En la disciplina del canto, especialmente en el canto lírico coral, se denomina coro de voces oscuras a las agrupaciones formadas por hombres. El nombre deviene de la antigüedad, del canto gregoriano que luego continuaría, más que nada, en lo que hoy llamamos música clásica. Allí, el ensamble cuenta con todos los registros de las voces masculinas; tenor, contratenor, barítono, barítono bajo y bajo profundo. Dentro de una misma gama de sonoridades se ensamblan las diversas cuerdas y producen un sonido que prescinde de las voces blancas, generalmente formadas por niños y mujeres.
Latinoamérica tiene una enorme tradición en conjuntos corales y vocales, tanto en el ámbito de la música académica como en el de la música popular. Gran parte de la historia de la música folklórica del continente está formada por agrupaciones vocales, especialmente masculinas; Quilapayún, Inti-Illimani, Los Nocheros de Anta, Los Huanca Hua, Los Fronterizos, Opus Cuatro, Sexteto Vocal Cabernet, entre otros. En Uruguay, los coros de voces masculinas tienen más de un siglo de tradición en las murgas, que son parte fundamental del Carnaval montevideano. Pero hasta hace algunos años, era impensado que esas formaciones predominantemente masculinas fueran formadas íntegramente por varones gays. Todas las agrupaciones antes mencionadas no solamente eran conjuntos vocales dedicadas al arte, también lo eran y lo son, dedicadas a la forma varonil del canto y sus peripecias: el obrero, el minero, la lucha de la “protesta” hétero por un mundo nuevo. No había, hasta el momento, una idea de grupo coral con una idea de varones disidentes como protagonistas.
Alejandro Giaccone es el director del Coro de Hombres Gay de Montevideo, una agrupación de voces oscuras que tiene como consigna ser integrado solamente por varones gays. Con esto se crea una especificidad en la tradición de los coros; miembros que participen en la disidencia del heteropatriarcado y que, a la vez, formen parte de un conjunto vocal de hombres con un repertorio específicamente elegido para marcar una presencia allí donde no la había hasta el 2016, año en que fue fundado el coro. Con esto, no solamente se crea el CHG Montevideo, sino que, sin saberlo, se forma la primera agrupación coral de varones gays de Latinoamérica.
—Yo lo empecé a pensar antes del 2016, a raíz de un viaje que hice en el que vi al Coro de Hombres Gay de San Francisco. Me parecieron despegados en cuanto a lo que hacían musicalmente, y me quedé con las ganas. Por un lado por la cuestión de la convocatoria, pero también por el tipo de tímbrica que generaba un coro de voces masculinas. Al mismo tiempo, después, yo estuve cantando un tiempo con un coro de voces masculinas y ahí me terminé de convencer de que había que hacer algo acá.
En ese momento, Alejandro convocó a un grupo de amigos para proponerles la idea y la aceptación surgió de inmediato, así que se aventuraron a buscar un director para el coro. Pero el director nunca apareció. Giaccone tomó ese lugar aunque, a pesar de ser egresado de la Escuela de Ópera y dar clases de canto, no era algo que estuviera dentro de sus planes.
—En el 2016 llamamos a audiciones. Pensábamos que íbamos a tener un éxito rotundo de gente que iba a querer integrar el coro ya que hay muchos coristas y mucho ambiente de coros en Montevideo. Pero no fue el caso, empezamos siendo cuatro en el living de mi casa a ensayar tímidamente. Ahí se gestó el primer concierto que se llamó “Compadritos”. La consigna era que, en cada ensayo, cada uno que viniera trajera a un amigo, y así se formó la primera agrupación con quince o dieciséis integrantes.
—La convocatoria inicial, ¿ya era para formar un coro específicamente gay?
—Sí. Siempre se llamó Coro de Hombres Gay de Montevideo.
Según cuenta Giaccone, la escaza convocatoria de la audición inicial puede haber tenido tres factores determinantes. La primera, el repertorio. No se trataba de un coro que fuera a dedicarse a la música académica, sino más bien a la música popular y eso suele generar resistencia en el ambiente de la música coral donde, generalmente, los grupos se dedican a un repertorio clásico. La segunda de las cuestiones decisivas puede haber sido que Giaccone, hasta entonces, no se especializaba en la dirección de coros, si bien había estudiado la disciplina, producto de algunas becas obtenidas. De todos modos no era esa su especificidad dentro de la música cantada.
“Pero la resistencia encubierta –comenta Alejandro– es que, si bien todo el mundo decía “qué bien, qué bueno que sea de hombres gay”, para mí sí había una resistencia desde ese punto de vista”.
Estar allí, ocupar ese espacio implica una exposición respecto a lo que cada uno ha elegido. Formar parte de una agrupación masculina que se nombra “gay” a la hora de entrar en el ámbito musical y coral es todo un manifiesto, por más que la militancia del coro no sea más que esa, existir bajo un ala de “Born this way”.
—Muchos coreutas, incluso otros directores me han preguntado “¿por qué es necesario poner “coro de hombres gays”, y no poner coro de hombres, simplemente? Ese factor es muy poderoso. Pararse en esta formación con esta consigna es tener una actitud militante. Es otro estilo de militancia y de presencia. De hecho no me gusta demasiado llamarlo militancia. Se trata de intentar visibilizar y normalizar algo que, todavía hoy, sigue siendo un tema que mucha gente no quiere poner en frente, ni dejar que otros te tomen como referente. Porque, de última, lo que terminás siendo es un referente para otras personas que están en la misma situación.
—Quizá no es militante, pero sí tiene algo de político…
—Sí, claro. Negar eso sería negar parte de la esencia del coro. El hecho de que el coro tenga ese nombre es una actitud política, es militancia. Yo me refiero al otro tipo de militancia, no es nada agresivo. Es a través del arte y de ocupar un lugar que estaba vacío de representación. Nadie se cuestiona que el Club Nacional de Fútbol tenga un coro, o que el Colegio Elbio Fernández tenga un coro, o que la Universidad Católica tenga un coro y que los integrantes tengan que ser estudiantes o egresados. Y sin embargo cuando hacés un coro de hombres gay te dicen que te estás autodiscriminando.
Los integrantes llegan al coro por audiciones anuales que se difunden por redes sociales o bien por el boca a boca que se genera desde sus integrantes. Las audiciones pueden ser bastante simples en tanto que se prueba algo de oído y poder de vocalización, y no se exige demasiada experiencia previa, ya que la agrupación trabaja durante todo el año con un mismo repertorio para presentar en público bajo una consigna conceptual. Desde la primera, donde se deconstruía la imagen del “compadrito” varonil del folklore rioplatense hasta un concierto basado en canciones que hicieran catarsis y sensibilización sobre el fantasma estigmatizante del HIV.
“La primera canción que cantábamos en Compadritos era Se dice de mí, que el original era para varón, aunque después la hizo famosa Tita Merello. Hicimos la primera parte de la milonga en masculino y la otra en femenino”, recuerda Alejandro. Con ese tipo de juegos, el repertorio del coro abarca diferentes épocas y diversos autores: Laura Canoura, Fernando Cabrera, Charly García, La Ley, Bruce Springsteen, entre otros. A veces, armados a través de poemas que forman la idea del concierto y que pertenecen a una estética LGBT+.
El concierto “Revoluciones”, que fue el que realizó el Coro de Hombres Gay el año pasado, surgió del contexto de pandemia. A partir del encierro general y de la idea de no poder acercarse unos a otros, se hizo ese puñado de canciones que cantaban liberaciones de todo tipo. Cuenta Alejandro Giaccone que fue extraño estar cantando algunas obras concebidas como himnos de izquierda. “Ahora tenemos una izquierda muy progresista y centrada en los aspectos LGBT+, pero no siempre fue así”, explica.
En ese espectáculo se leía un fragmento de la novela “El beso de la mujer araña”, de Manuel Puig, que entre otras cosas propone la idea de una izquierda heteropatriarcal, centrada en la “fuerza” del varón, en la impiedad y, claro, la homofobia. Pero también, aparecían “revoluciones” desde lo queer, como en los versos de Pedro Lemebel que también poblaron el repertorio de textos que se colaban entre las canciones del coro.
“Del último concierto salió el que va a suceder este año. El anterior, Revoluciones, me parece que quedó muy patriarcal, así que este año está formado por canciones de mujeres, es un homenaje que le hacemos a las mujeres, no desde la postura del varón cis, con la vida resuelta y con el privilegio de ser varón en esta sociedad, sino desde la empatía, la amistad. Es muy ecléctico el repertorio, desde el Ave María de Schubert hasta temas de Vivir Quintana, una feminista que quiere matar a todos los femicidas. Entre medio se le canta a la amiga, a la hermana, a la madre, a la mujer con cáncer de mama, a todas.
El coro cada vez cuenta con una formación más sólida, lo que le ha ido dando la posibilidad de realizar un trabajo más riguroso que, al principio, cuando la idea era simplemente formar la agrupación. Ahora, el coro ha ganado terreno en afinación y swing. La sinergia del grupo hace que la formación se profesionalice cada vez más.
—¿El grupo no pertenece a ninguna dependencia estatal o de otro tipo?
—No. Hemos logrado sí, algunos apoyos puntuales de la Intendencia de Montevideo anterior. De esta estamos esperando aún. Lo que sí hicimos fue presentar una carta a la Junta Departamental y el mes pasado nos declararon de Interés Cultural, fue un alegrón sobre todo por la recepción que tuvimos cuando presentamos el proyecto. Desde todos los partidos nos manifestaron su gratitud al respecto de la idea. Eso nos sorprendió gratamente. No sabemos, desde el punto de vista práctico, en qué nos puede llegar a servir, pero lo atesoramos como una cosa muy buena para este año.
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