El centro comunitario que alimenta “estómagos y almas” de personas LGBT+ en la Ciudad de México

Brent Alberghini, neoyorkino radicado hace 14 años en México, inauguró Manos Amigues, un centro cultural y comedor que alimenta a 250 personas al día. Habló con Infobae sobre su historia de voluntariado y qué se necesita para llevar un proyecto de impacto social.

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Manos Amigues cumplió su primer
Manos Amigues cumplió su primer año sirviendo comidas de lunes a viernes el pasado 23 de julio.

Una servilleta puede escenificar elocuentemente la homofobia en ciertos lugares del mundo. Cuando Brent Alberghini (Nueva York, 45 años) trabajaba en un centro comunitario de México donde se daba comida a personas empobrecidas, le entregó dos servilletas a un chico de aspecto “afeminado” que las necesitaba para utilizar en un baño público. La jefa del comedor le dijo a Brent que no podía dárselas porque no tenían recursos ni para eso. “Se la diste porque es gay, ¿verdad?”, le reprochó con enojo. “De qué hablas”, le contestó él, “se la di porque es un humano y tenía que usar el baño”.

Al salir, el chico los vio discutiendo. Dijo que no quería causarles problemas, que sólo deseaba usar el baño, abierto para cualquiera. Brent intentaba explicarle a la mujer que había personas LGBT+ en todo el mundo y en todos los grupos sociales. El chico se fue y ella, además de decirle “maleducado, gay”, le gritó que ese era “el problema de su comunidad”, que siempre estaba buscando “tratamiento especial”, cuando ese lugar era “para personas pobres”.

Frustrado y enojado, Brent optó por irse del sitio donde llevaba dos años dedicándose al voluntariado y cultivando relaciones entre los trabajadores y las personas que iban a comer allí. Con ese mismo proyecto había ganado una beca para realizar un teatro sobre ruedas, en una camioneta con escenario que presentaba bandas musicales, grupos circenses y un ciclo de cine cuir, al que su jefa también le hizo reproches.

Los fines de semana el
Los fines de semana el comedor se convierte en escenario de shows musicales, de poesía, vogue, y más.

Una de las cocineras de ese centro, enterada del entusiasmo de Brent por ayudar, le dijo un tiempo después: “Si quieres abrir un día tu propio comedor, me avisas”. Así fue. Con su amor por el voluntariado –que lleva consigo desde los 12 años– trabajó en un centro de ayuda para adultos mayores dirigido por una activista trans de la tercera edad. Se encargó de un pequeño programa de comidas diario, pero tuvo que cerrarlo cuando empezó la pandemia en 2020, así que abrió un banco de alimentos desde su casa con despensas para brindar comida semanal durante las cuarentenas en conjunto con organizaciones de la comunidad LGBT+.

Cuando empezó la vacunación por Covid-19, recaudó fondos para abrir Manos Amigues, un comedor comunitario para personas LGBT+ ubicado en la Colonia Guerrero de la Ciudad de México. Allí se brindan alrededor de 250 comidas de lunes a viernes, todas las semanas. Los platos se sirven a partir de la 1:00 pm y se acaban dos horas después o menos. Cada menú contiene sopa, tortillas, arroz, frijoles, un plato fuerte que cambia a diario, agua de sabor y un postre. Los viernes sirven mole con pollo (se acaba más rápido) y la mayoría lo come en el lugar. El costo es accesible: once pesos mexicanos (menos de un dólar), destinados para gastos de autosostenibilidad y pago de personal. El pasado 23 de julio cumplieron su primer año.

Todas las personas que trabajan en Manos Amigues hacen parte de la comunidad LGBT+, con excepción de la cocinera, la que le dijo a Brent que la llamara cuando abriera su comedor propio. Pero ella, cuenta Brent, tiene un hijo y dos hermanos gays, además de una hija trans, que trabaja allí a diario. “Eres parte de la comunidad”, le dice él.

Brent es un neoyorkino que
Brent es un neoyorkino que estudió teorías de género y feministas. Desde niño empezó a hacer voluntariados.

Al comedor acuden personas de cualquier ámbito que esté necesitada. Alberghini calcula que el 65% de visitantes pertenece a personas de la tercera edad, con 65 años o más, y el 30% de la comunidad LGBT+, a la que busca brindar un espacio seguro y libre de discriminación. Llegan personas en situación de calle, vecinos del sector y población migrante. Algunos no pueden pagar los once pesos, pero son ayudados por programas de alimentación gratuita.

Para su financiamiento, reciben donaciones en especie, de entidades privadas (“cada vez más”), y personas particulares interesadas en apoyar a la comunidad LGBT+. Brent sabe que en muchos casos lo hacen “porque las personas LGBT+ estamos muy de moda”, pero grandes corporaciones se han sumado sin pedirles que incluyan su logo. Además tienen apoyo de una agencia del gobierno con una red de más de 500 comedores públicos.

“No queremos alimentar solo el cuerpo y el estómago, sino también el alma. La gente sale de Manos Amigues no solo con la barriga llena, sino con una esperanza y una inspiración para abrir otra puerta en sus vidas”, añade Brent, pues los fines de semana, en el mismo sitio de la calle Pedro Moreno, el espacio del comedor se transforma en un escenario con shows en vivo, teatro, música, vogue, poesía, rap, y más. Las 7 personas que trabajan día a día en el comedor prestan servicio en el bar-cocina durante los shows, además de otros cinco que llegan a completar el grupo.

En el comedor, ubicado en
En el comedor, ubicado en la Colonia Guerrero de Ciudad de México, se sirven unas 250 comidas diarias de lunes a viernes.

Entre los que se han presentado están el músico y director estadounidense John Cameron Mitchell (”Hedwig and the Angry Inch, “Shortbus”), amigo y ex pareja de Brent y uno de los donantes más regulares y generosos, quien hizo un show a beneficio el pasado mayo cuando estuvo en la Ciudad de México por las celebraciones del Orgullo.

Voluntariados para crear comunidad

Brent Alberghini lleva catorce años viviendo en México, diez de ellos en la capital. Antes de llegar trabajó en Nueva York, a donde asiste con frecuencia para visitar familiares, amigos y seguir proyectos. Esta entrevista la concede desde Nueva York, donde prepara un festival de danza de verano. Se mantiene muy activo, es evidente, pero no le gusta trabajar solo por dinero. “No me satisface solo trabajar así. Es vacío hacerlo nada más por dinero, aburre después de un tiempo y es difícil”, dice a Infobae.

En Nueva York, antes de llegar a México, trabajó en un centro para personas con VIH enfocado en personas con adicción a las drogas, negras y latinas. En San Francisco fue jardinero después de sus estudios universitarios, que realizó entre su ciudad natal y Londres: cursó teoría feminista, sociología y estudios de género.

El comedor también ofrece shows
El comedor también ofrece shows de todo tipo de disciplinas artísticas.

Pero quizá lo que más lo influyó en su vida de voluntariados fue que a los 12 años sus padres lo llevaran a trabajar en un comedor social de una Iglesia Católica que atendía a personas en situación de calle. “Mis padres decían que eran católicos en recuperación, pero había en las iglesias ideas sobre la compasión y el trabajo social que tomaron los movimientos sociales de los años 60 y 70 que promovieron los hippies y la revolución cultural”. Al mismo tiempo bebían de las filosofías budistas, las de Martin Luther King y la idea de que “todos, todas y todes tenemos un vínculo común”. “Si quieres una comunidad que sea mejor para ti, tienes que ayudar a crearla, porque no somos una isla y estamos conectados”, sintetiza Brent.

Actualmente dice que buscará qué hacer “para sobrevivir” además del voluntariado, que parece ser lo que más le llena el corazón. “Es importante que todos hagan uno en su vida. Que se vayan a hacer voluntariados en refugios para animales, o en un hospital para niñes, o cualquier cosa en la que realmente crean. Es difícil para muchos, la gente siempre está trabajando y no tiene tiempo. Pero es importante hacer cosas así para crear una comunidad”, recalca.

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