John Cameron Mitchell: “La cultura woke es mala para el arte, no se puede ir por la vida siendo policía y sin humor”

Antes de su presentación este fin de semana en la Ciudad de México por las celebraciones del Orgullo, el creador de Hedwig habló con Infobae sobre el legado de su icónico musical, su amor por la música latinoamericana y por qué el fervor identitario solo puede producir un “festival de narcisismo”.

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John Cameron Mitchell, el creador
John Cameron Mitchell, el creador y protagonista del clásico musical queer "Hedwig and the Angry Inch", se presentará este fin de semana en la Ciudad de México.

John Cameron Mitchell (Estados Unidos, 1963) ha tenido una de las carreras más inverosómiles y fascinantes de las últimas décadas. Hijo de un general del Ejército estadounidense, se crió en bases militares, incluyendo una localizada en Alemania Oriental a fines de los 80, y según contó soportaba esa vida gracias a las fugas a mundos de fantasía que le proveían las grandes estrellas del glam rock de los 70 como David Bowie y Lou Reed. Luego de algunos años intentando triunfar como actor, finalmente llegaría su gran momento con el estreno del musical off Broadway “Hedwig and the Angry Inch”, sobre una estrella de rock transgénero que persigue por todo Estados Unidos a su ex amante adolescente para confrontarlo por haberle robado sus canciones.

Pese a la bizarra trama, la obra, una de las piezas pop más emblemáticas y emocionantes de la cultura gay de los últimos 20 años, se convirtió en un fenómeno casi de inmediato, y Mitchell dirigiría su versión cinematográfica, al igual que tres películas posteriores, incluyendo la polémica Shortbus, una suerte de dramedy de HBO pero en cine y con múltiples escenas XXX, y la oscarizada Rabbit, con un protagónico de Nicole Kidman que le ganó una nominación al Oscar.

Alternando su carrera como autor cinematográfico, Mitchell ha seguido apareciendo como actor en numerosas películas y series, además de calzarse la peluca rubia de Hedwig cada varios años y volver a transformarse en esa estrella glam sardónica y despechada. Eso mismo hará este fin de semana en la Ciudad de México, donde se presentará este viernes en el centro cultural LGBT+ Manos Amigues, en un recital a beneficio de su comedor comunitario, y el sábado en la Plaza del Zócalo por los festejos del Orgullo. Antes de subirse a los escenarios chilangos, Mitchell habló con Infobae vía Zoom sobre la vigencia de su icónico musical, su rechazo a la cultura “woke”, y su amor por Silvio Rodríguez.

¿Es tu visita a México número cuánto, sabés?

—Imposible saberlo, porque vengo muy seguido, y además no te olvides que nací en Texas, a unos kilómetros de la frontera con México. Pero para presentarme… vine en el 2019 en el show The Origin of Love y había venido muchos años atrás al festival de cine a presentar Shortbus. Y estuve durante la pandemia también, tengo amigos que se mudaron a México en el último tiempo y soy muy feliz aquí.

Pero en el resto de América Latina no has tocado tanto.

—No, quise llevar el último show a Chile y a otros países como Colombia y Argentina, pero comenzaron las protestas en Santiago en el 2019 y eso descarriló los planes de la gira.

¿Tenés amigos músicos mexicanos? Porque tu show del viernes es presentado como John Cameron Mitchell and Friends.

—Sí, tengo, pero además vienen amigos de Corea del Sur, de Los Ángeles. Pero tengo amigos músicos acá. Juan Son, el vocalista de Porter, por ejemplo, es un gran amigo mio. Él se había mudado por un tiempo a Nueva York -ahora vive en Guadalajara- y me había enseñado a tocar la guitarra… Estoy intentando que venga de invitado a mi show del Zócalo pero es muy tímido, le gusta recluirse. Él fue quien me introdujo a la musica de Silvio Rodriguez, de quien voy a hacer una canción en estos recitales. Me gusta mucho, recuerdo cuando lo escuché por primera vez y estar muy impactado porque era como encontrar a un nuevo Nick Drake o Cat Stevens. Pero me gustan muchas cosas en español. Fun People, la banda punk argentina, me encanta.

Una escena de la película "Hedwig and the angry inch".

¿Qué se siente hacer Hedwig después de tantos años de haber creado el personaje y sus canciones?

—Para mí sigue siendo una sorpresa todo lo que provoca. Supe enseguida que las canciones eran geniales, cuando Stephen [Trask, compositor de la música] me mostró Origin of love y Wicked Little Town era obvio que eran buenas. Y es algo que no fue hecho ni por dinero ni por avanzar nuestras carreras, era una verdadera obra de amor. Y cuando empezó a replicarse en todo el mundo, fue algo que jamás hubiésemos imaginado. Nunca fue algo gigante, de todas formas, fue creciendo de a poco, con amigos recomendándoselo a otros amigos, que es algo que me encanta. Y nunca hicimos mucho dinero de Hedwig tampoco, la primera vez fue la obra cuando estuvo en Broadway. Pero eso nunca fue un tema, porque el dinero siempre genera problemas. Hedwig es como un hijo, un hijo que nunca te responde mal (risas).

—¿Quién es el fan de Hedwig que mas te sorprendió?

—Bueno, personas como David Bowie o Lou Reed, que era algo que no podíamos creer, porque ellos nos inspiraron. Pero también muchas actrices de Broadway, lo cual era muy lindo porque el personaje de Hedwig es como uno de esos grandes personajes del teatro, como Mama Rose en Gypsy. Asi que actrices como Glenn Close, o Patti LuPone o Bea Arthur, que vieron el show y se emocionaron mucho. Marion Cotillard me dijo que Hedwig era su película favorita y de hecho vamos a hacer algo juntos este otoño en Paris. Y muchísimas personas trans que me han dicho lo importante que fue en sus vidas.

Te cambio de tema. Me intriga saber cómo llegaste al comedor Manos amigues, donde vas a tocar a beneficio antes de la celebración del Orgullo en el Zócalo.

—Bueno, es que su fundador Brent [Alberghini] es mi ex novio (risas). Brent vive en México hace varios años, él es una persona muy enfocada en ayudar, puso una clínica de salud en Cuernavaca, por ejemplo, siempre está pensando en iniciativas orientadas a la comunidad LGBT+.

Y todavía son amigos.

—Todavía somos amigos, lo que significa que fue la persona correcta para estar de novio (risas). Y todavía tenemos una casa pequeña en Puerto Rico que construimos juntos, de hecho.

En "Joe vs. Carole", John
En "Joe vs. Carole", John Cameron Mitchell personifica a Joe Exotic, el excéntrico y polémico criador de tigres que fue el centro de la docuserie "Tiger King" (Peacock)

Estuviste muy ocupado durante la pandemia, lanzaste un disco, protagonizaste una serie…

—Sigo muy ocupado, ahora estoy en Massachussetts, en un resort town cerca de Boston, porque vine a presentar la versión restaurada de Shortbus. Pero sí, estuve haciendo muchas cosas, como la serie sobre Joe Exotic, en Peacock. Estoy en Sandman, de Netflix, que sale en agosto, y también en la adaptación de City on fire en Apple TV+. Y estoy trabajando en un podcast de ficción que se llama La isla de la cancelación.

El título es muy intrigante…

—La premisa es básicamente: “¿adónde van las personas que son canceladas?”. Y están todos los cancelados en un centro de rehabilitación. Es una sátira de lo que estamos viviendo.

Dame tu opinión sobre la “cultura de la cancelación”.

—Bueno, vos sabés que la presidencia de Trump provocó reacciones de todo tipo, muchas muy interesantes y valientes, y otras que eran gente pensando que podía arreglar el mundo muy rápido. Y en ese apuro de hacer justicia mucha gente salió lastimada, gente que tal vez no era merecedora de ese trato. Entonces en la serie hablamos de todos estos problemas del primer mundo, como los pronombres…

No te seduce lo “woke”.

—Entiendo que la gente sienta que tiene que hacer algo, pero no se puede ser policía del lenguaje todo el tiempo sobre todo. Y eso no es bueno para el arte especialmente. Además a la gente de mi generación no nos gusta que nos censuren. Porque nosotros sobrevivimos el sida, que todos nuestros amigos se murieran. No nos pueden venir a dar clases de estas cosas. Y en mi caso vengo del punk, y en el punk podés decir lo que quieras. Personalmente, creo que no se puede andar por la vida censurando y sin sentido del humor.

Hablaste del punk, y una de sus estrategias era incomodar. ¿Ya no se puede incomodar desde el arte, es demasiado riesgoso?

—Creo que actualmente está esa idea que ser incomodado es lo mismo que ser dañado, abusado. Y el conflicto no necesariamente es abuso, puede serlo, pero no siempre, a veces es simplemente tener otro punto de vista. Está esa palabra “triggered”, que dice que nada te puede provocar ninguna reacción, cuando el arte se trata justamente de eso.

Cuando reestrenaste este año Shortbus leí que en varios Q&A algunas personas te dijeron que la película era demasiado blanca, pero a la vez te cuestionaban por tener a una mujer asiática como protagonista, que no era tu lugar contar su historia…

—¡Con lo que me costó encontrar actores que aceptaran tener sexo en la película (risas)! La diversidad no digo que fuera lo ultimo en lo que estaba pensando, pero habían muchos otros factores también. Pero fue interesante mostrar nuevamente Shortbus porque en general a todo el mundo le encantó, nadie se hizo problema con el tema del sexo y conectaron mucho con la parte emocional de la película. Pero algunas personas mas jóvenes se shockearon por esas escenas.

Una escena de "Shortbus", la
Una escena de "Shortbus", la segunda película de John Cameron Mitchell (Captura de video).

¿Y por qué crees que sucedió eso? Porque el sexo está en todos lados ahora, más que nunca.

—Bueno, sí, pero el sexo es parte de la oferta de Internet, ya no está en las películas ni en la televisión. Entonces cuando ven Shortbus por supuesto que se sorprenden, porque hay sexo pero no es porno, es la historia de unas personas. Pero en lo que están pensando es en buscar algo que cancelar. Porque si alguien está teniendo sexo, alguien está siendo “explotado”, esa es la lógica actual. Toda penetración es una violación. Y mi actitud es decirles: “Chicos, relájense, por favor”. Porque al final de cuenta están dejando que sus enemigos triunfen si no se pueden divertirse.

¿Pensaste después de eso, “hoy no se podría hacer Shortbus”?

—Obviamente que hoy no podría hacerla, por varios motivos. Y con esto no quiero decir que el rodaje haya sido fácil. Hubo tensiones, pero lo charlábamos. Hacer la película fue un trabajo de 3 años, entonces al momento de filmar nadie quería tener sexo, eran todos amigos. Y cuando esa persona del Q&A me preguntó, “¿vos tenés derecho a contar la historia de una mujer asiática que no puede tener un orgasmo?, le dije “sí, es mi derecho”. Porque el arte también se trata de crear historias de personas que no son vos, que no tienen nada que ver con vos. Sí, hay arte autobiográfico, autoficción, y puede ser genial, pero si solo tenés autobiografías, y lo único a lo que podés recurrir es tu vida, es un festival de narcisismo. Es cuando te ponés en los zapatos de otras personas cuando creás verdadero arte

Eso es lo que pasa con Hedwig.

—Claro. La mayoría de la gente no pasó por lo mismo que Hedwig, pero se puede relacionar con sus emociones. Y eso se llama empatía. Y es una de las grandes cosas que puede producir la ficción. Y en el caso de Shortbus, de lo que se me cuestionaba, fue una construcción colaborativa, utilizamos elementos de la vida de la actriz, cosas imaginadas, otras mías. Eso es el arte. Otra persona me preguntó si no pensaba volver a filmarla pero con un elenco “diverso”.

¿Y cuál fue tu respuesta?

—Mi respuesta fue: te invito a hacer tu propia película. Porque cuantas más historias, mejor. Pero lo que no podemos es eliminar nuestra nuestra imaginación y el proceso de aprender sobre otras personas y otras culturas.

Vos ya habías tenido problemas con el fervor identitario cuando boicotearon la producción australiana de Hedwig, ¿verdad?

—Sí, iban a hacer una producción grande, y un chico activista, que en realidad lo que quería era hacer el papel, no estaba contento con que Hedwig lo fuese a hacer un hombre gay cis. Y el argumento era, “Hedwig es un papel trans, solo lo puede hacer un actor trans”. Y yo les dije: “¿A ustedes les parece que la historia de un chico obligado a pasar por una operación de cambio de sexo por su gobierno y su novio es una historia trans? ¿No será tal vez una historia sobre el patriarcado que te dice lo que significa ser hombre y mujer?”. Porque la película es más bien una petición por un mundo no binario, fluido y andrógino. Y el personaje de Hedwig es mutilado contra su voluntad, y encuentra su camino de vuelta gracias al drag, gracias al rocknroll. Y el drag es para cualquiera. Hemos tenido actores de distintos géneros, razas y edades haciendo de Hedwig. Decir que tiene que ser alguien trans que lo haga... Bueno, ¿cuán trans? ¿Trans no binario? ¿Binario? No se puede hacer eso con el arte, reducirlo de esa forma. Sí, por supuesto, que tiene que haber diversidad, detrás y delante de cámara, se tienen que contar todo tipo de historias, pero no solo puede contarlas una sola persona. Yo me críe en el Ejército debido a mi padre, y todos eran de un lugar distinto, y eso era hermoso. Siempre estuve en contra de los nacionalismos. Yo vivía en la frontera con México en El Paso y veía todo lo que pasaba con la gente que quería llegar. El mundo tendría que ser de todos y todos tenemos que poder contarlo.

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