Gabriel García Márquez les dijo a sus hijos, Gonzalo y Rodrigo, que, después de su muerte, podían disponer de su obra como quisieran. El 6 de marzo de 2024, cuando el Nobel de Literatura hubiera cumplido 97 años y un mes, y unos días antes de que se cumplan 10 años de su fallecimiento, llegará a las librerías de todo el mundo En agosto nos vemos, la novela póstuma de Gabo.
“Pensamos que el libro tenía muchos méritos y yo creo que de verdad los lectores van a apreciar el libro, porque es muy de Gabo, y eso se extraña. Él siempre nos dijo a Gonzalo y a mí que cuando ya no estuviera más, nosotros podíamos disponer de su obra como quisiéramos. De manera que, le tomamos la palabra”, le dijo Rodrigo García Barcha a Infobae a mediados de 2023.
La expectativa es alta, es una década sin García Márquez, dos sin un libro de Gabo, una novela inédita, terminada, pero no revisada, pues la vida no le alcanzó al Nobel para terminarla, la edad, la pérdida de memoria y de concentración, tal vez, le nublaron la vista y no vio, por completo, las cualidades de su último esfuerzo.
Sus hijos sí lo vieron, no inmediatamente, años después, al revisar el manuscrito con las correcciones y comparar las distintas versiones que alcanzó a escribir Gabo.
“Nuestra impresión, de mi hermano y yo, es que la falta de facultades que le impidió a Gabo acabar el libro, su pérdida de memoria, su pérdida de la concentración, también le impidió darse cuenta de que el libro estaba mejor de lo que él pensaba. Yo creo que cuando él decía que no funcionaba, era también porque estaba luchando por entender el libro, pero su estado se lo impedía. Volvimos a leer el libro y nos dimos cuenta de que estaba en mejor estado del que recordábamos. Entonces, decidimos que valía la pena rescatarlo y lo que se hizo fue una edición óptima de todas las varias versiones que él tenía. En ningún momento se alteró el texto, no hay nada allí que él no haya escrito. El libro es la mejor versión de lo que él escribió”, le contó Rodrigo García Barcha a Infobae.
Había cinco versiones de la novela, en los archivos de Gabo, que hoy están en el Harry Ransom Center de la Universidad de Texas (Estados Unidos), además de la última versión que la secretaria de García Márquez, Mónica Alonso, guardó antes de la muerte del Nobel. Cristóbal Pera, editor de Vivir para contarla y Memoria de mis putas tristes, fue el encargado de la edición de la En agosto nos vemos.
En 1999, en la Casa América de Madrid, Gabo leyó un relato y dijo que era parte de una futura novela que estaba escribiendo. 25 años después, por fin, los lectores del Nobel podrán saber qué paso con Ana Magdalena Bach —aunque en esas primeras líneas leídas hace cinco lustros, no se sabía su nombre—, que cada agosto, por veintiocho años, viaja a la isla donde descansan los restos de su madre.
“Volvió a la isla el 16 de agosto en el transbordador de las tres de la tarde. Llevaba una camisa de cuadros escoceses, pantalones de vaquero, zapatos sencillos de tacón bajo y sin medias, una sombrilla de raso y, como único equipaje, un maletín de playa. En la fila de taxis del muelle fue directo a un modelo viejo y carcomido por el salitre. El chófer la recibió con un saludo de viejo conocido y se lanzó dando tumbos a través del pueblo indigente, con casas de bahareque y techos de palma amarga, y calles de arenas blancas frente a un mar ardiente”, leyó Gabo, por allá a finales de los noventa.
La espera finalmente terminó y, el día del cumpleaños del hijo más ilustre de Aracataca (Magdalena), del creador de Macondo y del relator de la tragedia de los Buendía, del periodista incansable, del Nobel de literatura colombiano, sus lectores podrán reencontrarse con ese viejo amigo, que llega después de tanto tiempo con una nueva historia. En marzo, nos vemos, Gabo.