¿Qué queremos exactamente de una Marcha del Orgullo?

Fiesta, política, erotismo, interseccionalidad. Son algunos de los elementos presentes -y en pugna- todos los años durante los festejos de junio. Infobae habló con varios activistas y participantes para saber qué están esperando este año de la mayor celebración LGBT+.

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Una imagen de la Marcha
Una imagen de la Marcha del Orgullo en la ciudad de Bogotá en 2019. (EFE)

Tras un parate de dos años a causa de la pandemia del Covid, este junio las distintas comunidades LGBT+ de (casi) todo el mundo se volcarán nuevamente a las calles, el punto cúlmine de una serie de festejos que se habrán realizado durante todo el mes. Para quienes asisten anualmente a las distintas Marchas del Orgullo LGBT+, se trata de un día de reivindicación y conmemoración de una causa que implica a todas las personas y no sólo a un grupo históricamente oprimido y violentado. Como declaró el gobierno de Biden apenas la semana pasada: la lucha por los derechos LGBT+ es “una de las principales causas de nuestro tiempo”.

Igual de clásico que la proliferación de banderas de arcoíris o las fiestas posteriores a la marcha con la mejor música techno, pop y reggaeton, son los debates que se dan en torno a la propia Marcha del Orgullo año tras año, en donde aparecen en pugna las distintas corrientes de la comunidad LGBT+. ¿El foco debería estar puesto en lo festivo o en lo revindicativo? ¿Hay demasiada política en la Marcha? ¿O ésta es inherente política y su partidización es inevitable? ¿Todos los reclamos tienen lugar? ¿O un exceso de interseccionalidad diluye las problemáticas propias del colectivo que deberían ser el foco del día?

Para intentar conocer que están pensando sobre estos temas y otros más, Infobae habló con distintos miembros de la comunidad LGBT+ en Colombia y comenzó haciéndoles una simple pregunta: ¿qué quieren de una Marcha del Orgullo?

Johana Fuentes, periodista enfocada en temas políticos y de género, lleva seis años asistiendo en Bogotá al desfile del Orgullo con grupos de amigos, amigas y, si tiene, con su pareja. Considera que la asistencia a la marcha “está creciendo cada vez más” y le asombra “la convocatoria que hay en muchísimas ciudades de todo el país”. Johana cree que es importante que la Marcha pueda apeler a todo tipo de personas, incluyendo aquellas que no forman parte de la comunidad LGBT+. “Eso crea empatía para que las personas apoyen nuestras causas”, explica, estratégicamente.

Como contrapunto, el docente Camilo Del Valle, colombiano residente en Berlin, observa el riesgo que hay en esta popularización de la marcha. “Que se homogenice la escena, siendo que esta solamente existe como grupo pluriforme, no es algo bueno”, indica.

No obstante, destaca que una de sus expectativas al acudir al encuentro cada año —ha asistido unas 14 veces— es sentir al colectivo unido en las calles y “poder subvertir, en cada caso particular, la vergüenza que se ha implantado cotidianamente a nuestra orientación sexual diversa”.

Desde Barranquilla, ciudad de la costa colombiana, Andrea, una estudiante de arte que no ha salido del clóset ante su familia, afirma que lo que más espera de un desfile del Orgullo es la confluencia de personas con identidades y orientaciones sexuales diversas, y sobre todo “un espacio donde pueda sentirme segura y apoyada por la existencia de otres”. Para ella, una parte de la necesidad de la Marcha radica en que “ayuda a sentirse acompañado”.

Los riesgos de normalizar las disidencias

La activista Daniela Brache, de la Colectiva Raras no Tan Raras, acudía inicialmente a las marchas escondiendo su “propia maricada”, y con el paso de los años “de manera más abierta y activa”. Relata que al comienzo veía a “treinta o cincuenta gatas con un espíritu de reivindicación”, pero tras cada edición hay “más personas saliendo a marchar”. Para Brache esto obedece a dos razones: “la apertura social que permite a las personas ser más abiertas” y “la mercantilización del Pride”.

Al respecto, Johana Fuentes advierte que “ha ido creciendo un marketing empresarial alrededor del Día del Orgullo. Este mes todas las empresas van a vestir de arcoiris, nos van a meter el Pride hasta en la sopa”, comenta. Fuentes considera que en realidad lo que la comunidad debe fijarse es si las empresas contratan a personas LGBT+ y qué tipo de trato recibien. “Eso tenemos que mirar más allá de que nos den un arcoiris cuando vamos a comprar un producto”.

Este año, el lema de
Este año, el lema de la marcha del Orgullo LGBT+ en México es “Por las mujeres que están y por las que ya no están” (Reuters)

Del Valle coincide en que la “comercialización” de la pelea por los derechos de minorías encierra un peligro, y que su consiguiente “normalización” es antiética con el propio colectivo. “Nuestra misión ha sido históricamente la de señalar la mentira del concepto mismo de normalidad”, explica.

Daniela Brache cree, sin embargo, que esta atención mediática puede usarse en favor del colectivo y ayudar a difundir un mensaje más contundente a nivel político” “Las marcas apoyan las movilizaciones esperando dar un mensaje light de inclusión o inclusivo vender productos, pero creo que se puede hackear ese sistema y usarlo a nuestro beneficio”.

Briillo y sexo

Otro cuestionamiento que año tras año se escucha, inclusive desde miembros de la propia comunidad, tiene que ver con el caracter erótico y exhibicionista de las marchas (”Es necesario que estén semi-desnudos bailando en una carroza en medio de la tarde? ¡Hay niños mirando!”).

Para Del Valle, esto es un reclamo enmarcado en la cosmovisión puritana que ha impuesto la cultura patriarcal heterosexual como la norma, y precisamente lo interesesante de la Marcha es que, al menos por un día, se subviera eso. “La superficialidad que le reclaman a la comunidad viene de aquellos que no pueden entender la realidad sexual diversa y la importancia del performance: la cultura patriarcal radica en una moral de lo sobrio, de lo no mezclado, de lo serio, del tabú sexual pero sobre todo de lo privado y lo público, una moral de la decencia y la compostura. Lo queer celebra lo que los otros ocultan: el sexo, el placer, las formas, la creación, la risa, etc.”, apunta.

La sexualidad y el erotismo,
La sexualidad y el erotismo, una característica habitual de los festejos del Orgullo (REUTERS/Lucas Jackson)

Johanna está de acuerdo: “En la comunidad hay brillo, baile, música, escarcha, eso hace parte también de una historia. Quitar eso sería quitar una parte de la historia que está muy ligada a lo LGBT+”. Lo mismo piensa Daniela, que dice: “sería contradictorio que el brillo, el drag, el maquillaje, no hagan parte de la movilización”.

¿Confluencia de luchas?

Otros de los debates más calientes tiene que ver con la convergencia de diversas causas sociales en favor de la igualdad -derechos LGBT+, movimientos indígena, rechazo al FMI, feminismo, etc.- en un mismo escenario. ¿La lucha es la misma? ¿El momento y el lugar son los correctos?

“Con respecto al femenismo, obviamente no es la misma lucha que por la de los derechos LGBT+, pero inevitablemente se relacionan, y por eso creo que es perfectamente lógico que esté en las consignas, como sucede este año en México, que marchará por las mujeres desaparecidas. Después de todo, el machismo es la causa de la violencia de género y también de la opresión contra las personas LGBT+”, explica Andrea.

Del Valle dice que la causa LGBT+ es inherentemente “interseccional” y es “incapaz” en lo político sin la revuelta feminista y antirracista. “La revuelta tiene que ser al nivel discursivo en general, y para esto las otras cuestiones no carecen de importancia, son fundamentales. Yo diría además que la revolución queer tiene que ser ecológica o no será”.

“El movimiento feminista está con la causa LGBT+”, responde Johanna, pero hace una distinción. “Todas pueden acompañar y es bueno que muchas feministas vayan todos los años, pero teniendo en claro que se trata de una celebración del Orgullo”.

Pese a los distintos puntos de vista, inevitables en una comunidad tan amplia e inclusiva como lo es la LGBT+, en una cosa todos están de acuerdo: se trata de una fiesta que no es solo una fiesta, sino una instancia para celebrar teniendo claro que la lucha por los derechos de las personas LGBT+ está lejos de haber concluido. Y que esa pelea, una vez sacudido el glitter del desfile, se debe dar todos los días del calendario, ya sea en la calle, en las redes o en cualquier otro ámbito.

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