¿Es la hora del feminismo queer? Una escritora española cree que sí

La reconocida socióloga y activista Gracia Trujillo habló con Infobae sobre su más reciente libro “El feminismo queer es para todo el mundo”, en el que llama a dejar de lado los sectarismos para enfrentar el avance de la ultraderecha.

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En el libro, Trujillo recupera
En el libro, Trujillo recupera un término que quedó asociado a las luchas de la comunidad gay de los 80s y 90s.

Tras una época de grandes conquistas para el colectivo LGBT+ en buena parte del mundo, los sectores trans-excluyentes dentro de las propias feministas y los partidos de ultraderecha han armado una tenaza que aprieta con la misma intensidad desde ambos espacios, siendo las personas trans -en especial las mujeres trans- el objeto de sus cuestionamientos y fobia.

En medio de este nuevo embate, la socióloga española Gracia Trujillo acaba de publicar “El feminismo queer es para todo el mundo”, que viene presentando en varias ciudades del territorio ibérico y con en el que estará en la Feria del Libro de Madrid que arranca a fin de mes. El ensayo, que recupera el concepto político de lo queer, plantea la necesidad de recuperar alianzas y coaliciones para enfrentar el avance de la ultraderecha en el mundo, en un recorrido donde rescata la genealogía del activismo y extiende su mirada a los procesos feministas de Latinoamérica y el Cono Sur.

Trujilo, reconocida activista por los derechos LGBT+ desde los años 90s, una vez escribió que “si bailan en Santiago de Chile la onda expansiva llega a tu ciudad”, aggiornando la famosa frase de Emma Goldman (“si no puedo bailar, tu revolución no me interesa”) al proceso de las luchas por el aborto que recorrieron Chile, Argentina, y parte de América del Sur. Y reitera y repite que “el feminismo es la casa de todas, de todes, o no es”. La propuesta de un “feminismo queer para todo el mundo” viene como anillo al dedo para la necesidad de los activismos de repensar las diferencias y llegar a objetivos puntuales ante la avalancha de procesos reaccionarios.

-El colectivo LGBT+ está nuevamente siendo atacado en todo el mundo, desde muchas direcciones. Tu propuesta es la reemergencia del feminismo queer. ¿Por qué?

-Sucede que aquí en España y en muchos otros contextos, estamos con el debate sobre lo queer, que parece que para cierto sector feminista es algo completamente opuesto al feminismo. Una de las cosas que quería mostrar en el libro es que hay un feminismo queer, interseccional, atravesado por otras luchas. Es un feminismo transgresor, transformador y de calle. Y tiene una genealogía, un recorrido tanto en lo teórico como en el ámbito activista de unas décadas ya, desde finales de los ochenta en adelante. Cuando digo que “es para todo el mundo” quiero decir que lo queer está en todas partes, estamos presentes en todos los ámbitos de la sociedad; y la nuestra es una lucha transversal con otras, la feminista, la antirracista, la ecologista, etc. Me refiero a queer en el sentido de diferencia, de cuestionar la “normalidad”, ¿quién es y quién no es normal, y quién lo decide?, y la cisheteronormatividad, incorporando en esa crítica una mirada interseccional, es decir, cómo estamos atravesadas por un montón de ejes de opresión como la clase social, la raza, la etnia, la edad o la capacidad. Lo queer no es una lucha aparte, no es algo que está desvinculado de la realidad material o de otras luchas. El libro es también, y de ahí el título, una invitación a que la gente se sume aunque solo sea a leer y a conversar, que mucha falta nos hace. Y por cierto, quiero aclarar que el título es un homenaje a Bell Hooks, autora de El feminismo es para todo el mundo, quien falleció en diciembre de 2021 mientras terminaba de escribir mi libro.

-En el libro hacés una historia de lo queer y el momento dramático en el que se popularizó el concepto.

-Sí, aquí conocemos el término queer desde los 90 porque es como se autodenominaron los grupos de maricas y bolleras [lesbianas] radicales en el contexto de la pandemia del sida. Queer en aquel momento fue una señal de disidencia, de rabia y de urgencia, había que estar en la calle frente el tsunami de homofobia que supuso la pandemia, y las agresiones, había que dar también la batalla cultural contra los prejuicios y los estereotipos, entre tantas otras cosas. Nuestra lucha no estaba entonces, ni ahora, enfocada en la interlocución con las instituciones para conseguir avances legales sino en las calles. Este activismo y todo su legado luego continuó en el transfeminismo, que empieza a gestarse ya a comienzos de los 2000, y va adquiriendo más fuerza de cara a la Campaña STOP patologización del 2012.

Portada de "Femenismo queer para
Portada de "Femenismo queer para todo el mundo", de Gracia Trujillo.

-No es un término sin sus detractores.

-Soy consciente de que hay toda una crítica a lo queer como algo blanco, académico, del norte, desvinculado de la realidad de la gente, como un término que suena moderno, cool, y creo que por eso es tan importante conocer nuestras genealogías. El sector transexcluyente juega mucho a la desmemoria, de hecho, y hay que andar recordándole cosas, como que las mujeres trans son parte de la lucha feminista desde mediados de los noventa en este contexto, ahora que andan diciendo que sus objetivos no son los mismos que los del feminismo – como si hubiera solo uno- y que tienen que organizarse aparte. Nos podemos llamar queer o transmaricabollo que es otro término que hemos utilizado en España: la asamblea del 15M de la que yo formé parte, hemos estado activas una década, se llamaba Asamblea Transmaricabollo de Sol: al elegir el nombre nos pareció un término que resonaba mucho más en nuestro contexto que queer. En ocasiones también hemos dicho somos transfeministas queer, es decir, vamos alternando estos términos. Lo importante es a qué nos estamos refiriendo: al ámbito autónomo, en la calle, luchas que están en conexión con otras movilizaciones, coaliciones que, aunque sean puntuales, son claves en el contexto actual.

-Feminismos que, como lo estás planteando, exceden el ser una mujer feminista

-Por supuesto. Hay un sector trans excluyente del feminismo que nos quiere hacer volver al debate del sujeto político del feminismo, cuando venimos con ese debate desde los años 80. El sujeto político del feminismo ya lo hemos cuestionado todas las que no estábamos incluidas en esa construcción identitaria de “la mujer”, las lesbianas, las trans, las putas, las jóvenes, las migrantes, las racializadas, etc. Entonces llama mucho la atención que nos quieran hacer volver a este cuestionamiento de quién puede ser feminista y quién no. Feminista es cualquier persona que quiera sumarse a la lucha feminista: bienvenidas todas, todos y todes. La vuelta a los debates de la diferencia sexual, de las posturas biologicistas, a los binarismos sexo- genéricos, y este intento de cerrar las fronteras de la “identidad mujer” no solo es muy mala estrategia en estos tiempos que corren, sino que además es como empujarnos décadas atrás en un debate que estaba más que superado. Estamos en tiempos de sumar, no de restar, de confluencias, de coaliciones, frente al avance de los movimientos anti-derechos a nivel global. Las compañeras de América Latina, con todas sus reflexiones, aportaciones y experiencias del feminismo comunitario, ya han desplazado este debate hace muchos años. Hoy en día tenemos un montón de urgencias, de cuestiones que hay que pelear. Bienvenida la gente a la lucha feminista, a la lucha LGTB+ queer, a la antirracista, a la ecologista. Lo que hay que hacer es un frente amplio de luchas, no dividir con debates estériles al feminismo y enfrentarlo al movimiento LGTB+ queer.

-Recuperás esos momentos de la historia LGBT+ porque es hora de volver a pelear como en aquellos años, de dejar la complaceencia de lado.

-Sí, estoy recuperando toda esa genealogía que aquí arranca en los años 90 pero que tiene -como explico en el libro- toda esa herencia de los 70, de aquellos grupos de gays, lesbianas, travestis y trans que pelearon en esos años por derechos y libertades, que les dejaran vivir en paz, como decía una pancarta en la primera manifestación del Orgullo en Barcelona, en 1977. Creo que la importancia de recuperar las genealogías es conocer y reconocer todos esos recorridos políticos. Creo que queer contiene todos estos ecos, estos legados de radicalidad. Utilicemos queer o el término que más nos resuene. En conversaciones y diálogos con compañeras latinas y brasileñas nos entendemos mejor cuando decimos transfeministas que queer, porque este último en otros contextos puede no tener los mismos recorridos políticos. En Brasil, por ejemplo, las activistas me han contado que queer para ellas es algo que suena a norte global, es blanco, académico. Ellas se llaman sapatonas, bichas, trans, travestis… no se llaman queer. Entonces esta recuperación del término es una recuperación de esas luchas que también han sido fundamentales en el avance de derechos y libertades. Porque cuando hablamos de lo que se ha ido consiguiendo parece que se nos olvida toda esta movilización radical de las disidencias sexo- genéricas. Como si solo el activismo más mainstream o moderado fuera el que ha conseguido los avances en derechos y libertades. Yo creo que hemos sumado todas, todos, y todes. Y que ahí continuamos.

Gracia Trujillo, figura clave del
Gracia Trujillo, figura clave del activismo académico en España.

-Me interesa que te explayes un poco más sobre cómo se ve lo queer desde Latinoamérica, desde el Cono Sur, ya que en tu libro haces bastante referencia a activistas de esta región, pero no sé si es algo generalizado en pensadores de Europa o EEUU.

-La producción de conocimiento es mayor en el norte anglosajón porque tienen muchos más recursos que el sur global o el sur de Europa, que es mi caso. Es impresionante cómo leemos y seguimos los debates que se generan en el mundo anglosajón, pero no se produce el fenómeno a la inversa. No leen, en general, otros idioma, portugués o español, entre otros; para que tu trabajo se conozca tienes que publicar en inglés, si no no te leen. Entonces se pierden muchísimas investigaciones, voces, recorridos activistas, aprendizajes colectivos, etc. Creo que también debemos hacernos una autocrítica desde aquí, desde España, porque muchas veces tampoco tenemos tan presentes las experiencias iberoamericanas, aunque creo que esto ha cambiado bastante en los últimos años. Los grupos y redes transfeministas de aquí están en contacto con activistas de Argentina, de Chile, de Ecuador, de Colombia, etc. Las redes sociales nos han permitido estos contactos e intercambios, saber qué están haciendo en otros países. Fíjate la repercusión de Las Tesis [el colectivo feminista chileno que creó la performance de la canción “Un violador en tu camino”], o de la lucha por el aborto en la Argentina, la hemos seguido en vivo y en directo (risas).

-¿Cómo ves el avance TERF en España?

-Los discursos de odio son intolerables y no los podemos permitir, vengan de donde vengan, de un sector del feminismo o de la ultraderecha. Necesitamos muchos más espacios de diálogo, de encuentro entre la lucha feminista y la del colectivo LGTB+, más puntos en común, más objetivos compartidos por los que pelear juntes, y establecer coaliciones, aunque sean puntuales, como comentaba antes. Tenemos que fortalecer los vínculos entre los movimientos tanto frente a este sector trans excluyente como frente a la ultraderecha. Luego, es cierto también, que tenemos toda esa izquierda que aquí llamamos rojiparda que sigue hablando de este sujeto político que es el varón heterosexual blanco, emblema de la clase obrera que ya se viene cuestionado desde hace muchísimos años. Pero esta izquierda sigue diciendo que hablemos de clase y no de “estas cosas queer” como si las personas queer, no cis heterosexuales, no estuviéramos desempleadas, no fuéramos precarias, no tuviéramos problemas con la vivienda, con el acceso a la educación superior, etc. Entonces tenemos muchos frentes de batalla: el sector TERF, la ultraderecha, y esa izquierda rojiparda que parece que no se entera de que no existe una jerarquía de opresiones. Este es el discurso de los años 70 y 80, cuando se decía que la clase era prioritaria al género, luego vendría la sexualidad (la raza y la etnia ni se consideraban, en general), cuando todos estos factores están interrelacionados, no se pueden compartimentar, atraviesan nuestros cuerpos y nuestras vidas. Además, hoy en día el mercado laboral está protagonizado, en los ámbitos más precarios, por las mujeres migrantes, sin papeles, que pueden también ser queer, como las trabajadoras sexuales que son trans.

-El próximo gobierno de España podría ser una coalición PP-VOX. ¿Qué reflexión te merece ese escenario?

-Sería un cambio abismal. El gobierno actual, con el que podemos tener nuestras críticas, pensar que podrían haber hecho muchas más cosas, es un gobierno afín, exceptuando por supuesto al sector transodiante que también está en el PSOE. Pero un gobierno con la ultraderecha en el poder sería algo terrible; por ejemplo, supondría continuar sus injerencias y ataques a la educación pública con la aprobación del pin parental, que ya han aprobado en la región de Murcia donde gobierna el Partido Popular con el apoyo de VOX. Creo que estamos en una situación muy preocupante, pero también pienso que el discurso del miedo nos está paralizando más que otra cosa. Lo que deberíamos hacer es buscar esos objetivos comunes que tenemos que seguir defendiendo y ahí es donde tendríamos que estar pensando más en esas alianzas y esas coaliciones. Un escenario así de terrible puede también reactivarnos más colectivamente. Creo que la lucha en la calle es fundamental, sin ella estamos perdidas. La interlocución con las instituciones es importante, por ahí también se consiguen avances. Pero necesitamos potentes redes, comunidades, grupos, colectivas. En un contexto de riesgo en el que estamos, la organización será clave.

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