El festival literario Centroamérica Cuenta se realizó la semana pasada en Guatemala. Este espacio que busca ampliar la conversación de este istmo junto a referentes de la literatura en español volvió finalmente a la presencialidad luego de la suma de varios problemas: la pandemia y el exilio de muchos de sus organizadores nicaragüenses. Del 26 al 29 de mayo este encuentro de autores permeó con dos discusiones pertinentes para este momento: la notoriedad de tintes antidemocráticos en los gobiernos de la región y el dilema de la representación y las etiquetas de “diversidad” en los espacios creativos.
La directora del Festival Claudia Neira Bermúdez cuenta que este espacio nacido en Managua se ha vuelto itinerante a partir de la crisis política de Nicaragua. Cuando el festival se convirtió en virtual, en 2020, empezaron un programa llamado “Contar en plural”, el cual se enfocó en hablar sobre diversidad sexual, identidades y literatura. “Quisiéramos no tener que poner etiquetas, pero creemos que pueden ser útiles. No podemos hablar de contar sí no pensamos en la diversidad de las historias”, explicó sobre la decisión.
Ese mismo debate se reflejó en las mesas del festival. En la mesa “De lo que todavía no hemos hablado en nuestros libros” habían dos referentes de este: la española Elizabeth Duval, conocida por el ensayo “Después de lo trans. Sexo y género entre la izquierda y lo identitario” (2021) y su novela “Madrid será la tumba” (2021); y Cristian Alarcón, escritor chileno reconocido por su obra periodística y ganador del Premio Alfaguara con su primera novela “El tercer paraíso” (2022).
La plática cerró con una pregunta del público: “la pregunta no es solamente de qué temas no hemos escrito, sino quiénes no hemos escrito”. A lo que Duval comenzó a desarrollar la idea, de que al menos en la literatura española, quien ha escrito brillantemente no necesariamente ha sido el hombre heterosexual, usando ejemplos de poesía del siglo XX y contemporánea porque, a su parecer, “no sólo es reivindicar quiénes no hemos escrito o las posiciones desde las cuales lo hemos hecho, sino… en franco, hacerlo bien”.
Esta conversación no estuvo exenta de respuestas sobre cómo las personas LGBT+ han escrito y contado sus maneras de ver el mundo.
Alarcón contó cómo cuando editaba un libro de relatos sobre el cuerpo, no pudo escribirlo porque lo cautivó un recuerdo: cómo, siendo un niño muy femenino “mis padres y una psicóloga en un pueblo de la Patagonia argentina deciden inyectarme testosterona para masculinizarme”, y cómo, ante esa memoria, lo que pudo escribir fue un poema. Y cómo, luego, lo llevó a una novela luego de ese largo silencio. Novela que ganó uno de los galardones más importantes de Hispanoamérica.
En otro espacio, en el que se discutía la relación entre quien escribe y el tiempo, Elizabeth Duval hizo referencia a ese doble rol que se le adjudica, el de escritora y el de activista. En el ensayo “Después de lo trans” desde su primera página dice que se jubila del activismo trans. “Había una parte de mentira” en esta declaración porque el año pasado durante el debate de la ley trans, Duval se mostró como una de las voces más activas en la defensa de esta reforma legal “muy a mi pesar, en parte… porque la militancia… es una actividad que puede ser inmensamente cansada, que hace mella, deja un peso y un pozo sobre el cuerpo de una misma”, explicó al hablar sobre el compromiso social de quien escribe. “Considero que es imposible para mi escribir en una posición alejada de la realidad, pero hago una distinción muy clara entre la labor de la literatura y la de la militancia”, distinguía.
El gran referente de la literatura marica en español, el chileno Pedro Lemebel, proveyó una guía para Cristian Alarcón a la hora de sopesar entre el debate de los temas y las formas a la hora de escribir. “Prima, no vayas a ser tan weona de volverte una experta”, le advirtió Lemebel. “Van a querer convertirte en una experta y tú eres escritora”, recuerda Alarcón para explicar que a la hora de la escritura, entrar a ella solo por los temas de la diversidad sexual es lo que hace la academia, cuando la literatura es mucho más arbitraria y le entra por la tangente: a través de personajes, territorios, chistes. Por otros caminos.
Lecciones como esa son las que hace dos años Alarcón compartió con otros autores centroamericanos en una versión de su taller de crónica queer. Durante varios días periodistas, escritores y otras voces de la región como Dunia Orellana (Honduras), José David López (Guatemala), Camila Schumacher (Costa Rica/Argentina) o Karen Villeda (México) trabajaron sus historias y pulieron sus textos a través de su guía y comentarios.
En un escenario centroamericano se hicieron evidentes problemas de un mercado editorial con menos recursos y más pequeño, así como la capacidad de los esfuerzos existentes de publicar y promover voces locales. En Centroamérica, la mayoría de autores LGBT+ han creado sus propios espacios: revistas, fanzines, festivales, autopublicaciones. Y ante ese panorama, la celebración de voces como Duval y Alarcón puede parecer disonante o estimulante, dependiendo el momento.
Para Noe Vásquez Reyna, escribiente y columnista no binarie de Guatemala con varias publicaciones de cuento y poesía en su haber, la figura de Duval gustó no solo por la representación. “Evidencia que las personas trans estamos metidas en muchos espacios y que podemos hablar de muchos temas”, sino por su capacidad de entrar a temas profundos usando pocas palabras, y una manera de pensar y hablar “que atrapa”.
Vásquez también resaltó que, a diferencia de otros espacios, en este era notoria la fuerza y presencia de escritoras que a través de su narrativa abordan temas como los femicidios (Selva Almada) y las desapariciones (Dolores Reyes), en un festival que resaltó la conversación sobre la memoria, el contar las historias de la región, construidas en polifonía.
En esa línea, para la directora del encuentro, era importante que fuera un espacio en el que estén representadas las diversidades de la sociedad.
Y así. A la tercera va la vencida, luego de intentarlo en 2020 y 2021, finalmente el festival retomó la presencialidad en el Centro Cultural de España en Guatemala y otros espacios como teatros y librerías. Días intensos con diversas actividades como conversatorios, un taller sobre redacción y edición de cuentos, presentaciones de libros, recitales de poesía y otras actividades conexas que abordan los temas trascendentales de la literatura iberoamericana contemporánea. Con la participación de más de 400 escritores, escritoras, cineastas y artistas de Centroamérica, y resto de Latinoamérica, así como de Estados Unidos y Europa.
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