusión, para una serie que protagoniza Natalia Oreiro. “En este país despiadado, ser puto, ser pobre o ser Eva Perón es la misma cosa”, escribió José Pablo Feinmann para la película de Juan Carlos Desanzo protagonizada por Esther Goris en 1996. Con esas ideas en mente, y a partir de un trabajo interdisciplinario, el sociólogo y periodista Adrián Melo publicó un libro de ensayos en torno a la relación entre Evita y quien fue tal vez el primer homosexual mediático de la Argentina, el diseñador Paco Jamandreu. Al ser gay y peronista, Melo siente una doble capa de orgullo y tal vez una doble responsabilidad como autor del libro. “Para mí, esto era una cuenta pendiente tanto con Eva como con Paquito”, le dice a Infobae en una entrevista por Zoom. “Disfruté de escribir este libro y pasar tiempo con personas que iluminan nuestras luchas”.
Paco y Eva: las vidas paralelas de Evita Perón y Paquito Jamandreu. Erotismo, política y diversidades sexuales en la literatura autobiográfica peronista (Aurelia Rivero Libros) parte de la idea de Plutarco de analizar dos vidas en paralelo a partir de lo que los une y diferencia para, en base a anécdotas y hechos puntuales, analizar elementos de la historia y la cultura que van más allá de la cultura. Melo toma las autobiografías de Eva (La razón de mi vida y Mi Mensaje) y de Paquito (La cabeza contra el suelo y Evita fuera del balcón) para combinar un análisis hermenéutico de esos textos con aportes de la teoría queer y apuntes de la historia argentina reciente, con una mirada especial a los textos escritos por personas LGBT+ (María Elena Walsh, Juan José Sebreli, Copi, entre otros) sobre estos personajes. El resultado es un trabajo original y pop sobre estos dos representantes de los márgenes que se han convertido en íconos de las minorías sexuales.
Eva y Paco se conocieron en 1944, cuando ella todavía era una actriz en ascenso, y él le diseñó varios vestidos. A pesar de que ella fue una figura ampliamente seguida por la prensa de la época, la única foto que tiene con Paquito incluye de hecho a una tercera persona: nada más y nada menos que Mirtha Legrand. Y, como el público se renueva, el libro de Melo, publicado por primera vez en 2020, ya va por su segunda edición. En los últimos días, al conmemorarse el 70° aniversario de su muerte (o de su pase a la inmortalidad, según la liturgia peronista), tuvo la oportunidad de presentarlo en el museo dedicado a Eva en su casa natal de Los Toldos, en la provincia de Buenos Aires. “Para mí fue muy conmovedor que me hayan elegido, fue el único libro que se presentó esa semana en ese espacio. A la actividad la organicé como una misa laica peronista, con lecturas como si fueran evangelios peronistas y fue muy movilizante”, cuenta.
—¿Qué te llevó a escribir el libro?
—La idea surgió en 2019, cuando me di cuenta de que los dos nacieron el mismo año, 1919. A partir de ahí, pensé en esta categoría de Plutarco que sirve para pensar en trayectorias vitales comunes. También me parece que el concepto de biografía en sentido estricto está caduco, primero porque cualquier vida es imposible de captar solamente en palabras. Plutarco dice “yo no escribo biografías, yo escribo vidas, no me voy a detener en los grandes hechos o escándalos, que es lo que hacen las biografías; a veces una anécdota me sirve para entender un carácter o lo que significaron esas vidas en esos contextos”. Conjugué eso, por ejemplo, con la importancia que tienen en la vida política argentina de Eva. Algo que dice Beatriz Sarlo es que a partir de Evita los vestidos se transforman en una cuestión de Estado.
—En tu libro, mencionás que uno de los elementos que vinculan a la figura de Evita con la cultura queer es lo que muchos íconos gay han hecho de ella a lo largo de los años: Madonna, Nacha Guevara, Valeria Lynch, y ahora podemos sumar a Natalia Oreiro a la lista…
—Totalmente, la actuación de Natalia Oreiro es conmovedora, le puso totalmente el cuerpo a Evita. Nunca la está imitando y transmite el espíritu de Evita, y eso se ve sobre todo en dos escenas: la del renunciamiento a la vicepresidencia y la despedida de Perón, cuando le dice que los únicos que no lo van a traicionar son los pobres.
—¿A qué creés que se debe la persistencia de su figura en el imaginario argentino?
—Mirá, Evita ha tenido múltiples interpretaciones a lo largo del tiempo que tuvieron que ver con diferentes luchas políticas y sociales. Como murió a los 33 años, en la plenitud de su vida y de su carrera política, se ha convertido en un leitmotiv argentino esto de “qué habría pasado si Evita hubiera sobrevivido al cáncer de útero”. “Si Evita viviera sería montonera”, decían en los 70; “si Evita viviera sería tortillera”, decían en los 80; “si Evita viviera sería abortera”, dijeron en los últimos años. En su tiempo, Evita fue muy subversiva y la lectura que habilita a pensarla como ícono LGBT+ tiene que ver con muchas cosas. Primero, con la vestimenta que utiliza como actriz y en la primera parte de su carrera política, que es muy ostentosa, de una feminidad exagerada donde parece montada de una forma que la asimila a una drag o una trans. Y después su recorrido de vida puede ser asimilado a la existencia de gays, lesbianas y travestis durante el siglo XX. Es decir, ella nace en un pueblo, donde es insultada, como los gays generalmente son insultados. Ella es insultada por ser hija natural y huye a la gran ciudad, como muchas veces suelen huir los gays a la gran ciudad para huir de esa injuria fundacional…
—Ese es el primer punto de contacto que encontrás entre Eva y Paquito, ¿verdad?
—Claro, los dos nacen a 300 kilómetros de la ciudad de Buenos Aires, los dos son insultados, los dos van a asumir distintas identidades y los dos nacen en 1919, el año de la Semana Trágica. El año de la primera represión que queda en la memoria colectiva contra los obreros y que incluye el primer pogrom contra los judíos nacen estos dos seres que van a ser redentores de sectores que han sido históricamente relegados: Evita, de obreros, obreras, mujeres, niños, ancianos, y Paquito, de los gays. Otra cosa que los une en esas infancias pueblerinas es la lectura de las primeras revistas sobre el mundo del espectáculo, que los habilitó a imaginar otros futuros posibles para sus propias vidas. Los dos leen las revistas Sintonía y Antena y a partir de ahí forjan sus sueños. El primer sueño de Eva es ser actriz de cine y de radioteatro. Y Paquito sueña con vestir a las grandes actrices. Lo extraordinario es que los dos construyen un mundo a su medida.
—Para tu ensayo, partís de una lectura de las autobiografías de ambos personajes. ¿Por qué?
—Los dos escribieron, o se hicieron escribir, porque sobre los dos pesa la idea del autor fantasma, autobiografías en las que dan cuenta de sí mismos y se defienden, de nuevo, de ese insulto fundacional. Una diferencia es que Paquito habla de Evita en sus autobiografías, mientras que Evita no habla de él en las suyas. Eso es algo que me da la pauta, entre otras cosas, de que Paquito mintió, mintió bastante. Paquito quería ser Evita, se identificó con su figura. Y, por la vida misma de un gay de esa época, mintió tanto que terminó creyéndose muchas de sus propias mentiras. Evita es una de las personas, junto con Perón, más fotografiadas de su época, y no hay ninguna foto de ellos juntos, salvo una de la revista Antena de 1944, en la que están junto a Mirtha Legrand: ¡increíble! Lamentablemente, la calidad de la foto no se pudo conservar muy bien y por eso no es una imagen que se conozca mucho.
—¿Cómo fue el vínculo real entre Eva y Paco?
—En un momento de 1944, Evita estuvo vestida por Paquito. Ella recurrió a él como el diseñador de modas conocido que era para las actrices de la época. Ella estuvo a punto de lanzarse en un protagónico, estaba ascendiendo como actriz y recurrió a él como modisto. El momento cúspide de la amistad entre ellos es el 9 de julio de 1944, cuando él le diseña un vestido para la gala del Teatro Colón. Evita no estaba casada todavía con Perón y todos sabían del escándalo que se iba a suscitar entre el público asiduo al teatro, que no se guardara como una amante en la oscuridad de la alcoba sino que saliera a la luz. Ella sabía a lo que se exponía e imagino que se habrán divertido como locos con Paquito mientras se probaban el vestido. Una vez que Evita fue primera dama, no volvió a recurrir a Paquito, porque dejó su carrera de actriz y hasta la gira europea se empezó a vestir con modistos europeos. No se peleó con Paquito, no eran tan amigos, simplemente la vida los distanció.
—En sus autobiografías, Paquito presenta una versión distinta según la cual se siguió frecuentando con Eva hasta poco antes de su muerte.
—Sí, esa es su versión, él dice que se vieron hasta último momento y esa es la escena que reconstruyen en la película con Esther Goris. Y hay razones para creer que Paquito miente en muchas oportunidades. Por ejemplo, dice que cuando se conocieron fue hasta el departamento de Evita en Recoleta. Según él, estaba Perón en la habitación y lo invitó a charlar porque quería conocerlo. Nadie, menos Perón, invitaría a un desconocido a tener una primera conversación en la intimidad de la alcoba. Paquito dice que entra y se encuentra a Perón acostado, con una copa de vino y un choripán en la cama: una imagen verdaderamente nacional y popular pero, por más que nos pese a los peronistas, Perón no comía en la cama y no comía choripán (risas). Si no fueran ciertas estas anécdotas, merecerían serlo.
—De todas formas, tanto como uno como otro fueron pioneros: Eva fue la primera mujer fuerte de la política argentina y Paquito fue el primer homosexual en desafiar a la época en torno a la visibilidad, por ejemplo.
—Sin dudas. La cabeza contra el suelo es un texto de 1975. En pleno auge de la Triple A y a un año del terrorismo de Estado, él se presenta como orgullosamente homosexual, describe levantes callejeros, se pelea por chongos, describe escenas eróticas carcelarias. En los 80, no había muchos gays que se autoproclamaran como tales: estaba Carlos Jáuregui, estaban algunas canciones de Federico Moura y estaba Paquito. Además, es el primer puto mediático escandaloso, porque siempre estaba en el medio de algún quilombo (risas). Y es curioso que su carrera después de 1955 está centrada en Isabel Sarli, otro ícono nacional y popular y cuerpo ultrajado en las ficciones cinematográficas como el cuerpo embalsamado de Eva en la vida real. Además de ícono gay, por supuesto.
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