El viajante de comercio Gregorio Samsa trata de levantarse para ir a su trabajo como cada mañana, pero no puede. Está acostado boca arriba y no logra levantarse de la cama. Piensa que durmió mal, que tuvo un sueño intranquilo. No era eso. Poco a poco descubre que tiene muchas patas, un abdomen abombado, caparazón en lugar de espalda. Es un insecto gigante.
Esa es la premisa inicial de La metamorfosis (en alemán, Die Verwandlung, que también tiene como traducción posible es “la transformación”., Es un relato largo, o novela corta, que Franz Kafka escribió en 1912. Ese año en comenzó la Guerra de los Balcanes, preludio de la Primera Guerra Mundial, que se desató en 1914. “Cuando Gregorio Samsa se despertó una mañana después de un sueño intranquilo, se encontró sobre su cama convertido en un monstruoso insecto”. Ese es el famoso inicio, que conoce el planeta, aunque no haya leído la obra, que se publicó por primera vez en octubre de 1915 en la revista Die WeißenBlätte.
Dos meses después, en diciembre, salió como libro en un volumen de 70 páginas, dentro de la serie Der jüngste Tag (“El día del juicio”), editada por Kurt Wolff. Kafka tenía entonces 32 años y trabajaba en tribunales penales, donde abogaba por las prestaciones de personas que sufrían accidentes laborales. Su familia estaba compuesta por su padre, madre y hermana. La metamorfosis es lo único que el autor publicó durante su vida. El resto de la obra quiso guardarla, y pidió quemarla luego de su muerte, que sería menos de 10 años después, en junio de 1924.
Tiene más de un siglo La metamorfosis, un siglo y dos décadas desde que Kafka la escribió. Sin embargo, sigue siendo no solo un clásico literario perfecto, sino también una obra que dialoga con la realidad. Antes, como ahora. Durante la Primera Guerra Mundial sucedió también, en 1917, la Revolución Rusa. Desapareció el Imperio Austro-Húngaro, por lo que Checoslovaquia pasó a ser una República. En el corazón de ese asunto estaba el joven bohemio y judío nacido en Praga, que escribía en alemán.
La inquietud y la incertidumbre social, personal, nacional, eran un signo de época. Todo eso resuena en el hoy. Cuando todo es tan extremo, tremendo, y se entiende no pudiendo entenderlo, lo real y lo absurdo parecen sinónimos. Kafka buceó esa paradoja y encontró un estilo que, no solo influyó en la literatura moderna, sino que mantiene un eco existencial en lo actual.
Mientras Estados Unidos se convertía en una gran potencia, Europa comenzaba uno de sus períodos con más claroscuros. El mundo, además, estaba en el período de la Segunda Revolución industrial. El progreso científico y técnico también traía una creciente burocracia. La modernidad inusitada pasó a ser una pátina de aparente civilización en tirantez con las situaciones amenazantes que había en el entorno.
El mundo que rodeaba a Kafka cambió y el crecimiento económico varió de modelo. Eso le pasa a Gregorio Samsa, la literalidad de convertirse en un bicho
Ante el horror de verse convertido en un bicho monstruoso, lo que primero le preocupa a Gregorio es cómo justificarse en el trabajo. El gerente de los almacenes va a buscarlo a su casa, porque no es usual que se retrase. El protagonista hace su mayor esfuerzo, antepone su temor a la obligación laboral y sale de su habitación. Su padre, madre y hermana ven su nueva forma cucarachosa. No hacen mucho. Lo escuchan hablar con esfuerzo, una voz nueva, forzosa. Trata de excusarse con su jefe. Su familia no ofrece ayuda. Del otro lado de la puerta llegan los reproches por su falta de rendimiento, hasta que el hombre atisba al insecto que le responde y huye.
Conflictos con el padre, un sentimiento de ansiedad y el existencialismo angustiante atraviesan la obra, plagada de culpa, cinismo y transformaciones espirituales. El mundo que rodeaba a Kafka cambió su naturaleza y el crecimiento económico varió de modelo. Eso le pasa a Gregorio Samsa, desde el absurdo más extremo, la literalidad de convertirse en un bicho. Es posible entenderlo, con creces, a dos décadas de comenzado el siglo XXI.
El protagonista se convierte en un insecto y al mismo tiempo, en ese proceso de transformación, se desdibuja poco a poco su identidad. Cambia su ser a la par de sus singularidades físicas. Es un insecto y no puede sostener económicamente a su familia, que ahora lo rechaza. Gregorio entiende, de a poco, que él no es importante, se da cuenta de que es una pieza inútil, una carga para sus padres y su hermana. Como ahora, que cada vez más rápido se vuelven obsoletos muchos oficios y profesiones, junto a las personas que los hacen. Por viejos, por no muy jóvenes, porque cambió una tecnología o se inventó otra. Hay que adaptarse con fórceps o ser un bicho que estorba.
La época de Kafka estuvo marcada por conflictos sociales, políticos y económicos. Las personas, de pronto metidas en una modernidad inesperada, se enfrentaban a diferentes cambios. Distintos a los actuales, pero igual de significativos. Es el avance de las tecnologías sobre las vidas, una nueva Revolución industrial actual. Antes y ahora surgen dilemas relacionados con el individualismo en un mundo moderno cada vez más deshumanizado.
Inteligencias artificiales que escriben, ilustran y hasta se relacionan sentimentalmente. La metamorfosis, a primera lectura, habla en un subtexto de un tema que no termina de caducar. Gregorio despierta como monstruo incapacitado. Es una alegoría del enfrentamiento de una persona ante un mundo moderno que lo oprime y lo borra. También es un hito literario, porque ese suceso fantástico que hace explotar la trama inaugura la literatura del absurdo y es la precuela de la distopía.
La metamorfosis de pronto empieza a tener sentido más allá de la trama si se piensa en el carácter del protagonista, que mantiene a su hermana y a sus padres, quienes esperan rendimiento, no importa cómo, aunque las condiciones no estén dadas. Igual que sus empleadores. Cuando Gregorio muta a bicho incapacitado de todo, su familia se transforma también, colateralmente.
Las capas de una cebolla angustiante
Como insecto enorme, a Gregorio Samsa se le dificulta cada vez más la comunicación. Su padre lo desprecia. su madre se desmaya. Su hermana, Grete, se apiada y se encarga de alimentarlo. El bicho pasa la mayor parte del tiempo en su habitación. El abandono y desdén de su familia crece poco a poco. Le temen o les repugna. Hay que cuidarlo. Ayudarlo. Les resulta intolerable.Los elementos realistas y fantásticos que utilizó Kafka se fueron interpretando de diversas formas. La idea más lineal es la autobiográfica. El texto tiene muchas más capas. Es una cebolla angustiante y perfecta que se pela hasta ahora.
La familia Samsa busca nuevos modos de sustentarse. Tienen que hacer ajustes, recortar gastos. ¿Resuena? Sigue siendo la trama de La metamorfosis. El padre, la madre y la hermana deciden alquilar una de las habitaciones de su casa y esta solución parche genera nuevos conflictos. ¿Algún ruido? Entre otros problemas, hay que mantener oculto y en secreto a Gregorio.Esto lo sabe, porque el bicho guarda en su interior al hombre. Aún.
Una noche, Grete toca el violín para los inquilinos y su hermano, a quien siempre le encantóla música, intenta ir a escuchar. Es su último intento de humanidad. Todo sale mal. El alquiler se desintegra y, con él, cualquier intento de aparente normalidad. La situación de Gregorio es insostenible. Lo piensa la familia, y él también. Es un pacto mutuo, silencioso, el protagonista decide encerrarse definitivamente en su habitación, sin alimentarse, y su padre, madre y hermana ya no vuelven a entrar. Es un abandono completo. Propio y del entorno.
Para comprender La metamorfosis no hace falta nada más que leer el relato. Es argumental, atrapante, intenso, repleto de suspense. El contexto histórico y la vida personal del autor le dan más sentidos. Todas las interpretaciones son correctas. Ahí laten, por debajo de la transformación de Samsa, el tema de la identidad y la soledad. Y el mensaje, por fuera de cierta similitud con la vida del autor, transita una carretera que comienza en 1912 y llega a 2024: ser diferente y no ajustarse al molde preestablecido por la sociedad te margina, te convierte en una carga y el único camino es la soledad y la destrucción.
En La metamorfosis, Kafka muestra el sometimiento de los individuos a los poderes autoritarios que los desintegran. La familia Samsa es el entorno social y Gregorio, el adulto en edad productiva. El relato habla del mundo capitalista, del sistema de consumo. El autor plantea qué importancia tiene el protagonista en su entorno familiar cuando no puede responder a sus obligaciones en el trabajo.¿Quién es monstruo en esta historia? Eso no tiene marco temporal. Habla tanto a inicios del siglo XX como del XXI.
Datos (nada) curiosos
No queda claro en qué se convierte Gregorio Samsa. Podría ser cucaracha, también escarabajo. En el texto, Kafka no describe nunca con exactitud cómo es, ni lo nombra. No hay literalidad, aunque pueda leerse también así. En la primera edición, el autor se peleó con el editor porque se negaba a que apareciera un bicho en la tapa. “El insecto mismo no puede ser dibujado”, dijo. El ilustrador finalmente hizo un hombre en bata, agarrándose la cabeza con espanto, frente a la puerta de una habitación abierta, de la que solo sale oscuridad.
Otra imagen imposible de ilustrar es la de Kafka, más allá del mito literario para el poster. La imagen que se tiene del autor es el reflejo de sus novelas. Un hombre sombrío y atormentado, como sus personajes. Sin embargo, sus biógrafos destacan que era vital, bromista, enamoradizo. Se llevaba mal con su padre, que era un empresario exitoso y muy autoritario con su único hijo varón. Su madre era una mujer culta y tenían un lazo sensible, cercano. Era muy amigo de su hermana.
En 1912 conoció a Felice Bauer, un gran amor que se desarrolló más que nada por correspondencia, porque ella residía en Berlín. En 1917 le diagnosticaron tuberculosis. Tosía sangre. Decidió no casarse. Siguió escribiendo. Novelas, relatos. Cartas. Trabajó en su oficina hasta jubilarse por enfermedad, dos años antes de morirse, a los 40.
¿Quién era Samsa antes del día en que comienza el relato? La vida del protagonista se reduce a trabajar, sin preocuparse por sí mismo. Está rodeado de gente, pero se encuentra completamente solo. No tiene amigos ni relaciones personales. Su familia y su jefe lo venían tratando como si no fuera humano, sin tener en cuenta sus necesidades. Al menos la mínima, de descanso. Todo lo hace sentir, literalmente, como a un insecto. Se convierte en eso.
En el momento en que se produce la transformación, el sentido de la responsabilidad que Gregorio tiene con su familia se convierte también, en culpa. Su horror es no poder cumplir. Su muerte, en lugar de ser una tragedia para su familia, sería un alivio. Todos se transforman de algún modo, entonces. El sujeto moderno no tiene más remedio que transitar su metamorfosis. Es un punto ríspido en la crisis del ser. ¿Qué pasa con la familia Samsa después del día en que termina el relato? Intenta continuar con su vida. Como si nada. ¿Es posible?
La metamorfosis es un clásico y cada generación ve ahí algo que resuena con su época. Pero hay un punto extra, una clave sensible que lo quita de esa norma para hacerlo tan universal como particular. Kafka encontró en esa historia el punto cíclico de la crisis de la condición humana. ¿Qué sucede con quien es distinto?, ¿qué pasa si se acata el mandato y por eso ya nadie te reconoce o entiende? ¿Quiénes somos? ¿Cómo nos ven? ¿Podemos vivir así?
A Gregorio Samsa la metamorfosis no le afectó sólo el aspecto y le construyó un caparazón. Así empezó, pero eso fue tomando lo que pensaba, sus sentimientos y la actitud ante la vida. La pesadilla kafkiana más famosa, La metamorfosis, habla como nunca, a través de los años y décadas, un siglo y pico después, con la modernidad.