El boom cultural surcoreano había evitado hablar sobre la homofobia. Hasta que llegó esta escritora

Kim Hye-jin es la autora de “Sobre mi hija”, nuevo best-seller del país asiático, que refleja la paradoja de una nación ultra-moderna que le da la espalda a los derechos LGBT+.

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Mosca en la sopa de la modernidad surcoreana for export... la escritora Kim Hye-jin, autora de "Sobre mi hija".
Mosca en la sopa de la modernidad surcoreana for export... la escritora Kim Hye-jin, autora de "Sobre mi hija".

Sobre mi hija, novela debut de la joven escritora surcoreana Kim Hye-jin y publicada recientemente en Argentina por la editorial Fiordo, es la historia de la muralla afectiva que levanta una madre cuando advierte que su hija, de más de treinta años, es lesbiana.

Este best-seller traducido a más de una docena de lenguas se inscribe dentro del fenómeno cultural coreano que cautiva audiencias en todo mundo y ha transformado al pequeño país asiático de apenas 100 mil km2 en una de las principales usinas creativas globales. El juego del calamar se convirtió el año pasado en la serie más vista de la historia de Netflix, consolidando el dominio audiovisual surcoreano un par de años después del suceso histórico de Parásitos, que se llevó la Palma de Oro en Cannes y el Óscar a la mejor película. A esto hay que agregarle la hegemonía del K-pop -el género más escuchado junto al urbano latino- en el plano músical, con BTS a la cabeza de un movimiento que encandila a adolescentes de todo el mundo, y la popularidad de las telenovelas surcoreanas (K-dramas), que se ubican entre lo más visto de las plataformas.

Sin embargo, todos estos productos masivos, si bien han abordado temáticas sensibles como la desigualdad económica, las tensiones políticas con Corea del Norte y el burnout laboral y académico de una sociedad hipercompetitiva como la surcoreana, en su mayoría han evitado lidiar con cuestiones vinculadas al sexo y al género o dar cuenta de la homofobia institucionalizada que oprime a sus ciudadanos LGBT+. Sobre mi hija sí lo hace, aunque desde una perspectiva inesperada para estos tiempos: el de una madre que vive como un desgarramiento que su hija tenga novia.

Con oraciones cortas, secas y destempladas, esta novela de casi doscientas páginas plasma de forma narrativa el aislamiento causado por la falta de entendimiento interpersonal causado por los prejuicios. En una entrevista, Kim Hye-jin, que escribió la novela en el verano de 2017, dice haberse inspirado en el documental Troublers de la directora lesbiana Lee Young, que muestra la persecución a las vidas queer en Corea del Sur - vistas como amenaza para la salud de la nación - y sobre todo en la vaga idea de escribir una historia entre una madre y una hija, pero desestimando desde el comienzo utilizar una perspectiva lésbica. El punto de vista elegido es el de una madre que juzga las decisiones que toma su hija tan carentes de sentido que prefiere desconocerlas, hasta que una convivencia inesperada con ella y su novia hace que deba enfrentarse a un hecho que considera aberrante y anti-natural como es su homosexualidad.

La edición argentina de "Sobre mi hija", último best-seller mundial llegado de Corea del Sur.
La edición argentina de "Sobre mi hija", último best-seller mundial llegado de Corea del Sur.

Por lo escrito hasta acá, se podría pensar que esta novela es una más sobre el tema universal - que no por extendido disminuye los efectos de crueldad - de la exhibición de la discordia familiar cuando un miembro instala algún tipo de alteridad en la forma de vivir su género y/o sexualidad. Alteridad que funciona como un vector de crisis y potencial derrumbe de vínculos que, a veces, no se revierten ni cambian. Una hija, esperanza de continuidad -vaya a saber de qué- para su madre, se convierte en una extraña por tener una pareja mujer.

Novela sin aprendizajes

Ya el título, Sobre mi hija, sugiere que la madre disecciona la vida entera de su hija como si fuera una desconocida. Y es que, tal vez, el sexo y el genero sean factores decisivos para desarmar lazos sellados a sangre y fuego. Como se suele decir, una familia casi puede dar cabida a cualquier cosa, menos a que uno de los suyos no sea heterosexual o cis.

Que el hogar, el lugar que en teoría debe proteger del asedio exterior, incube formas de rechazo -negar la alteridad; dejar en claro que esa “parte” no se acepta; ocultar a la pareja llamandola amiga; preguntar toda la vida cuando se va a conocer a alguien del sexo opuesto- nunca deja de causar estupefacción (y dolor) por más habitual que sea.

En el caso de Sobre mi hija, las formas de impugnación de la madre se desparraman sobre el tablero del afecto incondicional:

Me detengo por un momento y, como si mordiera las palabras que escapan de mis entrañas, aprieto la mandíbula. Algunas ideas no se transforman en sonido, como si no se pudieran sacar porque están firmemente incrustadas como clavos de hierro. ¿Por qué a mi hija le gustan las mujeres? ¿Por qué me hace enfrentar un problema del que otros padres nunca van a tener que ocuparse y después me recrimina por no haber podido superarlo? ¿Por qué, si yo misma la di a luz, me causa estas tristezas? ¿Por qué será tan dura? ¿Por qué reniego de la niña que llevé en mi vientre? Me odio a mi misma por sentirme avergonzada de ser su madre. ¿Por qué me hace rechazarla, y con ella a mí misma y a toda mi vida?

Uno de los aspectos más originales de la novela es la elección de la madre homoodiante como la narradora, sumergiendo al lector en su falta de aceptación, su imposibilidad de comprender, su negación a un cambio que ya está sucediendo, su súplica para que las cosas sean diferentes. A diferencia de las llamadas novelas de aprendizaje, donde se suele producir un crecimiento personal del personaje, Sobre mi hija se propone oficiar de eco de los prejuicios de una parte de la sociedad y los ofrece como un vademecum, inmune al amor que se dispensan su hija y la novia e inmune a la pregunta sobre si su propia posición no es tan fundamentalista como atolondrada. Es una novela de desaprendizaje, o de no aprendizaje.

Este rechazo de la madre se revela cruelmente personal y político en el siguiente diálogo:

- De acuerdo, si no se trata de un juego, entonces dime cómo pueden ser una familia. ¿Cómo? ¿Pueden legalizar su matrimonio? ¿Pueden tener hijos?

- ¿No crees que es gente como tú la que nos lo impide?

El intercambio apunta a una verdad incómoda. Porque no es solamente el rechazo materno lo que genera una sensación de opresión permanente durante la lectura de Sobre mi hija, sino el contexto social y político de un país que margina a los viejos, a las disidencias sexogenéricas y a las mujeres. En la novela, docentes universitarios son despedidos de la universidad por ser homosexuales y quienes protestan esta medida son apaleados hasta terminar en el hospital; mientras que otro personaje femenino, que trabaja largas jornadas en un geriátrico, es constantemente perseguido por el director para que abarate y reduzca los insumos que necesita para hacer su trabajo. Frente a la queja por esta situación, es despedida sin miramientos.

Un horizonte poco esperanzador

El conservador Yoon Suk-yeol, presidente electo de Corea del Sur (.Jung Yeon-je/Pool via REUTERS)
El conservador Yoon Suk-yeol, presidente electo de Corea del Sur (.Jung Yeon-je/Pool via REUTERS)

Para entender mejor el desolador retrato que Kim hace de su país, vale recordar que en marzo de este año, el ex fiscal general Yoon Seok-yeol se impuso en los comicios presidenciales con una agenda conservadora, respaldada por una cantidad notable de varones jóvenes que rechazan el avance del movimiento feminista. Una de sus promesas de campaña fue la eliminación del Ministerio de la Igualdad de Género, y si bien tras la victoria se retractó de su anuncio, rechazó la idea de que las mujeres surcoreanas sufrieran una discriminación sistemática de género. Por otra parte, no es claro su posicionamiento ante los derechos LGBT+, sugiriendo una agenda oculta que no auguraría demasiadas buenas noticias.

La llegada de Yoon podría significa un retroceso incluso para un país que no cuenta con legislación anti-discriminatoria para los ciudadanos LGBT+, ni contempla siquiera las uniones civiles para otorgarle un marco legal a las relaciones entre personas del mismo sexo. En años recientes, el Ejército surcoreano persiguió a miembros de sus tropas por presuntas denuncias de “sodomía”, provocando reclamos de Amnistía Internacional por discriminación.

Durante las primeras semanas de la pandemia del Covid, un brote en la zona LGBT+ de Itaewon, en Seul, disparó en las autoridades coreanas un cruce de información de teléfonos móviles, extractos de tarjetas de crédito y grabaciones de cámaras de vigilancia para identificar a las personas que visitaron varios clubes nocturnos, mezclandose la política preventiva con el surveillance capitalism propio de una nación altamente tecnologizada. Lógicamente, muchos de quienes estuvieron en esos establecimientos para el público gay se negaron a realizarse los testeos porque se arriesgaban a exponerse potencialmente a consecuencias (extorsiones, outings) peores que el virus. En un país híperindustrializado y moderno, la promoción de los derechos básicos para personas LGBT+ no goza de gran desarrollo.

De todos modos, hacia el final de Sobre mi hija, hay una leve mirada por parte de la madre apenas menos complaciente con los propios prejuicios, una mirada fina como una hoja, que sugiere que alguna vez, tal vez, pueda aceptar algo que hoy le resulta indigerible. La muralla no cede, sin embargo, se nubla con la idea de un milagro.

- ¿Podré aceptarlo? ¿Podré soportarlo?

Al hacerme a mi misma esta pregunta, no encuentro más que a una anciana con rostro obstinado y endurecido que niega con la cabeza. Vuelvo a cerrar los ojos. Necesito dormir, al menos un poco. El sueño me ayudará a recuperar algo de energía para aceptar la vida que me espera, aunque no pienso en el futuro, sino en el hoy y en lo que tengo enfrente. Pienso en lo que tengo que hacer hoy y en que podré hacerlo todo. Solo así me es posible creer que podré llegar a un mañana lejano.

El libro llega entonces a su final, menos amargo que el punto de partida pero con una forma de esperanza tan distante que parece difícil atisbar un horizonte más amable. Con la elección de Yoon, Corea del Sur parece darle la razón.

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