Chile, un país percibido como conservador, dio un giro respecto al reconocimiento legal de la diversidad sexual en los últimos años. A fines de 2018 se aprobó la legislación que permite a las personas trans modificar el nombre en la partida de nacimiento y la cédula de identidad. En diciembre pasado se convirtió en el séptimo país de América Latina en reconocer el matrimonio igualitario y la adopción homoparental. Y hace dos semanas el Senado derogó el artículo 365 del Código Penal, que fijaba la edad de consentimiento sexual en los 18 años para las personas del mismo sexo, cuando era de 14 para los heterosexuales.
Además, el último Informe Anual de los Derechos Humanos de la Diversidad Sexual y de Género -elaborado por el Movimiento de Integración y Liberación Homosexual- destaca que el número de denuncias por discriminación y agresiones al colectivo LGBT+ disminuyeron por primera vez en ocho años, pese a la persistencia de los crímenes de odio, mientras que 32 personas abiertamente gays, lesbianas y trans ocupan actualmente cargos públicos por elección o designación. Como telón de fondo, una Convención Constituyente paritaria y con representantes de la diversidad sexual acaba de presentar el texto que busca reemplazar la Constitución vigente, impuesta por el dictador Augusto Pinochet antes de dejar el poder.
Gaspar Domínguez, un médico rural de 33 años, es uno de los ocho miembros del colectivo LGBT+ en resultar electos para la convención, y durante el segundo tramo del proceso llegó a convertirse en el vicepresidente del órgano. Domínguez nació en Santiago, pero una vez terminados sus estudios se trasladó a la inhóspita provincia de Palena, en la Patagonia chilena, donde trabajó en el único hospital existente y en pequeñas comunidades de la región. Allí nunca ocultó su orientación sexual a los pacientes. La visibilización era tan importante como los talleres con perspectiva de género que implementó en las escuelas de Palena, una continuidad de su militancia LGBTI en la Universidad de Chile.
—Gaspar, ¿cómo fue para vos llegar a un lugar alejado de la capital y hacer pública tu orientación sexual?
—El hecho de explicitar la orientación sexual, sobre todo en un lugar donde pudiera resultar adverso, rural o aislado, constituye per se un acto político. Gran parte de la homofobia o de los sentimientos negativos que hay en relación con las personas de las disidencias sexuales tienen su origen en el desconocimiento. En ese sentido, ser explícitamente homosexual permite que las personas que no conocen o no tienen experiencia de cara a la diversidad sexual puedan enfrentarla y conocerla. Estar fuera del closet es un acto político. Es la visibilidad.
—Claro, es importante que las personas LGBT+ seamos visibles, pero otra cosa es la recepción.
—La reacción original desde los vecinos y vecinas era un poco de desconfianza. Sin embargo, al poco andar se fue generando la convicción de que efectivamente ser homosexual no representaba un impedimento para ser un buen profesional. De alguna manera se van disminuyendo las distancias cuando las personas se dan cuenta de que aparte de ser homosexual puedes ser un buen médico, que responde a las necesidades para las que está allí y disminuye la brecha entre lo que las personas conocen y la realidad. Algunos hombres conservadores de campo tenían algunas dificultades, pero cuando ya me conocían la confianza era otra. Acudían, por ejemplo, a que yo les hiciera sus exámenes de próstata o cosas que, en un contexto de rápido análisis, impensadas, y luego se van naturalizando y normalizando.
—Además, desde que arrancaste la militancia en la universidad hasta ahora, Chile cambió mucho respecto a los derechos de las personas LGBT+.
—Chile ha tenido profundas transformaciones en los últimos años de cara a la diversidad sexual. A finales de los años 90, cuando yo estaba estudiando en el colegio, existía la penalización de la sodomía, es decir, las relaciones sexuales entre homosexuales en el artículo 365 del Código Penal. En el 99 se eliminó esa expresión. En 2004 se tuvo la discusión sobre la ley que habilitaba el divorcio. Hace un par de años apareció la legalización de las uniones homosexuales y la ley de aborto. La agenda de derechos sexuales y reproductivos ha avanzado de forma muy lenta en comparación con el resto de la región. El matrimonio para las disidencias recién fue reconocido el año pasado. Este proceso constituyente ha logrado poner en la agenda a la disidencia sexual y se han garantizado algunos derechos. Hay un gran avance en las últimas dos décadas. Hay algo que no depende de las normas constitucionales, que son hechos ya ocurrieron. Yo soy una de las ocho personas homosexuales de la convención constitucional que logramos gran visibilidad e incidir en la discusión. Ese también es un acto político y un acto de responsabilidad, porque cuando un niño de diez años quiere ser presidente de curso, puede verse reflejado en alguien que es homosexual y vicepresidente de la convención constitucional, o que es ministro de Estado, o diputado. Los liderazgos en personas homosexuales también son transformaciones sociales, no solo simbólicas, porque ayudan a distribuir el poder hacia grupos que habitualmente no lo ostentan.
—¿Cuál fue tu reacción cuando te eligieron vicepresidente de la Convención?
—Primero fue de sorpresa, porque no me lo esperaba. Fue repentino. Es interesante que las personas que somos homosexuales ocupemos espacios de representación popular y de liderazgo no porque seamos homosexuales, sino porque tenemos el nivel profesional o la calidad política para poder enfrentar esas tareas y que coincida o conviva con esta experiencia el hecho de ser parte de la diversidad o las disidencias sexuales. Hay una diputada transexual, Emilia Schneider, que hace unos días me dijo algo muy cierto: su propuesta no es solo la ley trans ni inclusión de diversidad sexual. También los homosexuales tenemos opinión sobre el régimen político, el sistema de justicia, la crisis climática, las energías renovables. Entre las personas gays, lesbianas y transexuales las hay de derecha y de izquierda. Se trata de permear en la discusión política y en los espacios de representación. Es una necesidad que cada vez se está haciendo más real y en el último año en Chile, con la Convención Constitucional, el presidente Gabriel Boric, que tiene dos ministros homosexuales, y representantes lesbianas y trans en el Parlamento, tenemos ya representación en los espacios políticos. Debemos sentirnos orgullosos como chilenos.
—De hecho, en el último debate presidencial solo José Antonio Kast presentó alguna objeción a la legislación LGBT+.
—De alguna manera se tiende a jibarizar la discusión y a pensar que la incorporación de la diversidad sexual en los espacios de representación política popular beneficia a la diversidad sexual. Y no. Creo que la compresión de una sociedad diversa y plural nos fortalece. Reconocer a los titulares de derechos, como mujeres, niños, niñas y adolescentes, pueblos indígenas, diversidad sexual, personas con discapacidad favorece el entendimiento entre nosotros y nos permite avanzar hacia el concepto de igualdad sustantiva, por sobre el concepto formal de igualdad, que ya ha sido superado en términos jurídicos internacionales. Estamos avanzando en la comprensión de que no todas las personas deben ser tratadas iguales, porque para poder lograr la igualdad plena necesitamos ser tratados ateniendo a nuestras respectivas diferencias.
—Formaste parte de la Red de Constituyentes Disidentes, integrada por todas y todos los representantes de la diversidad. ¿Lograron plasmar en el texto todo lo que se proponían?
—El proceso constituyente tuvo dificultades, tropiezos, de a ratos discusiones caóticas, porque canalizó una profunda crisis social que hemos estado acarreando en Chile largos años y que explotó hace dos años y medio atrás. Nadie podría decir que terminó siendo el texto que cada uno quería. Porque el hecho de ser una conversación política y democrática implicó necesariamente que tuviéramos que conversar con otros y ceder. Y esa transacción hace que la idea inicial que yo tenía se modifica para acercarse a la idea del otro. Esa conversación política tuvo participación de la ciudadanía, a través de iniciativas populares como las audiencias, reuniones, propuestas escritas, también de la diversidad sexual, que consiguieron 15 mil firmas y ahora están en el texto, más las propuestas que teníamos los convencionales. En el caso de que esta Constitución se apruebe, pasaríamos en términos jurídicos a la vanguardia mundial en materia de derechos LGBT+. Lo digo con mucha responsabilidad. No solo se habla de la familia en sus diversas versiones y formas, no nos limitamos a lo consanguíneo y a lo filiativo, sino también se establece el derecho a la identidad y se establece como mandato que las organizaciones políticas tengan asegurado la representación de la disidencia sexual. La expresión sexogenérica habla de un contenido político, dejando a la diversidad no solo como parte de un espectro, sino estableciendo que hay una posición hegemónica, que es la posición hetero-cis. Hay hartos avances que nos pone en la vanguardia mundial y por eso estoy muy contento con el trabajo realizado. Cada palabra, cada adjetivo, cada coma fue muy discutida con muchas organizaciones, personas y constituyentes. Logramos permear a la lucha feminista y a la lucha del ecologismo y acoplarnos y proponer este texto que es bien progresista en materia de libertad y derechos. Espero que el 4 de septiembre se apruebe para que podamos ser un referente.
—Una buena parte de la derecha se opone a la nueva Constitución, con críticas muy duras y a veces con distorsiones.
—Adivina quiénes se oponían a la derogación del artículo 365 en los 90. Los sectores más conservadores de la derecha. Adivina quién se opuso en 2004 a la ley de divorcio. Lo mismo con el matrimonio igualitario. Es una persistencia histórica, es un acto de consecuencia. Nadie puede esperar que fuera distinto. Se opusieron a la paridad en el órgano constituyente. Hoy día sería raro imaginarse en Chile que un órgano democrático no fuera paritario, porque desde lo simbólico y lo material ya se instaló que la representación democrática debe ser paritaria, porque la mitad de Chile son mujeres. Y si un órgano busca ser democrático y representativo, debe representar a las mujeres y a las disidencias. No para que terceros hablen por ellos, sino que desde nuestra propia voz podamos poner nuestros puntos sobre la mesa.
—¿Pensás que los sectores más conservadores se oponen a la nueva Constitución por temas de paridad o representación de los pueblos originarios o en realidad quieren proteger los privilegios económicos de la Constitución de Pinochet?
—Existen muchas razones distintas para oponerse al texto. Nadie puede estar de acuerdo con todas las propuestas. Hay cosas que voté en contra y hoy son parte del texto constitucional y otras que quería votar a favor y no llegaron. El ejercicio democrático implica que al no haber unanimidad sean las mayorías las que puedan definir el camino. La evaluación requiere un examen global. Dentro de la gente que busca rechazar este texto, hay distintas posiciones. Hay quienes tiran la pelota al área de lo orgánico, de la composición del sistema de justicia y del régimen político. Algo de eso puede haber, y además son cuestiones que se pueden corregir en el camino. La democracia lo permite. Pero lo que creo profundamente que está detrás es la convicción ideológica y moral de no creer en la diversidad como un valor. De no creer en las causas de género que buscan reivindicar la lucha de las mujeres. Son herederos de las personas que se oponían a la legalización de la homosexualidad, a los derechos sexuales de las mujeres, al voto de las mujeres en los 40, a la instrucción escolar obligatoria en los años 20, a las vacaciones y a los derechos laborales. Hay que ver el tránsito histórico. Es natural que hoy se opongan a los elementos que buscan fortalecer la negociación sindical o la representación de las mujeres y de la diversidad sexual. Lo que subyace es una forma de comprender el mundo.
—¿Qué aspectos te gustaría que hubiesen quedado en el texto final y que no llegaron a consensuarse?
—Una de las materias que más conozco es la salud. Me hubiera gustado que quedara más regulado el rol de los seguros privados, por ejemplo. Pero no se logró el acuerdo, así es la democracia. No se prohíbe que no se pueda regular por ley, solo que no ha quedado regulado en la Constitución. En términos de la diversidad sexual, un establecimiento de cupo trans hubiera sido deseable. Quedó la expresión de que deben ser representada la diversidad sexual. De alguna manera se transforma en un impulso para que la ley regule la manera en que se materializará ese principio. En términos de las Policías, Carabineros es una policía militarizada y tiene dos escalafones, el de oficiales y el de suboficiales, igual que las FFAA. Eso hace que la Policía sea una institución profundamente clasista. Yo apoyaba que la policía tuviera un escalafón único. Tampoco quedó en el texto. Hay quienes siempre han tenido el sartén por el mango y nunca se han tomado decisiones sin que ellos quieran. Hoy día ven que un órgano democrático, electo por la gente, con una amplia mayoría, tomó decisiones democráticas y vamos a tener la primera Constitución escrita en forma democrática en Chile. Por cierto, eso produce escándalo y alerta. En tiempos de redes sociales se instala la transmisión de noticias falsas que fomenta la polarización, aumenta las dificultades políticas para tomar decisiones y contra la libertad de las personas. El Brexit en Reino Unido, Bolsonaro, Trump, Le Pen. Hay miles de ejemplos de cómo se instala el miedo como mecanismo de control social y político. Pero pese a todo eso, yo creo que nos va a ir bien el 4 de septiembre, y el 5 de septiembre la marraqueta será más crujiente.
—La primera que vez que hablé con vos todavía no se había iniciado la Convención. Me acuerdo que me dijiste que proyectabas para Chile un sistema de salud pública como el británico. ¿Se pudo avanzar en ese aspecto?
—Sí, en términos generales se logró la tarea, que es básicamente arrebatarle al mercado los derechos sociales que hoy día los monopoliza. Hoy día, quien tiene plata se atiende más rápido y mejor. El que tiene plata estudia mejor y que no, perdió. En Chile eso lo hemos llevado a un extremo. Entiendo que quien tenga plata puede resolver ciertas necesidades con mayor celeridad. Entiendo que el que tenga plata tenga un auto más grande, una casa más grande y vaya de vacaciones más lejos. Pero cuando tenemos dos personas con cáncer que requieren un tratamiento de quimioterapia, no es presentable que el Estado organice los recursos sanitarios de tal manera que la quimio sea primero para el que tiene más plata. Así funcionan hoy en Chile las prestaciones sanitarias. Hay personas que llevan años esperando hora con un neurólogo por cosas que pueden ser serias y una persona a la que duele la cabeza porque tomó mucho alcohol puede ir al neurólogo al otro día si tiene la capacidad de pagarlo. Si bien el texto constitucional no resuelve este problema con una varita mágica, entrega los principios y las herramientas para avanzar en el camino de reconocer los derechos sociales como derechos y hacerlos exigibles mediante vías judiciales y legislativas.
—¿Qué sentiste al momento de presentar el texto al lado del presidente Boric? No dejo de pensar que se trata de dos personas muy jóvenes.
—Una anécdota: Gabriel Boric fue presidente del centro de estudiantes de la Universidad de Chile. Yo voté por él en 2011 cuando los dos éramos estudiantes. No es la primera vez que votaba por él. Ahora fue mi presidente mientras hacíamos la entrega del texto. El presidente tiene tres años más que yo.
—¿Generacionalmente qué te pasa con eso? Salvo que vayas a una monarquía absolutista hereditaria o a un país nórdico es una excepción.
—Hay un cambio generacional y es un gran desafío poder demostrar que las generaciones sub-40 tenemos las capacidades de poder liderar los procesos, pero siempre con la humildad de escuchar a los que tiene más experiencia. Los ancianos de la tribu tienen mucho conocimiento que puede ser canalizado y que debe ser tomado en cuenta para tomar decisiones para ser ponderado junto con el ímpetu de la juventud y lograr así el equilibrio que permita avanzar rápido, pero también sin tropiezos.
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