En la Feria del Libro de Buenos Aires, la unión de las editoriales LGBT+ hace la fuerza

Un stand colectivo a cargo de mujeres, trans, lesbianas y no binaries busca visibilizar la relación entre prácticas y contenidos editoriales.

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“Un cuarto impropio”: el proyecto
“Un cuarto impropio”: el proyecto que visibiliza editoriales independientes y LGBT+ en la Feria del Libro de Buenos Aires (Gustavo Gavotti)

Ya por fuera de la arena virtual que instaló la pandemia, en la vuelta de la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires, se pone en juego el espacio. El montaje de esta polis de 45.000 metros cuadrados cubiertos por estructuras repletas de libros también es un territorio que se ocupa, se habita y se mantiene. ¿Qué pasa con las propuestas editoriales independientes y LGBT+? ¿Llegan a montar un lote? ¿Cuál es el costo de participar?

Un cuarto impropio es un stand colectivo en la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires cuyas editoriales están a cargo de mujeres, trans, lesbianas y no binaries que buscan visibilizar la relación entre prácticas y contenidos editoriales. En un intento por repensar la idea de cuarto propio de Virginia Woolf, la propuesta de este stand incluye un probador de libros para visibilizar editoriales impropias que de otra manera no podrían estar presentes en la feria.

Un terreno en la Feria del Libro

La Feria del Libro es un campo loteado, un espacio inmenso en el que cada año, durante 21 días –del 28 de abril al 16 de mayo en el caso de esta edición–, se levantan estructuras que sostienen libros. Pero, ¿cuál es el costo de estar? “El costo económico de un piso de base si no estuviste en años anteriores es de alrededor de $600.000″, cuenta Dafne Pidemunt, editora en La mariposa y la iguana y parte del equipo responsable del stand, “porque son alrededor de $340.000 de piso que hay que pagar a la Fundación El Libro para tener un stand de 16 metros cuadrados. Además, hay que pensar en un símil de lo que es mobiliario, seguros, matafuegos, cableado, sistema de gestión, sueldo de librere”.

El costo físico, mental y emocional es otro porque, según dicen quienes la habitan hace años, durante esas tres semanas se vive casi sin dormir, comiendo poco y en constante movimiento. Está claro: hay editoriales más pequeñas que no llegan nunca. No solo por la inversión que supone pagar un stand, en muchos casos por no contar con antigüedad o contactos, les es difícil evaluar incluso la posibilidad de hacerlo.

Desde hace años, la salida de varios sellos independientes fue colectivizar el alquiler del stand y distribuir el esfuerzo de la Feria entre varias espaldas, como en el caso de “Los siete logos” (Mardulce, Beatriz Viterbo, Katz, Caja Negra, Adriana Hidalgo, Criatura y Eterna Cadencia), “Todo libro es político” (Milena Caserola, Cactus, el cuenco de plata, Tinta Limón, Tren en movimiento, Ubú, entre otras) o la reciente “Panorámica”, (Fiordo, Compañía Naviera Ilimitada, Chai, También el caracol, Odelia, Abre y Concreto)

La propuesta no se limita
La propuesta no se limita solo a un stand colectivo sino que también incluye un probador de libros para que los textos puedan circular y ser leídos por cualquiera (Telam)

En esta edición de la Feria, desde Un cuarto impropio, deciden nuclear siete editoriales (Documenta/ Escénicas, Gog y Magog, Hekht, La mariposa y la iguana, Maravilla, Monada, Nebliplateada y Paisanita) como puntapié para conformar una red federal de editorxs transfeminista. “Estamos generando una idea de vincularnos. Es como un entramado de hilos. No pienso en una red de pescar porque tampoco me interesa la idea. Todos los hilos son igual de importantes”, agrega Dafne.

Pero no solo eso. Proponen generar un probador de libros donde, a través de una convocatoria abierta, llaman a editoriales conformadas por mujeres, lesbianas, no binaries, trans, intersex y más identidades a incluir parte de su catálogo en un espacio tipo biblioteca. La intención es que ese material no esté a la venta pero circule entre bibliotecaries, libreres, participantes de las jornadas profesionales y lectorxs del público general, como una manera de infiltrarse, ser parte sin tener que lidiar con los requisitos formales de la Feria. Más allá del contenido de los libros editados, el interés de esta iniciativa está en saber quién está detrás de cada sello y generar lazos que no respondan al sistema de producción heteronormado.

Lo impropio como punto de partida

“En principio, obviamente habíamos pensado en Un cuarto propio de Woolf, por toda la significancia que tiene ese texto. Y dijimos: bueno, si la idea es quebrar y tensionar estas relaciones capitalistas y de poder que existen sobre cualquier mercado de producción, al decir un cuarto propio estamos sugiriendo una idea de propiedad, entonces estamos siendo contradictorias”, comenta Dafne.

Es por esta razón que la propuesta incita a generar un vínculo entre editoriales, una suerte de entramado en el que prime la horizontalidad. Al momento, la convocatoria del probador, una idea que hace juego con el espacio de una habitación, cuenta con casi 30 editoriales de distintos puntos del país. En muchos casos, proyectos trazados por una lógica paralela a la del ritmo que propone el mercado editorial actual.

Tal como agrega Dafne, un probador es un lugar donde “hacés la tuya y nadie te mira”, la posibilidad de salirte de la idea de compra y venta que sostiene al encuentro literario más importante del país, que convoca a más de un millón de personas por año y aloja a más de mil profesionales del libro. Como cierre, desde la organización proponen que los libros sean donados a una biblioteca popular para consultas libres y gratuitas.

Debutar en el probador

Si pensamos en la FILBA como un territorio, ¿qué espacios ocupan las propuestas LGBT+ o con abordajes transfeministas? Este año, Puntos suspensivos, editorial que sostienen los poetas gaita nihil y Mateo Diosque, debuta en la Feria del Libro. Según gaita, participar es sinónimo de “poder visibilizar el proyecto para llegar a personas travesti trans, no binaries y LGB de otras partes del país, seguir creando lazos y entender que nuestras identidades son posibles”.

Por su parte, Daniela Mac Auliffe, directora de Buena Vista, editorial cordobesa, cree que la Feria del Libro es un lugar excluyente, inaccesible directamente, para editoriales que no son de Buenos Aires y tienen que contemplar además los costos de alojamiento y viáticos. Si bien ya estuvo en ediciones anteriores, siempre participó en el stand de la provincia de Córdoba y esta es la primera vez que muestra su catálogo fuera de ese espacio.

Un cuarto impropio es sinónimo
Un cuarto impropio es sinónimo de “poder llegar a personas travesti trans, no binaries y LGB de otras partes del país, seguir creando lazos y entender que nuestras identidades son posibles”, dice el poeta trans y editor gaita nihil (Gustavo Gavotti)

Zara Benaventos es editora, traductora y encuadernadora de Loca Mala, una editorial que piensa en su catálogo desde la intervención política. Publican textos de autoras que en su época fueron despreciadas o elogiadas pero silenciadas por el canon literario. “El hecho de estar en la FILBA es un gran homenaje a las autoras que trabajamos”, comenta Zara y agrega: “Lo que falta conquistar es ese territorio porque para las editoriales artesanales y autogestivas, como es el caso de Loca Mala, es absolutamente imposible acceder a un stand. Finalmente toda esa resistencia feminista que queremos proponer queda invisibilizada de nuevo”.

Hay que tensionar donde hay comodidad

“Donde te sentís cómode, hay que tensionar y accionar”, dice Dafne, que trabaja en la feria desde 2009 y además de esta iniciativa coordina el stand Orgullo y prejuicio, espacio de diversidad sexual y cultura que inaugura su tercera edición. ¿Desde qué lugar irrumpe la producción del libro fuera de la heteronorma? ¿Con qué y contra qué lógicas?

Una mujer debe tener dinero y un cuarto propio para poder escribir ficción, dice Woolf. ¿Y para poder editar? ¿Qué necesitan les editorxs independientes? En primer lugar, lectorxs. En segundo, un espacio donde difundir. Y, en momentos como este, una red sólida de compañerxs que se cubran las espaldas. “Es un espacio que nos damos para ensayar y para divertirnos. Tratamos de crear otros diálogos y ver cómo se puede hacer un stand abierto. Es un punto de partida. Es incitar a que hagamos esto”, suma Gabriela Luzzi, editora de Paisanita y parte de este mapa de editoriales independientes que sigue creciendo.

Durante la edición número 46 de la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires, el probador del stand 1401 del pabellón amarillo estará esperando que alguien se siente a calzarse un texto, oler un poema, mirar de cerca el gramaje del papel, detenerse en la tipografía de algún interior, el diseño de la caja, la tapa o el contenido de un libro.

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