Documentó la transición de su prima y la convirtió en una conmovedora película: “En lugar de rechazo, quise mostrar el apoyo de la familia”

El nuevo documental “Si dios fuera mujer” sigue la vida de una menor trans y sus padres mientras se adaptan a una nueva vida llena de dudas, alegrías y descubrimientos. Infobae habló con su directora Angélica Cervera sobre cómo fue filmar esta cinta que reaviva el debate sobre las infancias trans.

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El documental "Si dios fuera mujer" exhibe a los padres apoyando la nueva vida de su hija como persona trans y cómo es su cotidianidad familiar. (Foto: Monociclo Cine)
El documental "Si dios fuera mujer" exhibe a los padres apoyando la nueva vida de su hija como persona trans y cómo es su cotidianidad familiar. (Foto: Monociclo Cine)

Laura, una niña trans de 9 años, saca del clóset de su habitación una falda tutú y le pregunta a sus amigos niños quién quiere ponérsela. Todos exclaman “¡yo!” y lo celebran riéndose. Para elegir al que vestirá la prenda, Laura se inventa un obstáculo: deben decir cuál es la cantante favorita de Laura (Ariana Grande) y mencionar su canción preferida de ella (Side to side). Sorteada la dificultad, y vestidos los niños con ropa femenina, se preguntan qué les hace falta ahora. “El maquillaje”, responden todos con alegría; y entonces empiezan a aplicarse rubor y a pintarse los labios. “Échale esto para que quede más morenito porque el pobre está muy blanco”, dice Laura con la gracia y desenvoltura de una niña vivaz.

La escena es contada en Si dios fuera mujer, un documental sobre una niña trans que vive con su familia –una madre y un padre colombianos– en Alfaz de Pi, un pequeño pueblo de España ubicado al sureste de la península ibérica. Tres años antes, Laura se llamaba Óscar y empezó una transición a mujer con el apoyo y el acompañamiento de sus padres, en un proceso que implicó citas con un médico endocrino, cambio de nombre en el registro de nacimiento y ropa nueva en medio de los temores y prejuicios de una familia migrante, católica y conservadora.

Pero al documental, producido por Monociclo y estrenado el pasado 7 de julio en salas de cine colombianas, no le interesa captar este tránsito, sino registrar cómo se ha “construido una cotidianidad familiar” a partir de él. Las preguntas y conversaciones de los padres, los problemas de Laura para socializar, sus compromisos escolares y sus encuentros con familiares y amigos componen la trama, que tiene como eje principal la primera comunión de la niña. Este evento se convierte en el ritual con el que Óscar y Adriana –los padres– asisten a la aceptación en sociedad de su hija por parte de la institución religiosa.

Tráiler de 'Si dios fuera mujer', producido por Monociclo Cine.

“Nunca me hubiera imaginado que en estos procesos se pudiera llegar a sentir duelo. El duelo por alguien que no se ha muerto. Me parece muy fuerte y muy profundo, y creo que es un reflejo de lo complejo que podemos ser los seres humanos”, le dice a Infobae la directora, la documentalista colombiana Angélica Cervera, en referencia a lo vivido por los padres de Laura.

Ambos, como muestra el documental, apoyan y defienden la decisión de su hija pero añoran –en especial el padre– al niño que fue una vez. También reconocen la importancia de su afecto y compañía en un proceso en el que la mayoría de personas trans experimentan discriminación y rechazo, pero que en el caso de las infancias ni siquiera son escuchadas o tenidas en cuenta, pese a que según datos oficiales –como los de la reciente Encuesta Nacional sobre Diversidad Sexual y de Género, en México–, al menos 7 de cada 10 personas trans descubren antes de los 12 años que su identidad de género no corresponde a su sexo asignado al nacer.

Cervera, prima de Laura, se interesó en hacer la película al ver el acompañamiento de los padres después de una “crisis profunda” vivida a partir de la decisión “clara y definitiva” que tomó su hija. Con un equipo compuesto por un director de fotografía, un asistente de dirección y ella como directora, se trasladaron de Colombia a España y empezaron a filmar con los recursos de un fondo de desarrollo cinematográfico. Entonces, instalados a una cuadra de la casa, emprendieron un proceso de “integración” con la familia y la comunidad, con el fin de establecer relaciones cercanas y no irrumpir en su vida diaria de forma abrupta.

Angélica Cervera, directora del documental.
Angélica Cervera, directora del documental.

Fueron tres meses de grabaciones y visitas seguidas en las que se propusieron “invisibilizar la cámara” para que las personas grabadas pudieran “desnudarse y llegar a esas situaciones que tienen mucha carne, cuando la piel se cae un poco y hay vulnerabilidad, emoción y profundidad”, explica Angélica. En el documental vemos a Laura en un parque, renuente a jugar con otros niños, o echada en un sofá recordando las discusiones con sus padres, sin miedo de contradecir a los adultos o explicar lo que ha sentido en el proceso. La vemos estudiar para una clase de geografía, en una fiesta casera, jugando con muñecas, con la madre tiñéndole los vellos de las piernas o en un encuentro con la catequista que la prepara para la primera comunión, y a quien le pregunta qué pasaría si Jesús hubiera sido mujer.

Algunas veces los padres les responden sus preguntas, otras callan con un silencio tenso. Ellos lloran frente a la cámara, discuten, viven su día a día, pero su apertura hace posible un documental que desata conversaciones. Según su directora, “la película ayuda a conversar de una forma liviana sin dejar la profundidad. La gente siente que es una excusa para empezar a hablar del tema o para decir lo que piensa. Es una infancia trans representada desde la dignidad, reconociendo los esfuerzos de unos padres que se adaptan a la situación a pesar de ser tan conservadores”.

A los padres se les explicó que no querían filmar el tránsito, sino cómo era vivir a partir de la decisión de su hija trans de hacer su primera comunión. El resto de personas de la comunidad (el colegio, las amistades, los padres y las madres de esos otros niños) sabían que la directora era prima de Laura y estaba rodando una película. “No pusimos el transgenerismo como algo central, precisamente porque queríamos mirar una cotidianidad”, subraya la directora desde la ciudad de Medellín, donde está radicada.

El documental, aclara, “no pretende llevar un mensaje conductista ni médico sobre cómo tienen que ser los tránsitos en la infancia, qué hacer o qué no hacer. Esto es una historia real sobre cómo una familia lleva su proceso. Tratamos de mirar asuntos del amor, del empoderamiento, del deseo de ser feliz o de vivir en consecuencia con quien se cree y se siente que es”.

Una foto de Laura, la niña protagonista del documental.
Una foto de Laura, la niña protagonista del documental.

Cervera es consciente de que la película documenta un caso poco frecuente, en un mundo donde para las personas trans de cualquier edad “el factor común es un componente de rechazo y discriminación, sea en España o Latinoamérica”. El futuro y el presente de las personas trans está muchas veces determinado por el acompañamiento o la exclusión que viven desde los primeros momentos. “Tener el rechazo del núcleo familiar implica perder el acceso a la educación, la salud, la casa, la seguridad alimentaria, entre otras cosas”. El caso de Laura, en cambio, muestra “la dignidad y la felicidad de un niño que es acompañado en su tránsito, lo importante que es hablar de eso, acompañarlo y entender que cada caso es diferente. La adolescencia de Laura, al haber hecho un tránsito, es mucho más natural”, añade sobre la niña que tenía 9 años cuando el documental se grabó en 2018.

Una de las intenciones concretas de la película era poner a la familia a hablar. Desde que Laura hizo su tránsito, nunca se habían sentado a decir de una forma tan desenvuelta lo que sentían, lo que les dolía o preocupaba. El espectador es testigo de esas primeras declaraciones y preguntas, como cuando el padre dice que a Óscar “lo quería” pero a Laura “la ama”, o cuando señala que le “toca” conformarse con que ya no sea Óscar y se pregunta si antes no era un niño feliz. La madre lo cuestiona diciéndole que Laura es feliz, que, a diferencia de antes, ahora canta, se disfraza, se divierte más y, además, es “la misma persona”.

El documental también busca detenerse en aspectos culturales asociados a lo femenino: “la mujer que cuida, que protege, lucha, se hace cargo y busca la libertad”, como Laura. A eso apunta el título, polémico para espectadores que lo acusan de atacar al dogma religioso. Angélica comenta que nunca tuvo la “intención de hacer un título incendiario o controversial”. Hay personas que se alarman al escucharlo y “eso está bien, pues permite ebullir pensamientos conservadores que uno a veces cree que no existen, pero están por todas partes”.

Lo único “planeado” para Si dios fuera mujer es el viaje de dos tías a casa de la niña, una a quien le contó en una ida playa que no se sentía feliz siendo Óscar, y otra que le lleva una pila de regalos empacados en bolsas rosadas por su primera comunión. Y aunque la cinta llegó a ser concebida desde un punto de vista combativo, una oportunidad de mostrar “la lucha de Laura para quebrar un sistema, la religión y los obstáculos que tuviera que superar”, el sentido cambió cuando llegaron a donde el cura que de forma imprevista (los padres habían postergado la cita por temor al rechazo) le dijo a la familia que haría el procedimiento necesario para cambiar la inscripción de la partida de bautismo de Laura, y así concretar su primera comunión. “La sexualidad no viene dada sólo por la genitalidad”, dice el cura, el mismo que al final del documental, en la iglesia, le da la hostia a Laura, vestida de blanco como otros niños y niñas de su comunidad.

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