Lady Gaga aseguraba que toda su vida había sido famosa, “sólo que [durante algún tiempo] nadie lo sabía aún”. De manera similar, un artículo de HarvaPrd Business Review deduce que los miembros más pobres de la sociedad se identifican con los estratos más ricos porque “se alienta a las personas a creer que ya son ricas, solo que aún no tienen dinero”–explicaba Mark Fisher en el curso de posgrado que se encontraba dictando en Goldsmiths, Universidad de Londres, al momento de su muerte–. Llegó a dar cinco de las quince lecciones Pprevistas en el programa, ahora disponibles en un libro traducido al castellano bajo el título Deseo postcapitalista. Las últimas clases (Caja Negra, 2024), editadas por uno de sus alumnos, el escritor y fotógrafo Matt Colquhoun.
Fisher fue profesor, crítico, editor, bloguero, académico y teórico, pero sobre todo fue reconocido como un intelectual público que se dedicó a una crítica estructural y sistemática del presente a través del análisis de productos de la industria cultural como películas, series, libros, y, más que nada, música. Dejó inconcluso su proyecto Acid Communism [Comunismo ácido], en el cual quería producir una reevaluación de la contracultura y la psicodelia de las décadas de 1960 y 1970.
Su célebre ensayo Realismo capitalista: ¿No hay alternativa? (ed. castellana, Caja Negra, 2016) toma el nombre del movimiento que inició en Düsseldorf un grupo de estudiantes de arte, entre ellos, Gerhard Richter y Sigmar Polke, por oposición al “Realismo socialista”, la doctrina cultural oficial de la Unión Soviética. El grupo compartía una postura crítica hacia la invasión del capitalismo estadounidense y el consumismo en Alemania Occidental y aspiraba a crear un imaginario que cuestionara los valores de la clase media, que trajera a la memoria los hechos del pasado traumático -no tan distante por aquel entonces- que los alemanes pretendían encubrir y reprimir.
Fisher emplea el término para proporcionarle un marco teórico al capitalismo, pero en el título de su libro agrega, entre signos de pregunta, el eslogan de Margaret Thatcher según el cual, efectivamente, “no hay alternativa” posible para este sistema, lo cual sitúa al liberalismo económico, al libre comercio y la desregulación del mercado como el mejor y único modo de organizar las sociedades modernas.
Otro de sus libros, Los fantasmas de mi vida. Escritos sobre depresión, hauntología y futuros perdidos (Caja Negra, 2018), recopila escritos publicados a lo largo de más de diez años en revistas o como entradas de su blog k-punk. En la última parte, bajo el título “Depresión y resentimiento de clase”, los artículos se concentran “en la necesidad de una politización de los afectos, volver visibles las estructuras de clase, raza y género que producen nuestro malestar, al punto de transformar lo más personal -incluido el suicidio- en un problema colectivo” –resume el periodista Pablo Schanton, editor al cuidado de la versión argentina y autor de la introducción a la edición–.
Respecto del resentimiento de clase, por ejemplo, apunta Fisher: “La culpa del esclavo es su mala sublimación de ese resentimiento; en lugar de admitir que codicia el poder y la fuerza de su amo, el esclavo pretende (para sí mismo) que es mejor ser pacificado, condenado. Un resentimiento que indujera al esclavo a levantarse y superar al amo ya no pertenecería a la moral esclava (…). La diferencia entre resentir la clase dominante y envidiarla, es que los celos implican un deseo por volverse la clase dominante, mientras que el resentimiento sugiere una furia hacia su posesión de recursos y privilegio”.
En Deseo postcapitalista Fisher retoma por momentos las mismas nociones que en Fantasmas…, pero lo hace desde otra perspectiva y, a su vez, ofrece una caja de herramientas para pensar más allá del realismo capitalista. Por ejemplo, desde la primera clase plantea la pregunta sobre una alternativa a ese resentimiento. “El programa neoliberal -a pesar de su énfasis en la libertad- en realidad tiene mucho que ver con el resentimiento –decía– ¿Cuáles son las alternativas a eso? Solidaridad es una palabra para ello, pero creo que está contaminada por su asociación con el leninismo, al menos para mí. ¿Y una palabra como ‘camaradería’? ¿Cómo se genera algo así? ¿Cómo se generan las condiciones y los espacios para eso?”
El profesor Fisher esboza una respuesta basada en un texto sobre economía comunitaria, es decir, una economía centrada en consideraciones éticas que reconocen y negocian la interdependencia con otros humanos, con otras especies y con el medio ambiente. Así es como, desde la Clase 1, propone “sobrevivir juntos y equitativamente; distribuir el excedente para enriquecer la salud social y medioambiental; interactuar con los demás de formas que fomenten su bienestar tanto como el nuestro; consumir sustentablemente; cuidar -preservar, reponer, cultivar- nuestros bienes naturales y culturales; invertir nuestra riqueza en las generaciones futuras para que ellas puedan vivir bien”.
Se trata de la primera de “Las últimas clases”que menciona el título, correspondiente al curso denominado “Postcapitalist Desire” [Deseo postcapitalista], que Fisher impartió para la Maestría en Teoría del Arte Contemporáneo. Los encuentros tenían lugar los lunes a la mañana en el otoño de 2016 -horario que coincide con el título de su famosa playlist en el blog K-punk, aún accesible, No More Miserable Monday Mornings [No más mañanas de lunes deprimentes]-.
Pero los planteos de Fisher para desafiar al realismo capitalista y pasar a una etapa de postcapitalismo abarcaban a su vez una serie de preguntas sobre el deseo: ¿Existe realmente un deseo de algo más allá del capitalismo? ¿Hasta qué punto nuestro deseo de postcapitalismo está siempre capturado y neutralizado por el capitalismo mismo?
En este sentido, El Anti-Edipo (Paidós Ibérica, 1085) de Gilles Deleuze y Félix Guattari, sin figurar en la bibliografía del módulo, sobrevuela las clases, cuando, al detenerse en el análisis de la estructura libidinal, surgen las contradicciones de la subjetividad. ¿Se puede desear el fascismo? ¿Pueden los grupos subyugados desear en contra de su propio interés?
Concretamente, los franceses preguntan: “¿Por qué combaten los hombres por su servidumbre como si se tratase de su salvación? Cómo es posible que se llegue a gritar: ¡queremos más impuestos! ¡menos pan! (…) Lo sorprendente no es que la gente robe, o que haga huelgas; lo sorprendente es que los hambrientos no roben siempre y que los explotados no estén siempre en huelga. ¿Por qué soportan los hombres desde siglos la explotación, la humillación, la esclavitud, hasta el punto de quererlas no sólo para los demás, sino también para sí mismos?”
La perspectiva de Fisher incluía también la cuestión práctica de conservar parte de la infraestructura libidinal y tecnológica del capital, pero rompiendo el velo del capitalismo: “Una victoria que llegará a través del capitalismo… Su punto de partida es la situación en la que estamos. La discusión implica un debate sobre las estructuras del enemigo que podrían llegar a preservarse en la lucha contra él, posición que ha llegado a ser conocida con el nombre de “aceleracionismo”.
Cada una de las clases parte de la lectura previa de uno o dos capítulos de libros teóricos, filosóficos, académicos o periodísticos, por lo que se leen como un seminario sobre una selección de los textos más provocativos de la tradición teórica de izquierda. A la selección y orientación de Fisher, Deseo postcapitalista le agrega el aspecto exploratorio y participativo, con su buena dosis de improvisación, que implica el proceso de enseñanza: “Hoy hablé demasiado” –comenta al final del primer encuentro y propone que en adelante sean los estudiantes quienes presenten cada uno de los textos–.
La bibliografía de todo el módulo figura en el “Apéndice” y constituye una lista notable, entre otras cosas, por su amplia inclusión de textos de mujeres, algunas famosas, otras no tanto, como Naomi Klein, Shulamith Firestone, Jodi Dean, J.K. Gibson-Graham, Silvia Federici y Eden Medina. También introduce de manera didáctica una lectura de autores fundamentales y canónicos como Herbert Marcuse, György Lukács y Jean-François Lyotard, así como de nombres menos conocidos, pero no por eso menos fundamentales como Ellen Willis, Nancy Hartsock y Jefferson Cowie, que disparan una discusión sobre conceptos tales como la pulsión de muerte, el resentimiento, la epistemología del punto de vista, la cosificación e incluso el capital y el capitalismo, aplicados al análisis del presente y la cultura actuales.
Transcripto a partir de grabaciones, Deseo postcapitalista incorpora el diálogo con los estudiantes y revela este aspecto desconocido para quienes se interesan por la producción textual del autor, más allá del mundo académico y de la izquierda teórica. Colquhoun señala en la “Nota sobre el texto” de la edición inglesa que aquí se podrá acceder a “un Fisher experimental [...], sin cortar”; y entiende estas clases como “una caja de resonancia de Mark para Comunismo Ácido”, destacando la difusión de su rol de profesor como uno de los aportes más singulares de la publicación.
Deseo postcapitalista (fragmento)
La semana que viene quiero detenerme en Ellen Willis, una periodista y crítica cultural que vivió la contracultura pero que ya veía en ella sus limitaciones. Y lo que me gusta especialmente del artículo de Ellen Willis que incluí en las lecturas, es el modo en que plantea la cuestión –que veremos más adelante– de eso que Helen Hester llama “realismo doméstico”, que es como un paralelo a lo que he llamado “realismo capitalista”, esto es, la idea de que las estructuras domésticas, las formas en que organizamos nuestras vidas en casa, son fijas e inmutables, y de que no podemos imaginar que sean diferentes. En los sesenta, en la contracultura, las personas intentaron vivir de otra manera, de una forma más colectiva y comunal. No funcionó. Se estancó. Fracasó. Salió mal. Es interesante que el argumento de Willis plantea que parte del problema fue la impaciencia. Las personas creyeron que estas estructuras se podrían superar muy rápidamente. Pero estas estructuras son sumamente tenaces y se reafirman allí donde no se las desmantela una y otra vez.
Bien. Esto establece ciertas coordenadas entre la contracultura y la izquierda, y creo que ese es el tipo de socialismo democrático o comunismo libertario que Marcuse quería; tengan en cuenta que Marcuse era un fuerte crítico del sistema soviético realmente existente.
Parte de lo que también quiero pensar en este curso –o más bien en este módulo– es entonces la cuestión de la conciencia, que en los últimosaños creo que ha retrocedido. Aquello que justamente llamé “realismo capitalista” y que podría decirse que es la sombra de lo que aquí denomino “deseo postcapitalista”. Por eso es que este curso va a tratar también acerca del realismo capitalista y su surgimiento–. A medida que surge el realismo capitalista, a medida que la idea de que no hay alternativa al capitalismo se vuelve un supuesto político generalizado, la conciencia retrocede. Conciencia en el sentido de “conciencia de clase”, tal como la teorizara inicialmente Lukács, pero también como se la presenta en el invaluable libro de Nancy Hartsock sobre la conciencia desde una perspectiva feminista socialista, que habla no solo de conciencia de clase sino de lo que yo llamaría una “conciencia de grupo” subyugado, y de la importancia de esta.
Marcuse, en el texto que les doy para leer para la semana 2, habla del fantasma de un mundo que puede ser libre, y creo que este es un momento proto-aceleracionista de su obra. Marcuse plantea que el problema de la escasez efectivamente está resuelto bajo el capitalismo: el problema no es que no haya suficiente comida para alimentar a todo el mundo, sino la distribución de esa comida. Entonces el problema del capitalismo no es la escasez, sino la reproducción de la escasez: la producción de una escasez artificial tendiente a ocultar la abundancia, podríamos decir, y una escasez de tiempo tanto como de bienes, servicios, etc. Marcuse dice que, una vez superada la escasez, el capitalismo tiene que esforzarse al máximo para impedir la posibilidad de que las personas determinen sus propias vidas y se comporten de una manera másautónoma. Yo diría que este es, en cierto sentido, el motor del surgimiento del realismo capitalista –y el neolibera- lismo es parte de ello–: tener que estar constantemente frustrando el potencial advenimiento del postcapitalismo, la posibilidad de que las personas vivan de formas que esténmásallá de los imperativos del capitalismo.
Quién es Mark Fisher
♦ Mark Fisher (11 de julio de 1968-13 de enero de 2017) fue un escritor, filósofo, profesor y crítico cultural británico. Trabajó como profesor en el Departamento de Culturas Visuales en el Goldsmiths College de la Universidad de Londres. Fue cofundador de la editorial Zero Books, y, más tarde, de Repeater Books.
♦ En 1999 presentó su tesis doctoral ante la Universidad de Warwick en 1999, traducida al español y publicada en 2022 con el título Constructos Flatline: materialismo gótico y teoría-ficción cibernética (Ed. Caja Negra)
♦ En 2003 comenzó a escribir su blog k-punk, donde daba a conocer sus opiniones, hipótesis y ensayos relativos a política radical, música y cultura popular y por el cual adquirió notoriedad
♦ En 2009 editó Jacksonismo. Michael Jackson como síntoma, una colección de ensayos críticos sobre la carrera y muerte de Michael Jackson, y Realismo Capitalista: ¿no hay alternativa? (publicados por Caja Negra en castellano)
♦ En 2013 apareció su ensayo ExitingtheVampireCastle, una crítica a la cultura de la indignación
♦ En 2014 publicó Los fantasmas de mi vida: Escritos sobre depresión, hauntología y futuros perdidos, una colección de ensayos analizados a través de los prismas de la música, el cine y la hauntología. También colaboró intermitentemente con diversas publicaciones, incluyendo Fact y TheWire.
♦ En 2016 coeditó una antología crítica sobre la era del post-punk junto a KodwoEshun y GavinButt titulada Post-Punk Then and Now, publicado por RepeaterBooks
♦ Falleció en 2017 poco antes de la publicación de Lo Raro y lo Espeluznante (AlphaDecay).