Cuando Estuardo Cifuentes buscaba refugio para huir de Guatemala no sabía que todas las personas en su situación tenían el derecho a recibir protección en cualquier lugar. Decidió ir a Estados Unidos porque era lo que oía en las noticias, aunque poco sabía de las dificultades extras que estaban enfrentando las personas solicitantes de asilo seguro, incluso aquellas que escapaban de la muerte, como era su caso.
En la ciudad de Guatemala llevaba varios años trabajando en un negocio de marketing y publicidad junto con su pareja, con la que tiene actualmente nueve años de relación. El 16 de junio de 2019, tras despedirse con un beso en público, en una aparente revisión rutinaria miembros de la policía nacional civil terminaron golpeándolo. “Eso te pasó por hueco”, le dijeron en la estación de Policía donde quiso interponer la denuncia, la palabra utilizada en Guatemala para referirse despectivamente a las personas gays.
Los ataques no terminaron ahí. El mismo día Estuardo insistió y dijo a la Policía que iba a denunciar el caso con un organismo encargado de hacer seguimiento a los oficiales. Ellos aceptaron, le pidieron la identificación y le dijeron que regresara en unas horas para continuar el proceso de denuncia.
De regreso a su casa, en medio de una zona residencial vio que de un vehículo particular se bajaron tres hombres vestidos de civil, entre los que logró reconocer a un agente de la estación, también de civil. Pudo ver que uno iba armado. En los alrededores había gente, comercios abiertos y una cancha de básquet repleta por los juegos del fin de semana. Entonces se oyeron varios disparos. Estuardo no pudo identificar si fueron lanzados contra él o al aire, pero cuando la gente empezó a correr aprovechó para escapar.
A partir de ese momento empezó a sufrir más hostigamientos. “La Policía estaba enfrente de mi domicilio las 24 horas del día”, cuenta a Infobae. El ataque fue un domingo y el miércoles siguiente salió de su casa con rumbo a Estados Unidos. Allí intentó pedir asilo y fue regresado a México bajo una reciente ley del ex presidente Donald Trump llamada Quédate en México, también conocida como Protocolo de Protección al Migrante. Llegó a Matamoros, ciudad mexicana de Tamaulipas, uno de los estados con las cifras más altas de violencia del país. Las autoridades de migración locales hicieron el procedimiento habitual: le extendieron un permiso de tránsito y lo dejaron otra vez en la calle.
“Afortunadamente”, cuenta, “pude encontrar un lugar donde pasar la noche el mismo día que fui devuelto. A los tres días ya tenía un empleo y pude adaptarme a una vida en Matamoros mientras esperaba mi proceso legal”. Trabajó como limpiador en una casa, condujo un taxi y fue mesero en una discoteca. En 2020, al comienzo de la pandemia se quedó sin empleo y regresó al área fronteriza para conocer cómo seguía la situación en el lugar. A la orilla del río Bravo encontró un campamento con unas siete mil personas en busca de refugio que cocinaban en leña y dormían en carpas.
Empezó a acercarse a personas LGBT+ del campamento. Tuvo contacto con organizaciones en el área que aseguraban ser ‘gay friendly’, pero advirtió que había una discriminación estructural. “Para solicitar una carpa y poder vivir ahí, le daban prioridad a las familias, niños y mujeres solteras. Las mujeres trans estaban en el último lugar de las prioridades. Debido a esto no recibían una carpa y encontré a un grupo viviendo debajo de un plástico amarrado a unos árboles”, relata Cifuentes.
Al ver la situación propuso diseñar con las organizaciones de la zona talleres de emprendimiento y educación, basándose en asesorías que había dado en Guatemala a empresas en crecimiento. Pero pronto se dio cuenta de que “nadie quería poner un negocio porque la preocupación principal era qué iban a comer y si iban a tener donde dormir esa noche”.
Así nació a mediados de julio de 2020 Rainbow Bridge. Su nombre es una referencia tanto al arcoiris LGBT+ como al Puente Internacional Brownsville Matamoro, que divide a México y Estados Unidos y cuya orilla ha sido ocupada por los solicitantes de asilo. Desde su inicio, el objetivo de la ONG ha sido facilitar el acceso a personas migrantes LGBT+ a las carpas, medicamentos, alimentación, despensas y un lugar habitable. Así como dar solución a problemas frecuentes como el acceso a un teléfono para llamar a familiares, o el mercado para hombres solteros que no lo reciben porque no tienen niños, o el trato discriminatorio de los médicos de las organizaciones hacia la población LGBT+. Esto, mientras ayudan a resolver sus procesos legales.
“Cuando llegas, por ser migrante y LGBT+ sufres doble discriminación. A eso se añade la discriminación por no hablar el idioma o no tener documentos para trabajar legalmente”, cuenta Cifuentes. En la organización que lidera reciben personas de países de Centroamérica como Guatemala y Honduras, pero también de Cuba, Haití, Venezuela o Costa de Marfil. Y aunque reconoce en cada país y persona contextos migratorios distintos, dice que en la mayoría de casos se desplazan por violencias como las que él ha vivido, problemas de pandillas, explotación sexual y discriminación en los entornos familiares.
Actualmente Rainbow Bridge cuenta con dos sedes, una en Reynosa y otra en Matamoros, ambas de Tamaulipas. Su capacidad es de 25 y 20 personas aproximadamente, y en ellas los refugiados pueden permanecer días, semanas o meses, según su situación. “Son albergues de paso y su intención es brindar un lugar con buena comida mientras ayudamos a resolver los procesos individuales”, explica Estuardo.
David Orduña, quien ha pasado por el albergue, dice que decidió salir de México por la discriminación y en busca de una mejor salud. Oriundo de San Fernando, Tamaulipas, supo de la ONG a través de amigos migrantes y recibió alojamiento y comida mientras avanzaba en su proceso legal. “He escuchado muchos testimonios de personas LGBT+ migrantes que han sido perseguidos. La discirminación por ser diferentes nos ha hecho más vulnerables y a veces nos lleva abandonar nuestras familias”, dice a Infobae desde Estados Unidos, donde se encuentra en asilo político. Cuenta que en el refugio lo que más le gustaba hacer era cocinar y aprender de las comidas de distintos países con la compañía de los demás migrantes.
De los 84 millones desplazados que hay actualmente en el mundo, los grupos LGBT+ se encuentran entre los más violentados. De acuerdo con un reporte de mayo de la ONU, “los refugiados, los solicitantes de asilo, los migrantes, los desplazados internos y las personas apátridas trans y de género diverso se encuentran entre las personas que corren más riesgo de sufrir abusos físicos y psicológicos, golpizas, violaciones, torturas y asesinatos”.
Estos son hechos que Rainbow Bridge busca cambiar mediante la hospitalidad y la protección de los derechos de los migrantes LGBT+.
Actualmente su equipo lo conforman cinco personas y se financian con donaciones y recursos personales gracias a un trabajo de Estuardo con otra organización de Estados Unidos. Estuardo recuerda que la llegada del gobierno de Joe Biden “no mejoró la situación al 100%”, pero un mes después de posesionarse en enero de 2021 las personas en busca de refugio empezaron a cruzar la frontera. Él ingresó el 3 de marzo después de esperar 19 meses exactos. Y aunque la discriminación no terminó ahí, espera seguir brindando refugio a la población LGBT+ que día a día lo necesita de forma urgente.
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