Los tumultuosos orígenes del activismo gay en Argentina, en un poderoso documental

“Sexo y revolución” cuenta la historia del Frente de Liberación Homosexual a partir de las voces de militantes que enfrentaron la homofobia de un Estado represor. Su director Ernesto Ardito habló con Infobae sobre los desafíos para reconstruir este relato que podrá verse este jueves en Casa Brandon.

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'Sexo y revolución' pone en el centro del relato el manifiesto homónimo que el Frente de Liberación Homosexual publicó en 1973.
'Sexo y revolución' pone en el centro del relato el manifiesto homónimo que el Frente de Liberación Homosexual publicó en 1973.

Desde su estreno en 2021, el documental Sexo y revolución ha tenido incontadas proyecciones en festivales de cine, centros culturales y plataformas de internet. No ha visto –hasta el momento– un estreno comercial, algo que a su director le hubiera gustado; un estreno en una sala de cine con homenaje incluido al Frente de Liberación Homosexual (FLH) y a los activistas de la década de los 70′s de Argentina que vertebran la película. Pero el documental de Ernesto Ardita, con sus lanzamientos híbridos “muy de guerrilla, por donde se pueda”, es ya un homenaje extraordinario y un motor de conversación sobre una cinta que busca ser un “puente” intergeneracional para profundizar en los pormenores más sensibles de la militancia homosexual argentina.

Guillermo García, militante de un partido socialista de trabajadores, dice en el documental refiriéndose al contexto de los 70: “Lo que estaba instalado era que un mariquita con conciencia social no tenía mucho peso”. Durante la dictadura y en los años previos de democracia, las disidencias sexuales eran perseguidas por un aparato policial que les imposibilitaba existir en las calles o en la vida social sin esconderse. El gay, el puto, la loca, el homosexual, esa “monstruisidad burguesa”, era atacado, asesinado, agredido, aislado, torturado o encarcelado por ejercer su sexualidad.

En las marchas del FLH, sus pocos militantes (que exigían la derogación de edictos policiales) veían cómo alrededor las otras organizaciones y marchantes de cualquier signo político se burlaban o alejaban. El documental desnuda la raíz patriarcal de esta opresión y exclusión sistemática y para eso recurre a la lectura del deslumbrante manifiesto Sexo y revolución, escrito por el FLH y publicado en 1973; un documento que 50 años después sigue resonando en las luchas LGBT+ y feministas de la actualidad, y que habla del placer, el sexo, la tradición cultural y religiosa, la estructura familiar y el trabajo –industrial o doméstico– como cuestiones políticas y ambientes donde florecía diariamente la represión. Con un componente adicional: la inhibición del amor y la represión sexual como vías principales para garantizar el control.

El tráiler del documental argentino "Sexo y revolución", que se exhibirá este jueves en Casa Brandon.

Otros testimonios que incluye el documental son los de Jorge Luis Giacosa, militante del FLH; Valeria del Mar, travesti y trabajadora sexual en plena dictadura, y el periodista Alejandro Modarelli. Todos y todas refieren su experiencia en el marco de la militancia homosexual nacional y de luchas hermanas como la de los movimientos feministas y los disturbios de Stonewall en 1969 en Estados Unidos, origen del movimiento LGBT+ moderno.

“Hay algo que no tiene la película”, dice su director Ernesto Ardito en entrevista con Infobae. “Un testimonio sobre la situación de las lesbianas en ese momento. Nos preguntan con frecuencia por qué no lo hay. En ese momento estaban muy tapadas, no había una experiencia pública salvo en un grupo, llamado Safo, de dos mujeres activistas en medio de muchos hombres de la FLH. En los ochentas llegaron otras y hubo personalidades como María Elena Walsh y Sara Facio, amigas ante la mirada pública. Pero la búsqueda de los testimonios se enfocó en personas que se hubieran enfrentado al statu quo de esos años”, agrega desde Buenos Aires.

El director bonaerense de 49 años, que realiza casi toda su obra en codirección y coproducción con Virna Molina, destacó en 2003 con una multipremiada primera obra, Raymundo, un documental sobre el cineasta Raymundo Gleycer, desaparecido por la dictadura militar en su país. Además dirigió la serie Memoria iluminada, que aborda la vida y obra de escritores como Borges, Cortázar y Pizarnik. Justamente, un escritor es el principal referente de Sexo y revolución: Néstor Perlonguer, cuya obra lo marca de principio a fin por haber participado de forma activa en la escritura del manifiesto.

El documental fue planteado como un “tunel del tiempo” donde “la audiencia pudiera viajar a los años 70 y vivir ese momento histórico de la misma manera que lo iban viviendo los protagonistas”, del que poco se supo y se dio cuenta incluso después de la democracia, con algunas notables excepciones como el libro “Fiestas, baños y exilios: los gays porteños durante la última dictadura”, de justamente Alejandro Modarelli y Flavio Rapisardi.

Ernesto Ardito, director de "Sexo y Revolución"
Ernesto Ardito, director de "Sexo y Revolución"

A raíz de este pasado lleno de sombras, el director se preguntó cómo habían luchado los activistas en ese entonces, y sobre todo cómo eran su vida, sus pensamientos e ideas. A Ernesto le interesaba “cómo entraba la diversidad sexual” en aquellos años en medio de la poderosa estructura patriarcal, que ya exploró en la película Sinfonía para Ana, una ficción sobre una mujer en los días previos al Golpe de Estado que instaló la dictadura en 1976.

“Sexo y revolución” recurre a un abundante material de archivo sobre el contexto político local e imágenes que muestran la hostilidad hacia las personas LGBT+. “En Argentina se tiró casi todo lo que se había filmado durante la dictadura, no hubo una política de preservación durante muchísimo tiempo. Las empresas privadas preferían tirar las latas de cine porque ocupaban mucho espacio. Nos quedamos con poco. Al darme cuenta de esto, se me ocurrió una idea... Como lo que plantea la película y las experiencias que trata sucedieron en muchos lugares del mundo, deduje que el material podía ser ese, uno proveniente de distintos lugares. Eso permitía traspasar las barreras de lo expositivo, de lo didáctico que uno relaciona con el material de archivo, e ir a un material más sensitivo, sensorial, poético. Así se fue armando”, cuenta.

El documental tendrá una nueva oportunidad de ser descubierto este jueves a las 20 horas en la Casa Brandon, un centro cultural queer de la ciudad de Buenos Aires. Tras haberse estrenado en medio de los tropiezos y transformaciones que dejó la pandemia a las producciones cinematográficas –que hoy dudan entre lanzarse en plataformas digitales o en cines con pocos visitantes–, hay otra ocasión para seguir reavivando el debate sobre aquellos años 70 entre personas de diferentes edades o que han sido testigos o receptores de violencia.

“La película libera y cuenta todo ese suplicio vivido por las personas LGTB+ en el país, pero también la alegría de estar pasando por el momento actual, en el que se reivindican derechos y visibilizan las experiencias. Hay una discusión política transversal entre las generaciones, que es lo que más me interesa. Encontrar nuevas formas de hacer política y pensar nuestro mundo”, concluye el director.

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