Es activista lesbiana, madre y comediante católica: “Nadie es una sola identidad”

Elizabeth Castillo pasó de organizar casi clandestinamente la Semana del Orgullo en los 90s a ser reconocida por el Congreso de Colombia. En diálogo con Infobae, repasa su trayectoria como luchadora por los derechos LGBT+ en su país y señala las deudas pendientes desde el Estado.

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Elizabeth Castillo en el salón del Congreso donde le otorgaron un reconocimiento a su labor como activista el pasado 28 de junio. (Foto: Manuel Velandia)
Elizabeth Castillo en el salón del Congreso donde le otorgaron un reconocimiento a su labor como activista el pasado 28 de junio. (Foto: Manuel Velandia)

“Si miramos los últimos 50 años, el cambio ha sido profundo: hasta 1980 era delito ser homosexual en Colombia. En 2022 es delito ser homofóbico”. Con esas palabras resume la activista Elizabeth Castillo el cambio lento pero contundente que ha habido en los últimos años para la ciudadanía LGBT+ colombiana, que este 3 de julio se vuelca a las calles a conmemorar el Orgullo tras la pausa obligada de dos años por la pandemia. Se cumplen además cuatro décadas desde que en 1982 se hiciera la primera marcha LGBT+ en su capital, Bogotá, tercera en realizarla en Latinoamérica, con cerca de 30 personas celebrando en la Plaza de Toros que la homosexualidad no fuera más un delito en el Código Penal.

La semana del 28 de junio, Día Internacional del Orgullo LGBT+, ha sido vibrante para el activismo y las diversidades del país. Ese mismo día, 21 activistas LGBT+ de todo el ámbito nacional –incluyendo a Castillo– recibieron un reconocimiento por su labor por parte de la Comisión de Derechos Humanos del Congreso de la República. Y en la misma fecha se presentó públicamente el Informe Final de la Comisión de la Verdad, un documento que busca esclarecer los patrones y causas del conflicto armado en Colombia desde 1958 hasta 2016, año en que se firmaron los Acuerdos de Paz con las extintas guerrillas de las FARC.

Ampliamente celebrado por las entidades defensoras de derechos, este documento tiene una sección centrada en indagar lo sucedido a las mujeres y las personas LGBT+ durante la guerra interna en Colombia. Aunque ha habido otras, ninguna comisión de la verdad en el mundo se había dedicado a estudiar las implicaciones de un conflicto armado en personas LGBT+.

Para Elizabeth, subdirectora de Asuntos LGBTI del distrito de Bogotá, el documento “tiene principalmente una enorme importancia para las mujeres, el reconocimiento de los hechos sistemáticos de violencia sexual cometidos por los actores del conflicto, legales e ilegales. Además, habla de la población LGBT+ y se pregunta qué pasó con ella en medio de esa violencia y esa historia todavía sin contar”.

Elizabeth organizó en 1997 la primera Semana del Orgullo en su ciudad natal, Manizales.
Elizabeth organizó en 1997 la primera Semana del Orgullo en su ciudad natal, Manizales.

La vida de la activista nacida en 1970 en Manizales, municipio de la región conocida en Colombia como eje cafetero, es un reflejo de las luchas heterogéneas del movimiento LGBT+. En 1997 organizó la primera Semana del Orgullo en su ciudad en un recinto público, pero el alcalde le envió el mensaje de que no podría llevarse a cabo un “evento de esa naturaleza” en su mandato.

“Creo que nunca me había sentido tan insultada. ¿Cuál ‘naturaleza’? Si íbamos a tener una charla de derechos humanos, un ágape, un cine foro y una misa”, recuerda Castillo, que es católica. Finalmente, ese año logró gestionar un lugar en la Facultad de Derecho de la Universidad de Caldas. 25 años después las calles de Manizales y otras ciudades tienen agendas tan variadas como sus organizaciones, apoyadas por las mismas autoridades locales.

“Hay cambios maravillosos en curso, es evidente, y es un privilegio estar viva para verlo”, comenta la activista que ha sido testigo de la resistencia de décadas de los gobiernos por impedir que se avanzara en leyes como el matrimonio entre personas del mismo sexo y la adopción homoparental, facultados en 2013 y 2015.

La también autora de No somos etcétera. Veinte años de historia del movimiento LGBT+ en Colombia (2018) no deja de mirar los reclamos más urgentes de este 2022. “Hay que hacer lo posible por impulsar una ley integral trans, que incorpore medidas concretas para cerrar las brechas de desigualdades que viven en este país, en particular, las personas trans”. Otra urgencia es la implementación de la Política Pública Nacional LGBT+, estancada por el gobierno de Iván Duque, que dejará el cargo el 7 de agosto. “Su reactivación le daría una dinámica distinta a las políticas públicas locales”, señala Castillo.

Su libro 'No somos etcétera' (2018) es una investigación y una memoria personal de la historia del movimiento LGBT+ en Colombia.
Su libro 'No somos etcétera' (2018) es una investigación y una memoria personal de la historia del movimiento LGBT+ en Colombia.

En su libro, Elizabeth acude a entrevistas, investigación, revisión de documentos y memoria personal. En esas páginas ya indispensables para entender las formas de lucha y discriminación hacia las disidencias sexuales en el país, celebra la carnavalización de la marcha, algo que la vuelve a la vez divertida y política. “La marcha lleva un mensaje político muy fuerte por dentro. Es la existencia de los que no han sido nombrados, de los que han tenido miedo de salir a la calle. Esa expresión ciudadana de ‘aquí estamos’ y ‘esto es lo que somos’ es muy poderosa, pero además está combinada con un carnaval fantástico. Es una mezcla fascinante porque el carnaval no le quita el sentido político, y todo lo político se configura con la expresión artística y poderosa que surge alrededor”, dice en entrevista con Infobae.

Por su creencia religiosa, Elizabeth ha recibido reproches de sectores feministas, así como de lesbianas que le cuestionan su fe católica. “A la gente le cuesta creer que una pueda tener un montón de facetas. Pero nadie es una sola identidad, no soy solo una lesbiana. Soy una católica, de Manizales, que vive en Bogotá, mayor de 50, a la que le acaban de hacer una histerectomía. Hay un montón de identidades ahí. En los espacios religiosos, sobre todo antes, encontraba mucha resistencia por ser lesbiana. En los feministas, me decían ‘¿cómo así que católica?’. Me gusta nombrarlo porque en esa diversidad maravillosa que es cada persona, cada quien tiene un montón de posibilidades”, argumenta.

Por eso recalca que el suyo es un Dios misericordioso, no castigador. “Me suscribo en el Dios de la misericordia, el amoroso, el padre compasivo que de ninguna manera abandonaría a ninguno de sus hijos y que por supuesto no va abandonar a los homosexuales”.

Las otras facetas de Elizabeth incluyen la de madre, por eso cofundó hace casi 19 años el Grupo de Apoyo de Mamás Lesbianas y Diversas, por donde han pasado, enumera, “unas mil mamás y sus familias”. También es columnista en el diario El Tiempo, es comediante y tiene un hilarante stand up llamado A ver si nos entendemos, creado para hablar de diversidad sexual y “para que la gente se ría y reflexione sobre la historia de una activista lesbiana católica de Manizales”. Cientos de personas ya lo han disfrutado en los teatros bogotanos y espera estrenar pronto una nueva temporada.

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