No sola la comunidad LGBT+ sale a las calles en todo el mundo este mes de junio. Su arte y sus artistas también reaparecen para reclamar visibilidad, incluso después de haber pasado a la inmortalidad.
Estos días, el Metropolitan Museum de Nueva York invitó a sus socios por el mes del Orgullo Gay a sumergirse por los tesoros de la pinacoteca en unas visitas guiadas para descubrir varias obras vinculadas a la comunidad LGBT+, pero cuyos autores prefirieron ocultar a sus contemporáneos por miedo a las represalias de una sociedad intolerante y homofóbica.
Uno de estos paseos, dirigido por el voluntario del museo Allen Maniker, propone un acercamiento a cuatro “obras de arte relacionadas con la comunidad LGTB+ y que están escondidas a simple vista” para un observador mundano.
“Cuando se hicieron estos trabajos, las normas sociales eran tales que cualquier conexión con la comunidad LGBT+ no podía expresarse abiertamente. Todo se cubría mucho, se soterraba”, explica Maniker a los participantes en el periplo artístico, reservado a quienes pagan la cuota anual de socios.
“Retrato de un oficial alemán”, pintado por el artista estadounidense Marsden Hartley en 1914; “Gertrude Stein”, realizado por el español Pablo Picasso entre 1905 y 1906; la colosal “Feria de caballos”, que la pintora francesa Rosa Bonheur tardó tres años en ejecutar, entre 1852 y 1855, y “Marcantonio Pasqualini coronado por Apolo”, que la paleta del italiano Andrea Sacchi dio a luz en 1641.
Esas fueron las obras elegidas por Maniker y el MET y que, entre los artificios de sus pinceladas, ocultan vidas, amores y pasiones que solo los iniciados o allegados de los artistas de la época podían entender en su más profundo significado.
“En el momento en que se hicieron estas obras, a menos que uno fuera consciente entonces del tipo de trasfondo secreto del material que se retrataba o de la orientación del artista o de la persona que se retrata, no tendría idea de que había alguna conexión con la comunidad LGBT+”, insiste Maniker, antes de declarar que ahora esas conexiones se pueden contar “de manera abierta y con orgullo”.
Es el caso del lienzo más antiguo del recorrido, en el que un desnudo dios Apolo, con sus atributos protagonizando el centro de la composición, aparece coronando con laurel al celebrado castrato soprano Pasqualini (1614-1691), vestido de pastor, quien se cree era amante de su protector, el cardenal Antonio Barberini, “quien era extraordinariamente rico, y también uno de los mecenas más importantes de las artes”.
En la obra, se ve a un Apolo, con rostro y pose “afeminados”, victorioso ante el sátiro Marsias que perdió el concurso musical con que desafío al dios, y cuyo cuerpo fue ejecutado por Sacchi con pinceladas más ásperas y sin el acabado que el autor dedicó a Apolo.
Todo para “destacar la naturaleza elitista de Apolo, en oposición a la rudeza de Marsias”.
Escondido a plena vista
En el “Retrato de un oficial alemán”, pintado en Berlín al comienzo de la I Guerra Mundial, nadie de la época que no conociera de cerca a Marsden Hartley podría adivinar que detrás de esta obra abstracta donde se dan cita el cubismo y el expresionismo alemán se esconde el trabajo de un artista para honrar la memoria de su amante, el militar prusiano Karl Von Freyburg, fallecido en combate cuando tenía 24 años.
“Esto es, realmente, el epítome del amor de un hombre por otro, pero que está escondido a simple vista”, aseguró Maniker, en referencia a que el autor no dejó ninguna pista que pudiera “delatarlo”.
Otra parada es el cuadro en el que Pablo Picasso inmortalizó a la escritora lesbiana Gertrude Stein, quien nunca se despegó de la obra que le regaló el pintor malagueño y que tras su muerte en 1946 se convirtió en la primera obra del artista español en encontrar su espacio en las galerías del Metropolitan.
Maniker cuenta, que según quienes la conocían, a Stein no le gustaba hablar de su orientación sexual, y siempre solía decir: “Yo estoy interesada en lo que la gente produce, lo que hace en sus camas no es asunto nuestro y lo que hacemos en las nuestras, tampoco es asunto suyo”.
Una artista entre hombres
La monumental “Feria de caballos”, que muestra el mercado equino del Boulevard L’Hôpital de París, representa una recua de caballos conducida por varios hombres en un tumultuoso juego de colores, curvas y movimiento.
Para la ejecución de este lienzo de 4,8 metros de largo y 2,5 de ancho, Rosa Bonheur estuvo dibujado bosquejos durante año y medio dos veces por semana, vestida de hombre para evitar llamar la atención de los trabajadores del mercado, todos ellos varones.
Bonheur, quien era abiertamente lesbiana y prefería estar vestida con ropa de hombre en el interior de su casa, necesitó un permiso de las autoridades para acudir así ataviada a la feria, para evitar que, de lo contrario, pudiera ser acusada de “atentar contra la moral”.
Los tres años de trabajo dejaron esta obra en la que también dibujó para la posteridad su propio retrato, caracterizada, entre sombras, como uno de los jóvenes que jalean a los caballos.
(con información de EFE)
SEGUIR LEYENDO: