En 1991 el cineasta Martin Scorcese bajaba de un taxi en la Quinta Avenida de Nueva York cuando vio a un hombre “con gafas y blazer, bien vestido” gritando en contra de John O’Connor, el sacerdote católico considerado el Papa norteamericano quien en los 80s sostuvo una doble postura contra los homosexuales: al tiempo que condenaba la violencia homofóbica, confirmaba la posición anti homosexual de la iglesa católica declarando a la homosexualidad como un mal moral y oponiéndose a la legislación por los derechos de la comunidad LGBT+.
“¡Vete a la mierda, O’Connor! ¡Tú no eres el padre de nadie!”, gritó el hombre en pleno centro de Manhattan. Para Martin Scorsese, aquel grito venía “de lo más profundo de su alma”, y conjeturó una explicación: era más que posible que aquel hombre hubiese perdido a su pareja o a su hermano debido a la epidemia del sida, calificada en aquella época como un castigo divino a los homosexuales por numerosas figuras de la Iglesia Católica, que históricamente ha rechazado a las vidas homosexuales oponiéndose a sus vínculos y su “estilo de vida”
Esa relación conflictiva es la base de Building a Bridge, estrenado el año pasado en el festival Tribeca y ahora disponible en Internet, un documental que aborda la labor de un popular padre jesuita, James Martin, quien se ha dedicado los últimos años a brindar espacios a la comunidad LGBT+ católica con el fin de “construir un puente” entre ella y la iglesia. Dirigido por Evan Mascagni y Shannon Post (el primero católico y el segundo una persona queer), está basado en un breve libro que James Martin escribió después de la masacre de 2016 en Pulse, discoteca gay de Orlando, en Florida, en donde fueron asesinadas 49 personas, la mayoría miembros de la comunidad LGBT+.
Es probable que el documental, producido por Scorsese, no hubiera interesado el director de 79 años si no tocara de forma directa aspectos de su propio pasado familiar (en específico, sus primos gays), así como su fascinación por explorar la religión, la historia de los excluidos y el lado más oscuro de la vida estadounidense.
En entrevista reciente con la revista The New Yorker, el director nieto de inmigrantes italianos y de padres originarios del Little Italy de Manhattan, se refiere a cómo la homosexualidad era un tema incómodo en el enclave católico e italoamericano de su infancia. “Nunca fue mencionado por los sacerdotes, nunca mencionado en el púlpito, nunca mencionado en la casa, nunca se habló en absoluto”, dice el director en el reportaje. “Cualquier cosa fuera de lo que se consideraría la norma debía ser condenado al ostracismo, humillado, burlado”.
El director de Goodfellas y Taxi Driver rememora que en ese contexto se enteró que un primo del que era muy cercano era gay, y que su tío, el padre del joven, amenazó con romperle las piernas por su orientación sexual. En la década de los 50 hacían falta “muchas agallas”, según James Martin, para revelar algo así. El primo de Scorcese se lo confesó porque confiaba en él. “Sabía que yo también era un outsider. Sabía que yo no pertenecía”, cuenta el director, a quien el asma le impedía involucrarse con el vecindario de su infancia.
En el documental, la cámara sigue al padre jesuita entre 2018 y 2019 en sus reuniones con homosexuales y sus padres en escuelas y parroquias católicas. Ellos se le acercan para hablar hostil del trato que reciben en el seno de sus familias. El documental también muestra cómo sectores tradicionalistas denuncian la “herejía homo” y se oponen a la labor de James Martin, a quien no califican como un “pervertido retorcido”. “No hay una doctrina o enseñanza de la Iglesia que él no torcería y pervertiría con su mente enferma para excusar su aceptación de la lujuria homosexual”, dice Michael Voris en un fragmento de un video clip citado por la prestigiosa revista estadounidense.
Scorsese cuanta que tenía dos primos más que también eran “así”, como decían en su familia. Uno de ellos murió de sida a finales de los noventa, poco después que el director lo visitara por última vez en un hospital.
“Yo amaba a mis primos. Eran buenas personas y vi el sufrimiento por el que pasaron y el sufrimiento de las personas que se preocupaban por ellos”, declara el director. Y añade: “Se supone que el catolicismo tiene que ver con la inclusión. Si alguien marginado está ahí, es mi forma ingenua de pensar, lo tienes que aceptar. El marginado no debe ser excluido: es un alma humana. Es quien es. Me pareció muy claro que esto era un defecto de la Iglesia”.
James Martin ya ha participado en otros proyectos del director estadounidense. En su cinta Silencio (2017), sobre dos jesuitas portugueses que viajan a Japón en el siglo XVII, trabajó como asesor, y en El Irlandés (2019) tuvo un cameo como un sacerdote de bautismos. Martin se graduó en una escuela de negocios e ingresó a la Compañía de Jesús en 1988. A partir de sus artículos para una revista jesuita se integró en proyectos culturales de dimensión católica. En su cuenta de Facebook acostumbra a colgar anuncios con temas sobre el campo católico y jesuita.
El desamparo y la discriminación de la Iglesia católica en la década de los 80s no escapó a la experiencia del director y el padre jesuita. Como refiere la publicación, los fundamentalistas religiosos atacaron tanto la homosexualidad como a la película La última tentación de Cristo (1988), de Scorsece. Y una parroquia jesuita ubicada en St. Francis Xavier acabó con las misas donde se reunía Dignity, un movimiento de católicos homosexuales que brindaba espacio a la comunidad afectada por el sida. “Fue un momento doloroso para los católicos LGBT+ en Nueva York. Muchas personas lo vieron como un signo de exclusión no solo de esa parroquia sino de la Iglesia en su conjunto”, cuenta James.
En la actualidad, dentro de la iglesia católica se viven cambios favorables para la comunidad LGTB+, pero también acciones que alarman por constituir un retroceso en logros obtenidos. Según el padre James Martin, el actual cardenal de Nueva York, Timothy Dolan, en una misa en St. Francis Xavier mencionó “los ministerios LGBT+ como uno de los muchos signos de bienvenida de la parroquia”. Asimismo, el Papa Francisco en una carta al padre jesuita celebró su labor pastoral. También unas conferencias organizadas por James Martin reúnen a la comunidad y la Iglesia en conferencias y talleres en una universidad de la congregación religiosa.
Pese a esto, en junio un obispo Massachusetts despojó de la afiliación católica a una escuela jesuita que no quiso quitar de sus instalaciones la bandera del arcoiris y del movimiento antirracista Black Lives Matter. De igual forma, ahora que la Corte Suprema de Estados Unidos retrocedió 50 años al revocar la setencia a favor del aborto en ese país, muchos se preguntan qué tan amenazados están los derechos ganados por las disidencias sexuales.
“Muchos católicos, que no conocen a ninguna persona LGBT+, están listos para condenarlos: ‘No necesito conocerlos, no necesito hablar con ellos, simplemente condenaré su estilo de vida’”, dice James Martin. Por eso espera junto con Scorsese que el documental no sólo registre hechos sino que acerque a la iglesia con la comunidad a lo largo de la historia.
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