“Mijita, después de que usted se sube a los tacones, ya nunca va a querer volver a bajarse”. Con esa franqueza se dirige María Alejandra Calderón a las clientas de una tienda del centro de Bogotá frecuentada por “mujeres trans de clóset” y hombres que buscan un lugar privado para vestirse con prendas, accesorios y maquillaje femeninos, y que durante años ha sido uno de los secretos mejores guardados de la comunidad diversa de la capital colombiana.
Los clientes de la Tranxtienda, ubicada en el cuarto piso del centro comercial Galaxcentro, llegan vestidos con atuendo casual o formal “de hombre”, enchaquetados por el frío y las lloviznas heladas que permean a diario a la ciudad, y salen transformados en lo que, según Calderón, siempre han querido ser o buscan por “fetiche”.
En uno de los lockers de la tienda guardan sus prendas para luego transformarse y travestirse con lo que ya traen o les ofrece el surtido del local: lencería, vestidos, calzado femenino de talla grande, accesorios, prótesis de pecho y cola y maquillaje completo. Todo disponible para alquiler o venta. Una “transformación completa” le sale a un cliente por sólo 65.000 pesos colombianos (unos 15 dólares). Es lo que aproximadamente cuesta un maquillaje en una peluquería.
“La Tranxtienda es un muy buen servicio, pero muy mal negocio”, comenta Calderón, que es fisioterapeuta y dietista de la Universidad Nacional. A pocas cuadras del Galaxcentro tiene un consultorio donde realiza terapias físicas y estéticas. Ese otro trabajo le permite sobrevivir para que los ingresos de la Tranxtienda, que abre generalmente los fines de semana, puedan ser invertidos en su propio mantenimiento y surtido.
Calderón, de 39 años, también es consejera consultiva distrital LGBT+ por personas trans en Bogotá. Ella misma, antigua clienta de la Tranxtienda, valora su importancia y “modestia aparte”, dice en entrevista con Infobae, la destaca como “un lugar único en la ciudad y en Colombia”.
Hace cuatro años decidió estar al frente del local, cuando supo que su antigua dueña, una mujer trans, lo iba a cerrar. En ese momento no entendía por qué lo pusieron a la venta “si era tan bueno”. Calderón asegura haberle cambiado la cara al negocio al proyectarlo más a la comunidad trans e incluso a personas heteros. Después de todo, dice que el 90% de sus clientes son mujeres trans de clóset que acuden atraídos por el lema del local: “Ofrecemos un espacio destinado a la feminidad y belleza trans, en especial a las chicas de clóset. Discreto y reservado. Servicio al travestismo”.
María Alejandra cree que la clave de su servicio está en entender a sus clientes, que no han salido del clóset, como ella una vez. Precisamente, la primera que vio la Tranxtienda no entró porque vio que una mujer cisgénero, pareja de su antigua dueña, lo atendía. “Seguí derecho automáticamente”, recuerda. Cuando decidió entrar fue porque vio a la dueña y sintió más confianza. Entonces preguntó por el servicio y pasó a vestirse con las prendas del local. Poco después, al tiempo que trabajaba como líder social (el año pasado fue elegida en su cargo distrital gracias al apoyo de la comunidad LGBT+, dice), salió del closet.
“Soy trans no porque sea gay, los hombres llegaron por añadidura, se puede decir. Me veía muy bonita como chica y me encantaba maquillarme. Cuando salí del clóset no quería estar rumbeando en la calle ni emborrachándome. Estaba de líder social de la mesa LGBT+ de Puente Aranda, la localidad donde vivo. Al mismo tiempo iba haciendo mi transición y mi tratamiento hormonal”.
La Tranxtienda cuenta con tres locales comerciales en el mismo piso del centro comercial: una boutique con el surtido para el vestuario con sección de sexshop, otro local para lockers de 50x30 cm que alquila mensualmente y uno adicional con los tocadores y vestieres.
La mayoría de sus visitantes son personas jóvenes adultas y adultos mayores de estratos medios y bajos, por quienes tuvo que bajar de precio algunos de los servicios que se les dificultaba pagar en la anterior administración del sitio. Su asistencia “inestable” impide, según Calderón, que la tienda además de ser autosostenible le permita a un dueño vivir de ella. “La chica trans de clóset no es constante. Hay unas que llegan cada 8 días, otras una vez al mes, otras aparecen cada dos o tres. Es tan secreto que sólo esperan una oportunidad para poder venir, pero la mayoría quisiera ser transgénero todo el tiempo”.
La Tranxtienda también ayuda a sus clientes a conectar con entidades y organizaciones que ofrecen servicios médicos, psicológicos y atención variada a personas trans (que en Colombia pueden corregir el componente sexo del documento de identidad). Además, tiene convenios con bares del sector, “para que puedan vivir su fantasía, saliendo del clóset un poquito, en un lugar donde son bien recibidas”.
Calderón cuenta que sus clientes suelen llegar “estresadas y aburridas” a la tienda y “salen transformadas de los tocadores, felices”. “Buscan un espacio donde sentirse aceptadas y bien consigo mismas, donde encontrar a alguien con sus gustos. A veces se hacen amigas entre ellas y eso las motiva psicológica y emocionalmente. No lo quiero comparar con un vicio, pero es como cuando a ti te gusta algo muchísimo y no lo puedes dejar de hacer, como cuando esperas toda la semana para tomarte una cerveza el sábado”, cuenta.
María Alejandra se preocupa por su clientela y considera que la suya es también una “obra social”. Hay quienes le deben varios meses de arriendo por un locker. Por eso, a quien reciba en su local una transformación completa, mientras está vestida como mujer y se va a un lugar a disfrutar de una fugaz o provisional salida del clóset, no le cobra un peso por guardarle su ropa “de chico” en uno de los lockers de alquiler.
Y ante los consejos de chicas trans de la comunidad de agrandar la tienda, buscar otro espacio y convertirlo en una “casa de reinas”, Calderón, así como su dueña pasada, no ha cedido. “Algunas trans de clóset gomelas (palabra para referirse en la capital colombiana a personas de estratos socioeconómicos altos) ven que esto no es ostentoso. Si quieren algo así, les digo a dónde ir, en Bogotá, a una casa de reinas donde una transformación completa te cuesta tres o cinco veces más. ¿Y es que acaso si eres de estrato bajo no puedes soñar con entrar en una casa de reinas?”, se pregunta. “Aquí todos podemos ser felices”.
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