Si digo “puto”, “torta”, “trava” o “marica”, ¿estoy insultando? ¿Es lo mismo que lo diga yo a que lo diga una persona cis heterosexual? Estas “malas palabras” ¿son siempre una agresión?
En Argentina todos estos términos aparecieron como formas despectivas de nombrar a personas de la comunidad LGBT+, hasta que nos las apropiamos, las reivindicamos o incluso las convertimos en parte de nuestra identidad.
Hace algunas semanas, algunos integrantes de la banda mexicana Molotov aseguraron en una entrevista que “Puto”, una de sus canciones más escuchadas, era un himno icónico para la comunidad LGBT+.
Estas declaraciones no fueron bien recibidas por parte de la comunidad y algunos referentes hasta respondieron públicamente. Tal es el caso de Christian Chávez, ex integrante de RBD. El actor y cantante subió un video a su instagram contando como muchos como él cuando empezaban a escuchar los primeros acordes de este tema tenían que correr a esconderse o eran violentados.
Este caso demuestra cómo las palabras tienen distinto peso según quién las usa. Que un varon homosexual se refiera a sí mismo como “puto” es apropiarse de algo por lo que quisieron avergonzarlo o castigarlo. Cuando un varon cis heterosexual dice la misma palabra está, de alguna manera, repitiendo la misma historia de violencia. Sobre todo si la usa en un estudio de grabación, o en un escenario para un público compuesto mayoritariamente por otras personas cis y heterosexuales.
Apropiarnos de los insultos que históricamente fueron usados para intentar humillarnos es otra forma de recordarles que no sentimos vergüenza. Pero también que lo que ahora llevamos con orgullo lo usaron para intentar lastimarnos.
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