Nuestro presente post-pandémico ha significado, entre muchas otras cosas, el retorno a las actividades musicales masivas como conciertos y fiestas. Cuando se trata de la comunidad LGBT+, la fiesta siempre ha sido un espacio de encuentro y liberación, un escenario lúdico, sexy y político donde cada quién es un poco más libre de expresar su sexualidad y/o su identidad.
En los últimos años, los géneros musicales urbanos como el reggaeton y el trap han invadido los charts de Billboard, Youtube y Spotify, entre otros, donde brillan artistas como Bad Bunny, Karol G y Raw Alejandro, quienes también han ganado mucha popularidad entre las personas queer y, por lo tanto, en las grandes “fiestas gays”.
¿Qué implicancias tiene que la música urbana mainstream, protagonizada esencialmente por artistas hetero-cis, esté desplazando al pop (género considerado, directa o indirectamente, más ligado a la comunidad LGBT+) en las fiestas queer? Pero ¿es el pop el género musical queer por excelencia? ¿Y acaso el trap y el reggaeton no pueden ser también queer? A continuación intentaremos despejar estas interrogantes, hablando de pop, reggaeton y la escena de la música queer sudamericana.
Hibridación pop
Existe un interesante vínculo de complicidad entre las popstars y los gays (ejemplificado en aquel meme que recita que “cuando un niño gay cumple 13 años, se le asigna una pop star que lo protegerá y a quien deberá defender a toda costa”), donde el pop viene a ser ese espacio seguro libre de homofobia. Y es que pensar en Madonna, Kylie Minogue, Britney Spears o Lady Gaga, es también pensar en sus fans gays y en las “fiestas gays” donde prima la música pop.
Pero mientras estas divas se alejan de la música y/o pierden relevancia mediática y en los charts, las pop stars como Charli XCX, Tove Lo, Grimes o Caroline Polachek han pasado a pertenecer a un nicho de personas queer que escuchan música pop más bien alternativa. Resulta irónico pensar que aquel género musical que dominaba MTV y las ventas a principios del 2000, es ahora consumido por quienes quieren huir del “top 50 de Spotify”.
Y es que quizás, durante la última década, el pop ha dejado de ser mainstream y cada vez cuenta con menos representantes en la escena popular; donde sobreviven pocas estrellas como Dua Lipa o Miley Cyrus, mientras figuras como Taylor Swift optan por derivas hacia el folk y se alejan de la “música de fiesta”. Por tal motivo, no es sorpresa que la música urbana haya invadido incluso las “fiestas gays”; ya que las pop stars que mantienen relevancia comercial y mediática, son aquellas ligadas a la música urbana, como TINI, Emilia, Paloma Mami o María Becerra.
De cualquier manera, ya sea que las pop stars internacionales giren a lo urbano o a lo indie, por lo general se trata de mujeres hetero-cis (por lo general blancas), que no son realmente representantes de la diversidad sexo-genérica y que se encuentran muy lejanas de las experiencias queer sudamericanas. ¿Y acaso no existen divas pop trans y/o no binaries?
Durante la última década, se ha puesto sobre la mesa el problema de la representación trans y no binarie, lo que también ha propiciado cambios en la escena de la música pop internacional, donde han ganado visibilidad y respeto de parte de la crítica artistas disidentes (la fallecida Sophie, Christine and The Queens, Dorian Electra o Kim Petras), quienes forman parte de una escena pop o hyperpop contemporánea, lo que propicia colaboraciones muy interesantes e innovadoras entre artistas queer y pop stars veneradas por la comunidad como por ejemplo Charli XCX. Como si finalmente se hubiera roto la barrera entre les fans queer y las divas, ya que ahora todes crean la vanguardia del pop en conjunto.
Asimismo, la escena de la música pop sudamericana no se queda atrás, si pensamos en todo el pop que producen artistas de Chile como Javiera Mena y Alex Anwandter, en Uruguay Eros White y Dani Umpi o en Argentina Ceretti, Matt Montero y Keity Moon. ¿Pero acaso en las grandes “fiestas gays” suena la música de Javiera Mena y Dani Umpi? Claramente en esos escenarios se va a preferir a Bad Bunny y Karol G.
Reggaeton en clave queer
El reggaeton que invadió de forma masiva las radios y las fiestas a principios de la década del 2000 siempre se caracterizó por ser un espacio de dominación masculina, donde los hombres cis-hetero son libres de expresar sus deseos y fantasías sexuales, muchas veces cayendo en discursos misóginos, machistas y homofóbicos. Fueron muy pocas las mujeres que, en ese entonces, pudieron incursionar en ese género, como Ivy Queen o Marlen Romero de La Factoría.
Veinte años más tarde, el reggaeton ha comenzado a ser reimaginado por mujeres sexys y empoderadas, que resignifican la fuerza de la sexualidad femenina al ritmo de beats pegajosos y efervescentes que se entremezclan con el pop, el dancehall, la bachata y hasta el flamenco, como es el caso de Bad Gyal, Kali Uchis, Nathy Peluso y Rosalía. Pero no podríamos decir que ninguna de estas artistas “hace reggaeton” ya que entran y salen del género como se les antoja.
En este sentido, cuando de artistas queer se trata, la barrera de los géneros musicales ya no existe, la música queer contemporánea es un híbrido vanguardista en el que convergen muchos géneros musicales, cuyos resultados muchas veces son obras imposibles de encasillar. Es así que el reggaeton también ha pasado a ser un territorio queer, donde artistas trans como la venezolana Arca juegan con el reggaeton clásico del 2000 y lo traen a terrenos insospechados de la música industrial y experimental, para expresar deseos sexuales que se encuentran por fuera de la heteronorma, como recita en Prada: “Papi, si tú quieres yo le entro / Yo me meto dentro.”
Otras feminidades disidentes también encuentran en el reggaeton un medio de expresión de la sexualidad, como la argentina Six Sex, cuyas letras van dirigidas a hombres y mujeres por igual, o como ocurre en el sensual reggaeton Purple donde afirma: “Nena o nene, no me importa cuál”. O la hondureña Isabella Lovestory, que intercala su pasión por la moda con sus deseos sexo-afectivos, a veces por hombres y a veces por mujeres. Y es que si el reggaeton se caracterizó por ser un género altamente sexualizado, estas artistas también decidieron utilizarlo como un medio de expresión y de visibilización de sexualidades no heteronormadas.
El futuro es trans
Pensar en estas feminidades disidentes me lleva a preguntarme qué hay más allá de la “fiesta gay” o del “gusto gay”. ¿A qué fiestas y qué música escuchan las mujeres bisexuales o pansexuales? ¿Y qué hay de nosotras las trans y no binaries?.
Mientras habito Buenos Aires como una mujer trans que emigró desde Perú, encuentro en la fiesta un espacio de autodeterminación donde encuentro una comunidad y un lugar propio.
Es en las fiestas de mostras donde me siento a salvo y donde sus DJ’s de pop, techno, house y reggaeton sirven la vanguardia de la música queer. Ya sea en el Club Trabestia, la fiesta LOCA o el bar Puticlú, es en la noche under de Buenos Aires donde las personas queer disfrutamos de música hecha por personas queer. Aquí resuenan los nombres de DJ’s y popstars locales como la artista trans no binarie Gaba, el dúo queer de techno-pop Mabelucky y el proyecto solista de la performer no binaria Mabel, el DJ de música urbana experimental Parchito, el DJ de house Sosuna o la activista travesti y DJ de techno InVertida , entre muches más. Elles demuestran que la música y la fiesta queer, hechas por personas queer, están ahí listas para ser gozadas.
En ese sentido, creo que se hace necesario cambiar de una vez por todas el enfoque y pensar en la comunidad más allá de los productos culturales que se ajustan al imaginario de “lo gay”. Pensar en los espacios que actualmente estamos reclamando las personas trans y no binaries en nuestra producción artística y en la lucha constante que supone para nosotres obtener un lugar en cualquier escena. Después de todo, el futuro, y eso incluye también al pop, es trans.
La autora es especialista en Diseño Comunicacional (UBA) y docente de teoría de género. Actualmente hace música y se presenta en vivo como Miss Romi.
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